Mamen García, la dobladora y actriz que encarna a la Miss Lunatic de Martín Gaite: “Dejé de doblar porno porque me mareaba de tanto jadear”
En el año en el que se celebra el centenario de Carmen Martín Gaite, el Teatro de la Abadía de Madrid estrena un montaje de 'Caperucita en Manhattan', adaptado y dirigido por Lucía MirandaMarianne Faithfull, la biografía de la superviviente: de exnovia descarriada a ser admirada por los más grandes del pop Mamen García es una actriz que el público quiere, capaz de provocar una sonrisa en el espectador nada más aparecer, da igual que sea en teatro, cine o televisión. Valenciana, curiosa y luchadora, acaba de estrenar obra en el Teatro de la Abadía de Madrid. La pieza, dirigida por Lucia Miranda, es una adaptación de uno de los libros más queridos por los lectores de Carmen Martín Gaite, Caperucita en Manhattan. La actriz interpreta a Miss Lunatic, un personaje mágico y díscolo que le sienta como un guante. Pero la vida de esta actriz, que comenzó cantando en el barrio chino de Barcelona en los ochenta, ha sido un vaivén de tesón y altibajos. A Mamen hoy la paran por la calle, “sobre todo jóvenes”, cuenta a este diario, y le recuerdan su papel de Amparo Señoras del (h)AMPA, de la marquesa en La que se avecina o de abuela en el musical Billy Elliot. Pero la carrera de esta portentosa actriz que ya peina 78 canas no siempre fue de champagne y rosas. Si bien el año 82 le llegó la fama con su grupo de música Patxinger Z en el recordado programa de televisión Si yo fuera presidente de Fernando García Tola, después llegaron años donde su carrera musical no despegaba. Durante los noventa hizo de todo, grabó varios discos en solitario, fue la voz del jingle de Mercadona y consiguió ganarse la vida con el doblaje. Entre otras actividades. Pero todo cambió en el año 2000 cuando el teatro se cruzó en su vida. Usted venía de la música, llegó al teatro ya mayor. Claro, yo tenía mi grupo Patxinger Z y mi carrera como cantautora. A mí todo me ha venido de mayor. Yo era carne de psiquiatra, con el poco caso que me hacían los productores musicales. Menos mal que encontré la astrología que me hizo entender el mundo y me permitió no estar aterrada en la Tierra y saber esperar el devenir sin pensar que tenga que ser malo. Me gusta el devenir. La actriz Mamen García En los 90, cuando todo iba peor, ¿de qué vivía? Estuve viviendo, sobre todo, del doblaje. Un amigo trajo porno del blando, y ahí me metí. Lo dejé porque me mareaba, no hay quien pudiera con tanto jadear, incluso llegué a desmayarme. Ahí estaba yo con señoras que hacían calceta, bien profesionales, que decían, “ala, te toca jadear”, pero yo no podía. Luego hice mucho doblaje valenciano, incluso un par de películas de Lauren Bacall. ¿Años duros? Un poco, pero en casa yo siempre decía “algún día me iré y veréis”. En el doblaje llegó un momento que tan solo me daban papeles de viejas, aunque yo tengo una voz juvenil. Y me dije, “así que a esto ha llegado mi vida de cantante, acabar doblando a cuatro abuelas en dos meses”. Así, que cuando salió el casting del Hombre de la Mancha, me fui a Madrid y me cogieron. El primer musical que triunfó en España en 1997 con José Sacristán y Paloma San Basilio y dirigido por el recordado Gustavo Tambascio. A Gustavo lo adoraba, es de los hombres más ilustrados que he conocido en mi vida, ocurrente, divertido… Sentí mucho su muerte. Siempre me decía, “cuénteme usted, que usted me habla de los astros y yo le hago mucho caso, usted no sabe cómo yo la respeto”. Era tan respetuoso como cariñoso. Siempre ha dicho que fue con Tambascio que su carrera pegó un cambio, que usted hizo un clic y vio que podía hacer una carrera como actriz, ¿fue así? Sí, fue en el siguiente espectáculo, estábamos ensayando Memory (2000) con Gustavo y con el productor Enrique Salaberría. Y un día tocando el piano, porque yo siempre que puedo estoy tocando, le toqué el tema famoso del mus
En el año en el que se celebra el centenario de Carmen Martín Gaite, el Teatro de la Abadía de Madrid estrena un montaje de 'Caperucita en Manhattan', adaptado y dirigido por Lucía Miranda
Marianne Faithfull, la biografía de la superviviente: de exnovia descarriada a ser admirada por los más grandes del pop
Mamen García es una actriz que el público quiere, capaz de provocar una sonrisa en el espectador nada más aparecer, da igual que sea en teatro, cine o televisión. Valenciana, curiosa y luchadora, acaba de estrenar obra en el Teatro de la Abadía de Madrid. La pieza, dirigida por Lucia Miranda, es una adaptación de uno de los libros más queridos por los lectores de Carmen Martín Gaite, Caperucita en Manhattan. La actriz interpreta a Miss Lunatic, un personaje mágico y díscolo que le sienta como un guante.
