Me ha salido una bola en medio del estómago. Tiene el tamaño de una pelota de golf o de ping-pong. Es más grande que una canica, pero más pequeña que una bola de billar. No duele. Es meramente decorativa. Se erige como un solitario montículo en el centro mismo de mis entrañas. Mi esposa, alarmada, dice que la bola puede ser mortal de necesidad. Yo le digo que, si no me duele, no es mala. Ella sostiene que debo hacerme un chequeo médico. Yo me niego en redondo. -¿Y si es un tumor? -se angustia ella. -Déjalo tranquilo -respondo, resignado a la lenta corrupción de mi organismo, tarde o temprano-. Déjalo reposar. A mi esposa le parece un escándalo que...
Ver Más