Aguafuertes sudacas: Ese pantanoso trecho entre el dicho y el hecho
Sea como fuere, hoy no voy a despotricar, tampoco le echaré la culpa a usted de algo, ni a los políticos, ni a los medios, y ojo, no es que esté bonachona por el clima veraniego, las olas y el viento. NO. ¿Ve, sábelonada? Siempre supone mal. No gusto de las vacaciones. ¡Me parecen una... Leer más La entrada Aguafuertes sudacas: Ese pantanoso trecho entre el dicho y el hecho aparece primero en Zenda.
Me cuenta una lectora que ella se conoce mejor que nadie, y yo me reí, por lo bajo, claro, porque el último que se conoce a sí mismo es uno mismo, a menos que se tenga tiempo para trabajar en ello, y me reí también porque se trata esto de caerle bien a los lectores (aunque no digan más que estupideces) para que me sigan siguiendo y no de pelearme con ellos, ¿no? Comenta la sapiencia popular que de esa manera se logra el éxito, divino tesoro, consiguiendo a cualquier costo que una cantidad relativa de gente nos ponga like así el resto cree que el producto es bueno o al menos digno de cierta importancia, aunque no.
Entonces, decía, hoy no le voy a echar la culpa de algo porque me he comprado el nuevo iPhone 16 y aún estoy dentro de los 16 minutos de felicidad que la nueva adquisición me proporciona y, como es sabido, alguien feliz trata mejor al prójimo. ¡¿Cómo dice? ¿Que ya lo sabe? ¿Que justamente el gobierno nos da cada vez más fines de semana largos para que paguemos felices nuestros impuestos?! ¡No! ¡Eso usted lo piensa porque está viendo el mundo con los ojos distorsionados y jodidos de alguien que aun no ha adquirido su nuevo iPhone 16. Y volviendo al tema que usted me distrae y me voy por la rama, lo yo me digo en este momento es: ¡Promesas, promesas y más promesas! Los candidatos políticos ¿qué hacen? ¡Promesas! ¿Los tratamientos para adelgazar qué hacen? ¡Promesas! ¿Los profundamente enamorados qué hacen? ¡Eso mismo! Y está muy bien porque saben que nosotros no necesitamos hechos para estar contentos, lo que necesitamos son I LU SIO NES. ¿A qué gastar de más? Pero es que claro, todo en este mundo tiene un límite (o debería) y a mi las ilusiones se me están agotando al igual que a usted la paciencia y esto no es algo para mofarse porque uno se puede pasar años atrapado en esa neblina espesa, en ese légamo sórdido que hay entre la promesa y su concreción…
Estamos acostumbrados a revolear palabras sin cuidado y es un tema bien espinoso porque entre el “Pondré la televisión más baja, no se preocupe, vecina” y el “He bajado el volumen” se queda estrangulado el insomnio de alguien; entre el “Daremos educación y jubilaciones” y el “Las hemos dado” queda agonizando la dignidad de millones… Entre el decir “Te quiero” y el “He tenido las agallas para hacerlo” queda empantanado el amor incipiente de algún crédulo, y la verdad… De palabras minusválidas están repletas las redes sociales, los portales de noticias, los cánones literarios, los discursos de la secta buenista… Y como con tanta pavada me olvidé de a donde quería llegar con todo esto (cosa que a usted poco le importa con tal de que le llene el tiempo para nunca conocerse a sí misma) podría ya dejarlos tranquilos con una pseudomoraleja que tal vez tenga que ver con el asunto, y tal vez no: Dado que posiblemente cada uno de nosotros ha prometido hoy algo que no va a cumplir concluyo que todos somos partes de la mugre infame. ¡Sí, usted también!, y enójese si lo prefiere, y si puede demuéstrese lo contrario.
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