Pero la vida de esta actriz, que comenzó cantando en el barrio chino de Barcelona en los ochenta, ha sido un vaivén de tesón y altibajos. A Mamen hoy la paran por la calle, “sobre todo jóvenes”, cuenta a este diario, y le recuerdan su papel de Amparo Señoras del (h)AMPA, de la marquesa en La que se avecina o de abuela en el musical Billy Elliot. Pero la carrera de esta portentosa actriz que ya peina 78 canas no siempre fue de champagne y rosas.
Si bien el año 82 le llegó la fama con su grupo de música Patxinger Z en el recordado programa de televisión Si yo fuera presidente de Fernando García Tola, después llegaron años donde su carrera musical no despegaba. Durante los noventa hizo de todo, grabó varios discos en solitario, fue la voz del jingle de Mercadona y consiguió ganarse la vida con el doblaje. Entre otras actividades. Pero todo cambió en el año 2000 cuando el teatro se cruzó en su vida.
Usted venía de la música, llegó al teatro ya mayor.
Claro, yo tenía mi grupo Patxinger Z y mi carrera como cantautora. A mí todo me ha venido de mayor. Yo era carne de psiquiatra, con el poco caso que me hacían los productores musicales. Menos mal que encontré la astrología que me hizo entender el mundo y me permitió no estar aterrada en la Tierra y saber esperar el devenir sin pensar que tenga que ser malo. Me gusta el devenir.
En los 90, cuando todo iba peor, ¿de qué vivía?
Estuve viviendo, sobre todo, del doblaje. Un amigo trajo porno del blando, y ahí me metí. Lo dejé porque me mareaba, no hay quien pudiera con tanto jadear, incluso llegué a desmayarme. Ahí estaba yo con señoras que hacían calceta, bien profesionales, que decían, “ala, te toca jadear”, pero yo no podía. Luego hice mucho doblaje valenciano, incluso un par de películas de Lauren Bacall.
¿Años duros?
Un poco, pero en casa yo siempre decía “algún día me iré y veréis”. En el doblaje llegó un momento que tan solo me daban papeles de viejas, aunque yo tengo una voz juvenil. Y me dije, “así que a esto ha llegado mi vida de cantante, acabar doblando a cuatro abuelas en dos meses”. Así, que cuando salió el casting del Hombre de la Mancha, me fui a Madrid y me cogieron.
El primer musical que triunfó en España en 1997 con José Sacristán y Paloma San Basilio y dirigido por el recordado Gustavo Tambascio.
A Gustavo lo adoraba, es de los hombres más ilustrados que he conocido en mi vida, ocurrente, divertido… Sentí mucho su muerte. Siempre me decía, “cuénteme usted, que usted me habla de los astros y yo le hago mucho caso, usted no sabe cómo yo la respeto”. Era tan respetuoso como cariñoso.
Siempre ha dicho que fue con Tambascio que su carrera pegó un cambio, que usted hizo un clic y vio que podía hacer una carrera como actriz, ¿fue así?
Sí, fue en el siguiente espectáculo, estábamos ensayando Memory (2000) con Gustavo y con el productor Enrique Salaberría. Y un día tocando el piano, porque yo siempre que puedo estoy tocando, le toqué el tema famoso del musical Sunset Boulevard, el que estrenó Glenn Close hace unos años basado en la película El crepúsculo de los dioses de Gloria Swanson. Me puse a cantar As If we never say goodbye, aquello de “I don't know why I'm frightened...” y Gustavo me dijo: “Pero usted, tiene que cantar esto en la obra”. Y habló con Salaberria y se empeñó hasta convencerlo y que en el cartel saliera junto a los cantantes.
Y fue un éxito, ¿no?
Sí, sí que lo fue, me acuerdo de que un día en Alicante se me cayó la peluca y canté con el traje de pieles y la media… La gente se partía. Se pensaba que era verdad, pero es que a veces simplemente se te caen las cosas. Fue un momento decisivo, cuando yo hacía esa canción era tal disfrute, me oía tan bien que dije: “Dios mío, pero si yo sirvo para esto”, ahí empecé con los musicales…
Pero usted además vivió uno de los momentos más efervescentes del teatro valenciano de principios de siglo en el Moma Teatre. Un espacio donde se dio uno de los buceos teatrales con más enjundia de aquellos años en España.
Sí, trabajé mucho con el director Carles Alfaro. Hicimos obras de Harold Pinter, Max Frisch o Christopher Durant. Incluso me dieron premios. Fueron años muy bonitos.
