La mejor misión de Hogwarts Legacy me ha dejado claro que en el país de los ciegos el tuerto es el rey

Cuando comencé mi viaje en Hogwarts Legacy, fui totalmente obnubilado por la esplendorosa magia que desprende la obra de Avalanche Software. A pesar de todo lo malo que pueda decir a continuación, me mantengo en mi postura: el mundo abierto y la escuela poseen una de las mejores ambientaciones que me haya podido echar a la cara. Sin embargo, semejante escaparate disfraza una reiteración de dinámicas que pierde fuelle con el paso de las horas. Hogwarts Legacy termina siendo aburrido, o por lo menos me ha provocado una desconexión constante a partir de las 15 horas de partida. He llegado hasta los créditos con un punto de hartazgo que no rompía del todo el hilo de intéres que me mantenía atado a la trama principal, pero las misiones secundarias se convirtieron en un suplicio. Daba igual si ayudaba al nuevo NPC de turno a cualquier alumno con ínfulas de carisma que se cruzase por mi camino, sus propuestas resultaban plomizas. Y no tanto por sus preocupaciones o por el objetivo que se planteaba, sino porque las dinámicas de Hogwarts Legacy terminan reduciéndose en poner de vuelta y media a duendes, acólitos de Rookwood, arañas y algún que otro trol bobalicón. Nada de sacarle partido a la escoba, puzles excesivamente planos y mazmorras cuya única dirección que seguir es adelante, aunque reconociendo el patrón en las paredes y su arquitectura que ya has visto tropecientas veces antes. Sí, quería llegar al final para olvidarme de una vez por todas de la producción de Warner Bros. Interactive, aunque albergaba cierta esperanza en una misión. Durante meses se volvió muy popular la tarea secundaria que únicamente los jugadores de PlayStation podían disfrutar, así que aproveché que cuento con una PS5 para catarla. Solo escuché maravillas por su puesta en escena y propuesta diferente, pero apenas sabía que todo comenzaría en Hogsmeade. La única pega para llegar hasta Negocio propio es que es necesario avanzar en la historia principal como para situarse en la estación de invierno. Mucha charla y Revelio me he tenido que tragar hasta este punto, aunque despejé esas ideas nocivas de mi mente cuando encontré a la elfa doméstica Penny en la puerta de un local al sureste del pueblo mágico. Me parece que la situación de los elfos en el universo de J. K. Rowling no la aprobaría la ONU y daría para una tesis relatar la tremenda falta de empatía de sus amos, pero aquí estamos centrados en otro tema. En Vida Extra Solo quiero cantar Viva Las Vegas de Elvis Presley mientras reviento a miles de zombies en World War Z. Ya podría aprender Zack Snyder Lo cierto es que toca hablar con Cassandra Mason, una bruja que es propietaria de la tienda y que la vende por... 1.500 galeones. No existen esos precios ni en el pueblo más abandonado de la mano de Dios en la provincia de Soria, por lo que ya sospecho algún tipo de gato encerrado. No hay marcha atrás, apoquino la pasta y regreso con Penny que es el único personaje verdaderamente majo de todo este videojuego. Ella es la encargada de cuidar el local y una muy buena dependienta que puede poner en marcha el negocio, siempre y cuando lo arregle con Reparo. Es en ese momento cuando la fantasía de Negocio propio comienza, pues tras entrar en el sótano para comprobar que todo está en orden, soy transportado a una dimensión única. ¿Cuál? Pues la que gobierna Fastidio, un poltergeist que toca más las narices que el mismísimo Peeves, pero que es el autor del nivel más ingenioso de todo el videojuego. Aunque bien es cierto que la misión vuelve a tropezar en lo referente a repetir esquemas, al menos son distintos a los que hay más allá de las cuatro paredes de la casa. Harry Potter también es miedo, y sino que nos lo digan cuando los dementores aparecieron por primera vez en El Prisionero de Azkaban. Aunque no llega a meter pánico, es genial cruzarse con espacios imposibles en la vida real, habitaciones lúgubres, maniquíes que se giran y nos persiguen sin descanso. Un acoso constante que tan solo es aliviado por el uso de Lumos y por los faroles que toca colocar en las manos para poder seguir avanzando. Todo ello se acrecienta con el hecho de estar encerrado entre cuatro paredes todo el rato, por lo que la luz del sol comienza a sentirse como una necesidad cuanto más avanzas. Sorprendentemente Hogwarts Legacy se olvidó por completo de cualquier incursión del ajedrez mágico, excepto por una estelar y fugaz aparición en Negocio propio que agradezco enormemente. Me recuerda a mis viejos tiempos con Harry Potter y la Piedra Filosofal para PS1, intentando desentrañar el patrón para que las figuras se destruyesen entre ellas. Una hora de partida exclusivamente dedicada a los pasillos se antoja un tanto larga, pero está bien amenizada con un enfrentamiento con Fastidio y una confrontación final francamente complicada. L

