Changelings: Los niños que se llevaron las hadas

ni suspiréis por mí en vano. Os quedan mis hermanas, os queda mi hermanito, que juega en el lugar que llaman Paraíso. Son todos hijos vuestros, hijos vuestros para siempre. Pero yo, tan indomable os avergüenzo: con este rostro moreno tan extraño, no soy, lo sé, más que un hijo a medias. Jugando en el... Leer más La entrada Changelings: Los niños que se llevaron las hadas aparece primero en Zenda.

Jan 22, 2025 - 01:34
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Changelings: Los niños que se llevaron las hadas

Que no doblen por mí las campanas, querido padre y querida madre,

ni suspiréis por mí en vano.

Os quedan mis hermanas, os queda mi hermanito,

que juega en el lugar que llaman Paraíso.

Son todos hijos vuestros, hijos vuestros para siempre.

Pero yo, tan indomable

os avergüenzo: con este rostro moreno tan extraño,

no soy, lo sé, más que un hijo a medias.

Jugando en el jardín durante todo el día, el verano pasado

oí, desde muy lejos

el dulce piar de alguien recién llegado,

el canto de un pájaro, el más adorable y claro.

 

Vivía allí abajo, en la hondonada profunda y verde,

mi antiguo hogar, y las hadas dicen

que hay que obedecer lo que diga un pájaro,

así que me marché, durante una noche y un día.

 

Una noche, además, en el cuarto del bebé, junto a la chimenea,

estábamos acurrucados, muy muy quietos,

cuando, de repente, el viento se puso a soplar con más fuerza,

algo arañaba el alféizar (de la ventana).

Nos miraba un rostro moreno y demacrado, me dio un escalofrío.

Nadie oyó nada ni parecieron darse cuenta,

los brazos de aquel ser se agitaban y sus alas temblaban

Uuuuh, sabía que había venido a buscarme.

Algunos son de lo más malo que hay.

Bailaron bajo la lluvia toda la noche

daban vueltas y vueltas en corro, empapados,

Lanzaron sus sombreros contra el cristal de la ventana,

querían que chillara y gritara

y tirara las sábanas por los aires.

Yo aquella noche quería quedarme en la cama

y solo con que hubierais dejado una luz encendida

no habrían podido sacarme de allí.

 

A veces no quería hablaros, ¿sabéis?,

ni contestar a lo que me decíais.

Porque en los largos y tranquilos atardeceres de primavera,

se oye a todo el mundo susurrar:

la tímida hierba haciendo el amor

las plumas de la entrañable paloma gris que crecen

el corazón diminuto del colirrojo latiendo,

Suenan los brincos de la ardilla

 

los guijarros ruedan en ríos plateados

los juncos hablan en sueños

baten sus alas negras los murciélagos

las campánulas silvestres tintinean suavemente

tarareando y martilleando en los oídos.

Se oye todo

en el corazón de las cosas ocultas.

Pero no con el alboroto del cuarto de los niños.

Por eso quería estar callado,

no podía hacer las cuentas, ni cantar.

Ni calmarme.

Y cuando, por todo eso, me mandasteis arriba

de verdad que me arrodillé para rezar.

Pero el Rey que se sienta en lo alto del campanario de vuestra iglesia

no tiene nada que ver con nosotros, la gente mágica.

Os obedecí muchas veces, querido padre, querida madre,

aprendí mis lecciones y me gustaba jugar,

y quería mucho a mi pálido hermano pequeño

a quien ha debido de visitar algún otro pájaro.

¿Por qué me trajeron aquí para que no fuera

ni bueno ni malo,

por qué, a menos que sean realmente perversos, quieren, solo por maldad,

devolverme a su húmedo bosque salvaje?

Ahora, por las noches veré las ventanas encendidas,

el brillo dorado de la lámpara y el fulgor rojizo del fuego

mientras los buenos juntamos ramas y el resto lloriquea

en la hondonada que está junto al arroyo.

Negras y frías son sus noches

y viven largos años y no sienten dolor.

Yo me haré mayor, pero nunca me haré viejo,

siempre, siempre, tendré mucho frío

y jamás regresaré.