Papeles muy exigentes teatralmente. Llama la atención que no tiene una formación muy académica…
¿Yo? Nada, nada de academicismos. Yo aprendí en el programa de Tola que era en directo y me decían “canta a la niña de la estación”, y cantaba. Cogía un vestido de mi tía Inés o lo que tuviese en el baúl de cosas de mi madre que me llevaba al estudio, me lo ponía y cantaba. Ahí ya estaba representando, a mí eso me ha ayudado mucho, intuitivamente yo llevaba mucho acumulado.
Ahora interpreta a Miss Lunatic, todo un personaje, que vive en las calles de Nueva York, extravagante y misteriosa, mitad hada, mitad bruja, y que establece una relación muy especial con Sara, la caperucita de este cuento (Carolina Yuste), ¿qué puede decirnos de su personaje?
Me ha costado pillarle el punto. Cuando me ofrecieron el papel releí el libro de Martín Gaite y me dije, “me encaja”, es una mujer atípica, que te puede salir por donde sea, no es solo una pordiosera, es la bohemia, impredecible. Luego el personaje ha ido cogiendo más aristas en la versión de Lucia Miranda. Desde el principio Lucia me dijo que Lunatic era también Carmen Martín Gaite.
Algo nada fácil, porque ya que en escena no se explicita que hay ese desdoblamiento…
El cambio de registro vocal para que la gente lo entienda no es fácil. Pero tiene sentido. Cuando Carmen se fue a Nueva York, a los seis meses de morir Marta, su hija, necesitó escribir ese libro para salir de ese infierno, pero sin olvidar que la tenía presente. Lucía ha querido plasmar eso en la obra y yo tengo que hacérselo ver a la gente. Es un momento bien poético, donde está presente el mundo tan especial que tenían madre e hija. Algo que aparece en otro de sus libros El cuarto de atrás. Tengo muchas ganas de ver en la Abadía la obra que va a hacer Emma Suárez de El cuarto de atrás en febrero.
En los últimos años ha habido una importante recuperación de la obra de Martín Gaite con nuevas ediciones e incluso nuevas publicaciones. Próximamente se va a publicar De hija a madre, de madre a hija, en el que la autora aborda la especial relación con su hija, filóloga que murió a consecuencia del sida con 28 años. Usted, ¿cuándo empezó a leerla?
Tenía 13 años, leí el Premio Nadal que le dieron en 1957, Entre visillos. Estaba interna en un colegio y encontré en ella una escritura tan fácil, tan sencilla, y aun así nada básica. Su estilo literario es el de una mujer que piensa en el lector, que quiere ser entendida. Luego dejé de leerla, me puse snob y me leí a todos los malditos, pero hace años me compré una casa y el dueño dejó su biblioteca y ahí aparecieron libros suyos que he ido leyendo. Es increíble lo que hizo, sus libros, pero también su vida como mujer, su fuerza.
Usted que ha visto a esta España crecer, que ha visto cómo ha cambiado la situación de la mujer en la sociedad, ¿qué le sigue molestando?
Me siguen jodiendo los ineptos, como el inepto del juez Adolfo Carretero que interrogó a Elisa Mouliaá en el caso Errejón. Que este señor siga en activo en el siglo XXI me parece mentira, pero parece que conviene. También me preocupa el retroceso que estamos viviendo, desde hace unos años veo que la gente parece meterse en el caparazón, no hay apertura, y se lo digo yo que viví los ochenta. La gente joven está todo el día con el móvil, no saben que existe el mundo, sólo lo que reciben en las redes. Además, hay gente que no quiere cambiar.
¿A qué se refiere?
Es cierto que estamos en un mundo muy cambiante, donde ahora somos todes o todas y para la gente mayor es difícil de entender. Mira, yo tengo dos hermanas más mayores. Una todo bien, pero la otra parece que sigue en la Sección Femenina de Falange. Hay que saber aceptar las cosas. A mí hay muchas que me cuestan, pero las acepto si eso hace bien. Ahora, al memo de Donald Trump se le ha ocurrido que eres hombre o mujer y punto. Pero la realidad no es esa. Puedes negarla y que todo te pase por encima como una avalancha o intentar lidiar, entender y manejarla diplomáticamente.
Una realidad que usted sigue navegando, no se le acaba la mecha…
No, para nada. Ahora estoy preparando un espectáculo con David Serrano, el director de Billy Elliot y The Book of Mormon. Empiezo diciendo: “Buenas noches, soy Marta de la Cruz y estoy aquí por culpa de unas torrijas”. Es un espectáculo con el que uno el teatro y mi faceta como cantautora. Estoy feliz, además me acompaña en escena mi hijo, Albert Sanz, que es músico. Se llama Hasta el final de la fiesta, lo estrenamos el 7 de marzo en Fuenlabrada. Si va bien, espero girar mucho.