Jan 22, 2025 - 07:26
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La mejor misión de Hogwarts Legacy me ha dejado claro que en el país de los ciegos el tuerto es el rey

La mejor misión de Hogwarts Legacy me ha dejado claro que en el país de los ciegos el tuerto es el rey

Cuando comencé mi viaje en Hogwarts Legacy, fui totalmente obnubilado por la esplendorosa magia que desprende la obra de Avalanche Software. A pesar de todo lo malo que pueda decir a continuación, me mantengo en mi postura: el mundo abierto y la escuela poseen una de las mejores ambientaciones que me haya podido echar a la cara. Sin embargo, semejante escaparate disfraza una reiteración de dinámicas que pierde fuelle con el paso de las horas.

Hogwarts Legacy termina siendo aburrido, o por lo menos me ha provocado una desconexión constante a partir de las 15 horas de partida. He llegado hasta los créditos con un punto de hartazgo que no rompía del todo el hilo de intéres que me mantenía atado a la trama principal, pero las misiones secundarias se convirtieron en un suplicio. Daba igual si ayudaba al nuevo NPC de turno a cualquier alumno con ínfulas de carisma que se cruzase por mi camino, sus propuestas resultaban plomizas.

Y no tanto por sus preocupaciones o por el objetivo que se planteaba, sino porque las dinámicas de Hogwarts Legacy terminan reduciéndose en poner de vuelta y media a duendes, acólitos de Rookwood, arañas y algún que otro trol bobalicón. Nada de sacarle partido a la escoba, puzles excesivamente planos y mazmorras cuya única dirección que seguir es adelante, aunque reconociendo el patrón en las paredes y su arquitectura que ya has visto tropecientas veces antes.

Sí, quería llegar al final para olvidarme de una vez por todas de la producción de Warner Bros. Interactive, aunque albergaba cierta esperanza en una misión. Durante meses se volvió muy popular la tarea secundaria que únicamente los jugadores de PlayStation podían disfrutar, así que aproveché que cuento con una PS5 para catarla. Solo escuché maravillas por su puesta en escena y propuesta diferente, pero apenas sabía que todo comenzaría en Hogsmeade.

La única pega para llegar hasta Negocio propio es que es necesario avanzar en la historia principal como para situarse en la estación de invierno. Mucha charla y Revelio me he tenido que tragar hasta este punto, aunque despejé esas ideas nocivas de mi mente cuando encontré a la elfa doméstica Penny en la puerta de un local al sureste del pueblo mágico. Me parece que la situación de los elfos en el universo de J. K. Rowling no la aprobaría la ONU y daría para una tesis relatar la tremenda falta de empatía de sus amos, pero aquí estamos centrados en otro tema.