******

La traducción de este poema es de Beatriz Giménez de Ory, Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil 2021 por su magistral Un hilo me liga a vos. Nunca le agradeceré lo suficiente su delicado trabajo para que pudiese incluir algunos versos en La pata de Monkey (SM, 2023), un homenaje a la literatura gótica de terror.

La autora es Charlotte Mew (1869-1928), escritora británica, elogiada por Virginia Woolf como una de las poetas más sensibles de la época.

"Ambas escritoras compartían una experiencia vital que marcaría en gran medida su percepción de la realidad: hermanos que el folklore anglosajón calificaba de changelings"

Ambas escritoras compartían una experiencia vital que marcaría en gran medida su percepción de la realidad: hermanos que el folklore anglosajón calificaba de changelings, y los intelectuales más relevantes de la época, incluido el padre de Virginia, Leslie Stephen, calificaban de idiotas, no en sentido peyorativo, sino en una etiqueta generalista que definía multitud de disfuncionalidades que no serían clasificadas y estudiadas hasta la posteridad.

La hermanastra de Virginia Woolf, the poor Laura, única hija de Leslie Stephen y Minnie Thackeray (hija de Thomas M. Thackeray), estaba aquejada de un síndrome autista que la mantuvo internada en instituciones especializadas larguísimas temporadas de su vida.

Lo mismo sucedió con los hermanos de Charlotte Mew, quien, al parecer, nunca contrajo matrimonio para no transmitir la «locura” a sus descendientes.

¿Idiota, loco, changeling?

El changeling es un mito ajeno a los pueblos de Mediterráneo, no a los pueblos anglosajones. Y es que creemos que en este mundo globalizado nos son familiares todos los mitos, los conceptos, pero no es así.

"En su origen este mito explica la presencia de un niño con rasgos feéricos, que a duras penas consigue articular el lenguaje en el que hablan sus allegados"

Voy a proponer un reto al lector, una búsqueda de la palabra para localizar películas con este título. La lista es inacabable, aunque solo voy a citar dos: Al final de la escalera, un clásico enervante del cine de terror, y El intercambio, dirigida por Clint Eastwood y protagonizada por Angelina Jolie. Los títulos de la versión original de ambas son precisamente The Changeling, esto es, un niño que las hadas han cambiado.

En su origen este mito explica la presencia de un niño con rasgos feéricos, que a duras penas consigue articular el lenguaje en el que hablan sus allegados. Niños que no aparentan ser de los de su sangre. Y la única explicación para su existencia es que las hadas se han llevado al hijo verdadero para intercambiarlo por uno de los suyos.

El hijo humano verdadero está en un mundo paralelo, un Neverland, un lugar que se sitúa o en las estrellas o en los mundo subterráneos, como un rehén.

Si el mortal terreno que debe velar por el hijo de las hadas no cuida de su huésped, las hadas no cuidarán del hijo que se llevaron con ellas. De este modo los niños de las hadas, aquellos que hoy catalogaríamos dentro del espectro autista y otras disfuncionalidades psíquicas o físicas, deben ser respetados, cuidados, recibidos y criados con reverencia. Aunque también exista una tradición paralela de relatos en los que la falta de cuidados es el motivo principal.

"Hay hadas que se llevan a niños, los más adorables: los tientan con manzanas, golosinas"

No obstante, a veces las hadas son o despistadas o malvadas. El límite entre las brujas y las hadas no está tan bien delineado como nos hace creer la factoría Disney.

Hay hadas que se llevan a niños, los más adorables: los tientan con manzanas, golosinas (El niño que se llevaron las hadas, Sheridan Le Fanu), pero no dejan a uno de los suyos a cambio. Y los niños desaparecidos, los que han sucumbido a un sueño eterno, los que simplemente no han vuelto a sus hogares, pasan a ser niños perdidos: niños que vuelan o niños que son llevados a moradas subterráneas.

Niños que si vuelven contemplan que su cuna ha sido ocupada por otro niño, que se han instalado rejas en las ventanas para impedir que las hadas vuelvan a entrar y que tampoco les permiten volver a ellos. Y cuando un nuevo bebé ocupa la cuna que antaño fue de otro niño, un niño al que las hadas llevaron a otro reino, aéreo o subterráneo, a veces su sombra permanece en su lugar de origen.

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