Zuckerberg, el fact-checking y las amistades peligrosas
La reciente decisión de Mark Zuckerberg de eliminar el fact-checking en sus redes sociales y sustituirla por un sistema de tipo Community Notes como el que existe en X, precisamente lo que Brendan Carr, el elegido por Donald Trump para dirigir la FCC, le había pedido, es uno más de los movimientos de Meta por …
La reciente decisión de Mark Zuckerberg de eliminar el fact-checking en sus redes sociales y sustituirla por un sistema de tipo Community Notes como el que existe en X, precisamente lo que Brendan Carr, el elegido por Donald Trump para dirigir la FCC, le había pedido, es uno más de los movimientos de Meta por acercarse al nuevo presidente y abrazar sus posturas, al hilo de la sustitución de Nick Clegg por el lobbista republicano Joel Kaplan como Chief Global Affairs.
El problema es el de siempre: en una compañía tan espantosamente irresponsable como Meta, ni la solución anterior era buena ni estaba bien implementada, ni la nueva lo va a ser tampoco. El fact-checking de Meta siempre fue una verdadera basura que revelaba su evidente desinterés por el tema, que podía ser utilizada como ejemplo de caso palmario de algoritmos mal desarrollados y de procedimientos absurdos. Pero con esas mismas bases, la implantación de un sistema basado en la participación de la comunidad de usuarios seguirá siendo igualmente desastroso, además de plantear potencialmente mayores problemas.
Las soluciones basadas en la participación e implicación de la comunidad, como las Community Notes de X, no son necesariamente malos, y de hecho, pasar de moderadores ejerciendo fact-checking a un modelo de ese tipo podría ser un paso en la dirección correcta, porque las redes sociales no deberían dedicarse a tratar de definir la verdad. Los sistemas de participación comunitaria tienden a generar mayor diversidad de perspectivas y menos acusaciones de parcialidad ideológica o política: un sistema basado en múltiples contribuyentes puede parecer menos sesgado y más objetivo. Además, fomenta el empoderamiento de los usuarios y puede dar lugar a una cobertura más amplia en términos de idiomas, culturas y contextos, además de suponer una carga menor que el fact-checking en términos de recursos corporativos. Por otro lado, la transición a sistemas automáticos y comunitarios es susceptible de impulsar la innovación en modelos de lenguaje, análisis de texto y detección de desinformación.
Pero obviamente, los sistemas basados en la comunidad tienen también sus problemas: en primer lugar, que al depender de la participación activa de los usuarios, pueden derivar a menudo en interpretaciones erróneas o información incorrecta, y son muy susceptibles a que grupos organizados se coordinen para distorsionar la verdad o para reforzar narrativas falsas, especialmente en temas que generen cierta polarización. Además, es difícil identificar responsables directos en caso de errores o problemas, lo que en muchos casos tiende a erosionar la confianza del público. En este caso, y dado el escaso nivel de compromiso de los usuarios con la calidad de las plataformas de Meta, es muy posible que la involucración de la comunidad sea muy escasa, lo que haría que el sistema fuese ineficaz a la hora de identificar y señalar desinformación o contenido nocivo.
En muchos temas que requieren un conocimiento especializado para verificarlos con precisión, como ciencia, economía, tecnología o política internacional, depender de fact-checkers profesionales que tienen – o al menos deberían tener, aunque no siempre ha sido así – una formación específica para evaluar información compleja, puede dar mejores resultados que el depender de unos usuarios promedio que en muchos casos no manejan adecuadamente la información.
Desde el punto de vista de la percepción pública o regulatoria, los sistemas basados en la participación de la comunidad tienden a generar escepticismo, especialmente si lo comparan con lo que suponen un modelo más profesionalizado, y sugieren una imagen de menor compromiso con la calidad y la veracidad del contenido por parte de las plataformas. Además, el argumento esgrimido por Zuckerberg para el cambio, que «en Europa hay cada vez más leyes que institucionalizan la censura y dificultan la creación de cualquier proyecto innovador», lo ha puesto en absoluto rumbo de colisión con las autoridades de la eurozona, que además de anticipar problemas regulatorios, se han defendido diciendo taxativamente que «en Europa no se censuran las redes sociales«, y han anunciado que estarán muy vigilantes para controlar la eficiencia de las medidas de moderación de contenido.
Internamente, los cambios también han traído problemas. La compañía ha eliminado comentarios en foros internos que criticaban tanto el fin del fact-checking como el nombramiento del CEO de la UFC y amigo personal de Donald Trump Dana White, y han venido a decir que la compañía estaba enviando un mensaje claro de que los hechos ya no tienen importancia, entremezclado con una supuesta «victoria de la libertad de expresión». Otros comentarios afirman que «el simplemente absolvernos de nuestro deber de al menos intentar crear una plataforma segura y respetuosa es tomar una dirección realmente triste».
La investigadora social danah boyd ha arremetido contra Meta en un artículo titulado «The ministry of empowerment«, y ha afirmado que «esta medida no va de libertad de expresión, sino de permitir que algunas personas dañen a otras con vitriolo y de proporcionarles herramientas de amplificación para ayudarlos». El artículo de Rusty Foster, «Heart of Zuckness«, tampoco tiene desperdicio, y es bastante más duro, con recomendaciones para trabajadores de Meta incluidas…
Estamos en lo de siempre: lo importante no es únicamente lo que haces, sino el cómo lo haces. Meta nunca tuvo la menor intención de que sus políticas de moderación de contenidos sirviesen para algo, y únicamente las adoptó por estética e imperativo legal. Ahora, las eliminan, dicen que se encomendarán a la supervisión de la comunidad porque no quieren actuar como censores… y lo seguirán haciendo igualmente mal o peor, porque les trae completamente sin cuidado. Mientras pases tiempo en la plataforma (algo que la confrontación, el insulto y la polarización tienden a conseguir como fenómeno colateral) y veas muchos anuncios, lo que te pase es problema tuyo.
Si antes Mark Zuckerberg ya me parecía un personaje peligrosísimo, irresponsable y con un impacto profundamente negativo, ahora además se dedica a hacerle la rosca a Donald Trump. Maravilloso. No anticipo nada, nada bueno.
This article is also available in English on my Medium page, «Zuckerberg has bent the knee to Trump: be afraid, be very afraid«