Hogwarts Legacy

Lo cierto es que toca hablar con Cassandra Mason, una bruja que es propietaria de la tienda y que la vende por... 1.500 galeones. No existen esos precios ni en el pueblo más abandonado de la mano de Dios en la provincia de Soria, por lo que ya sospecho algún tipo de gato encerrado. No hay marcha atrás, apoquino la pasta y regreso con Penny que es el único personaje verdaderamente majo de todo este videojuego. Ella es la encargada de cuidar el local y una muy buena dependienta que puede poner en marcha el negocio, siempre y cuando lo arregle con Reparo.

Es en ese momento cuando la fantasía de Negocio propio comienza, pues tras entrar en el sótano para comprobar que todo está en orden, soy transportado a una dimensión única. ¿Cuál? Pues la que gobierna Fastidio, un poltergeist que toca más las narices que el mismísimo Peeves, pero que es el autor del nivel más ingenioso de todo el videojuego. Aunque bien es cierto que la misión vuelve a tropezar en lo referente a repetir esquemas, al menos son distintos a los que hay más allá de las cuatro paredes de la casa.

Harry Potter también es miedo, y sino que nos lo digan cuando los dementores aparecieron por primera vez en El Prisionero de Azkaban. Aunque no llega a meter pánico, es genial cruzarse con espacios imposibles en la vida real, habitaciones lúgubres, maniquíes que se giran y nos persiguen sin descanso. Un acoso constante que tan solo es aliviado por el uso de Lumos y por los faroles que toca colocar en las manos para poder seguir avanzando.

Hogwarts Legacy

Todo ello se acrecienta con el hecho de estar encerrado entre cuatro paredes todo el rato, por lo que la luz del sol comienza a sentirse como una necesidad cuanto más avanzas. Sorprendentemente Hogwarts Legacy se olvidó por completo de cualquier incursión del ajedrez mágico, excepto por una estelar y fugaz aparición en Negocio propio que agradezco enormemente. Me recuerda a mis viejos tiempos con Harry Potter y la Piedra Filosofal para PS1, intentando desentrañar el patrón para que las figuras se destruyesen entre ellas.

Una hora de partida exclusivamente dedicada a los pasillos se antoja un tanto larga, pero está bien amenizada con un enfrentamiento con Fastidio y una confrontación final francamente complicada. La virtud de Negocio propio radica en su diversidad, en no querer quedarse estancado en la conformidad de los patrones que sí están vinculados al resto de misiones. No es la mejor de la historia, ni siquiera sería sobresaliente en otras producciones, pero es lo suficientemente notable como para elevarse con claridad frente a la mediocridad.

¿Y qué sucede al final? Bueno, conseguir un trato con Fastidio para que deje de tocar las narices todos los días parece sencillo, pero el tremendo giro de guión que no vi venir es que Mason se vuelve majara perdida. Acudo con el peso de la ley hasta su hogar y la muy chalada decide comenzar a lanzar hechizos a diestro y siniestro. Tras dejar en evidencia a los cuerpos y fuerzas de seguridad del Ministerio de Magia, le meto una soberana paliza a Cassandra para que cierre la boca.

Hogwarts Legacy

El negocio era evidente: vender la propiedad por una cantidad ínfima para que los más incautos no aguantasen mucho tiempo en ella, hacerse de nuevo con ella e iniciar el proceso una vez más hasta forrarse. Por suerte ahora está en una celda de Azkaban y yo conservo el negocio, aunque en un gesto de altruismo que será recordado por los siglos de los siglos, decido cedérselo sin reparos a Penny. Que lo disfrute, carajo, se lo ha ganado. Puedo forrarme con otros métodos, aunque el dinero acaba acumulándose sin sentido en mis arcas. Ni siquiera la Sala de los Menesteres es suficiente motivación en Hogwarts Legacy como para gastarlo.

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La noticia La mejor misión de Hogwarts Legacy me ha dejado claro que en el país de los ciegos el tuerto es el rey fue publicada originalmente en Vida Extra por Juan Sanmartín .

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