Pedacitos de mí

La primera novela del guionista Jota Quijorna es un thriller rural que pone sobre la mesa la problemática de los menores acogidos por los servicios sociales y el desmoronamiento de la llamada España vaciada. En este making of Jota Quijorna reconstruye el origen de Tierra feroz (Espasa). *** Y no recuerdo si fue justo después... Leer más La entrada Pedacitos de mí aparece primero en Zenda.

Ene 28, 2025 - 10:49
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Pedacitos de mí

La primera novela del guionista Jota Quijorna es un thriller rural que pone sobre la mesa la problemática de los menores acogidos por los servicios sociales y el desmoronamiento de la llamada España vaciada.

En este making of Jota Quijorna reconstruye el origen de Tierra feroz (Espasa).

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No recuerdo hace cuánto (bastante, visto en perspectiva), el día, la estación del año o el medio en el cual la leí, pero lo cierto es que el contenido de aquella noticia se me agarró con tanta fuerza que acabó arañándome el alma. En ella explicaba que un chaval menor de edad había escapado de un centro de acogida para volver con su familia, pero cuando llegó a reunirse con ellos ya nadie le esperaba. Ese núcleo familiar, derrotado por el juego y las drogas, había aprendido a vivir sin el hijo que un día le arrebatase a la fuerza los servicios sociales, en pos de evitar una vida que nada bueno parecía depararle a aquel niño, muchacho en el momento de la noticia.

Y no recuerdo si fue justo después de leerla o tras una reflexión ensoñada, pero sí quedó guardada en mi subconsciente una premisa tan clara como terrible: qué podía haber peor que verse solo y repudiado por la familia. Y como una asociación de ideas juguetona y perversa, como un peaje de horror, vino a mi mente una de las primeras imágenes que me atemorizaron de niño. Me refiero a la película de Boris Karloff, de 1931, El doctor Frankenstein, como si aquel clásico de terror en blanco y negro pudiera equipararse a una desgracia social como aquella. Hay que ver qué cosas tiene la mente.

"El siguiente impacto visual y emocional vendría a eso de los trece, en los inicios de mi estrenada pubertad, al ver la película El fantasma del paraíso, de Brian de Palma"

Tendría yo siete o quizás ocho años cuando la pasaron por televisión y, aunque no quería verla, no pude resistirme a echar un vistazo entre la rendija de la puerta de mi habitación que daba al comedor. En ese momento el monstruo estaba junto a un río con una niña pequeña, María, lanzando flores al agua, viendo como flotaban. A pesar de la inquietante presencia de la bestia era todo bucólico, estaba todo bien. Pero, ay de mí, cuando el monstruo de Frankenstein agarró a la niña y la lanzó al agua, esperando que flotase como las flores, pero María, una niña que no sería mucho más pequeña que yo, no flotó y se hundió en el río entre trágicos borbotones, ay de aquel yo inocente de ocho años.

El siguiente impacto visual y emocional vendría a eso de los trece, en los inicios de mi estrenada pubertad, al ver la película El fantasma del paraíso, de Brian de Palma. Todo un shock que creo que todavía me dura. La música, aquel tipo siniestro y enmascarado, la historia tenebrosa. Esa versión punk de la novela de Gaston Leroux me animó a leerla, y entre sus páginas, por las tardes, en una biblioteca de la barcelonesa Travessera de Gràcia, hace casi cuarenta años, quedé atrapado por esa atmósfera fantasmagórica de las entrañas de la ópera de París; por sus pasillos en penumbra, los sótanos y recovecos, el ambiente oscuro y gótico que envolvía ese relato de tintes melómanos y sobrenaturales.

"Como me decía Albert Dumortier, actor en películas como Patton y mi primer profesor de guión, la mayor originalidad se encuentra dentro de cada uno de nosotros, ya que somos únicos e irrepetibles"

Quizás haya sido por haber crecido entre encargos al Círculo de Lectores, nuestro Amazon de los 70 y 80, las librerías de viejo, donde el libro y el cómic eran moneda de cambio, o las sesiones continuas, aquellas en las que podías entrar en un cine nada más acabar de comer y salías casi a la hora de cenar, después de haber visto la peli de estreno dos o tres veces, que se forjaron las herramientas de una imaginación capaz de realizar los cimientos de una novela con ese fantástico y grotesco popurrí, encofrado por mi devoción al monte asturiano, descubierto en un trabajo sobre los pastores y las brañas en mi primer año de universidad, en la abandonada licenciatura en historia.

Y es que, como me decía Albert Dumortier, actor en películas como Patton y mi primer profesor de guión, la mayor originalidad se encuentra dentro de cada uno de nosotros ya que somos únicos e irrepetibles. Puede que sea por eso por lo que Tierra feroz, esta mi primera novela, como aquel monstruo de Frankenstein de los años 30, se haya ido componiendo de retales guardados en el cajón de sastre de mi memoria. Una historia que habla de niños y centros de acogida, de monstruos y penumbra, del pasado, del miedo, de un montón de cosas y que solo después de escribirla me he dado cuenta de lo mucho que había de mí en ella, o al menos de lo mucho atesorado entre lo leído, oído y visionado durante más de media vida.

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Autor: Jota Quijorna. Título: Tierra feroz. Editorial: Espasa. Venta: Todos tus libros.

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