HAY un selfi vulgar, de asalto inoportuno, risa nerviosa y hasta gritos, y un selfi culto y en verso octosílabo, que es mucho más antiguo y que ha sobrevivido a la irrupción del anterior sin necesidad de sacar el teléfono móvil para conseguir una imagen de efecto invertido. Los dos buscan el mismo espejismo, y es que quien tiene que ver la foto, el trofeo que se consiguió en un encuentro casual o en una presentación buscada. mire antes al anónimo que al famoso. Como en el chiste, no es quien está al lado de Alberto Chicote o de Eduardo Mendoza , sino quién es ese señor de ojos azules y voz sarcástica que está al lado de mi vecina,...
Ver Más