En el refugio bajo la encina

Bajo la encina habíamos construido una especie de refugio desde el que era fácil jugar a imaginar lo que fuera.

Jan 19, 2025 - 07:43
En el refugio bajo la encina

De vuelta de casa de la tía Aurora hemos ido con mi abuelo hasta la huerta. Hacía frío, pero el sol lucía en un día despejado, sin nube alguna en el cielo. La hierba estaba húmeda por el rocío de la mañana. Me gustan estos días fríos de invierno. Más aún si no tengo que ir a clase. No acabo de sentirme a gusto en el colegio de curas. Estudio, eso sí, sin mayores problemas. Mis notas siguen siendo excelente. Pero meterse allí dentro tantas horas al día no hace ninguna gracia. Ninguna.

En la huerta ahora en febrero no hay mucha actividad. Es más época de preparar la tierra. Hay una zona que todavía está sin plantar. Es la del maíz y la de las patatas, que nuestro abuelo suele plantar hacia finales de abril y principios de mayo. Normalmente va primero el maíz y luego las patatas, aunque sé que depende de cómo venga el tiempo. No llego a entenderlo muy bien, pero sé que su calendario, en cuanto a los cultivos y a los animales, tiene mucho que ver con las lunas. Sí, nuestro abuelo es todo un experto en esas cosas. Sabe del tiempo y de las lunas. Y mira que sufre cuando el tiempo no se porta como debería. Creo que en casa nos gusta que llueva porque él es el primero en bendecirla.

Se estaba a gusto en la huerta mirando aquí y allá. Tenemos un banco bajo la encina. Bueno, más que un banco es casi una especie de refugio empotrado contra las zarzas y muy bien protegido del viento norte por el denso follaje de la encina. Desde allí tenemos una vista privilegiada. Enfrente, mirando hacia arriba, queda La Reineta. Abajo, el Valle. Hacia la derecha Ortuella y la zona de las minas. Hacia la izquierda se ve el Argalario. Yo ya sé que por allí, más o menos, queda Bilbao, adonde vamos de vez en cuando a hacer las compras grandes porque allí queda el economato del banco donde trabaja mi padre.

Mientras el abuelo trajinaba con cosas menores en la huerta, mi hermana y yo nos hemos sentado en nuestro refugio durante un buen rato. Es un buen sitio para imaginar historias. De todo tipo. Desde alli, no sé muy bien por qué, es más fácil dejar volar la imaginación. Eso sí, yo no soy de los que se hacen grandes películas. Mis cosas son más sencillas. A veces incluso son tan simples como que me conformo con que no me pase nada malo. Creo que en mi mundo, quizá más retraído de lo normal, valoro más la tranquilidad que los desafíos. Sí, mejor evitar desgracias. No quiero más. Quiero que no me hagáis daño.

Imagen de Angel Santiago en Pixabay.