Cómo se inventó la nación mexicana

El concepto de invención aplicado a la realidad nacional puede desconcertar al neófito, pero no a politólogos e historiadores, acostumbrados desde hace tiempo a ese utillaje conceptual. Hay unanimidad en atribuir al historiador británico Eric J. Hobsbawm la popularización del sintagma analítico de «invención de la tradición» en el proceso de construcción de las identidades... Leer más La entrada Cómo se inventó la nación mexicana aparece primero en Zenda.

Ene 29, 2025 - 15:54
 0
Cómo se inventó la nación mexicana

Quien lea solo el epígrafe que encabeza esta reseña puede pensar que hay ánimo provocador en su formulación. Nada más lejos de la realidad, ni respecto al firmante de estas líneas ni en lo concerniente al autor del libro que se evalúa. De hecho, el susodicho epígrafe procede literalmente de la exposición de motivos que encuentra el lector en los compases iniciales de este ensayo. Su «objetivo último —escribe el autor, Tomás Pérez Vejo— es reconstruir cómo se inventó la nación mexicana», un «fascinante y complejo proceso» que posibilitó el paso de «una división administrativa de la Monarquía católica» a una nación que se reconoce en una misma lengua, mismas costumbres «y, sobre todo, el mismo relato sobre sus orígenes».

El concepto de invención aplicado a la realidad nacional puede desconcertar al neófito, pero no a politólogos e historiadores, acostumbrados desde hace tiempo a ese utillaje conceptual. Hay unanimidad en atribuir al historiador británico Eric J. Hobsbawm la popularización del sintagma analítico de «invención de la tradición» en el proceso de construcción de las identidades nacionales. A partir de él, innumerables especialistas en múltiples países siguieron la senda de desentrañar los mecanismos ideológicos y culturales que posibilitan la constitución de un relato nacional. Al hablar de «tradiciones inventadas» —un potente oxímoron— se pretende desenmascarar la retórica y propaganda nacionalistas, es decir, su falseamiento del pasado por razones espurias o simplemente interesadas.

"El mundo no es de por sí un mosaico de naciones, sino que estas se han ido construyendo según las necesidades e intereses de unas minorías influyentes y poderosas"

Ahora bien, para ser ecuánime, debo reconocer que esa vitola de invención, que tanto ofende a nacionalistas de toda laya, quizá no sea la más adecuada, no por su carácter implícitamente peyorativo sino porque parece sugerir una creación desde cero, desde la nada. En realidad, no se trata exactamente de esto, sino del uso de un material preexistente —hechos históricos, costumbres, ceremonias, lengua, mitos— para darle un sentido específico (esencialista) y ofrecer a una comunidad un relato ad hoc. Se presenta bajo la forma de una pretendida tradición porque, mediante ella, resulta más fácil fraguar una especie de retrato colectivo y un reconocimiento identitario con finalidades estrictamente políticas.

Resulta evidente en este contexto —de ahí la antes aludida irritación nacionalista— que se rechaza la idea de nación como realidad prístina, se refuta la tesis de la nación como entidad natural. El mundo no es de por sí un mosaico de naciones, sino que estas se han ido construyendo según las necesidades e intereses de unas minorías influyentes y poderosas. Son, por tanto, los movimientos nacionalistas los que crean la nación y no al revés. O, de manera complementaria, son en muchos casos los Estados —o los entramados políticos con aspiración a serlo— los que preceden a la nación. Esto, por supuesto, debe entenderse como mero esquema aproximativo, que luego los estudios empíricos se encargan de concretar, discernir y matizar.

"La primera similitud entre los relatos nacionales de México y España es el carácter fuertemente victimista de ambos. Pérez Vejo caracteriza a México como la nación doliente"

Esto último es lo que viene haciendo Tomás Pérez Vejo a lo largo de su fecunda trayectoria investigadora. Su caso no es muy usual, por cuanto se trata de un historiador español radicado en México, lo que le ha permitido compaginar sus intereses intelectuales mirando a Europa y América, amalgamando lo mejor de ambos lados. Pérez Vejo estudia con la misma sagacidad y rigor dos casos distintos de construcción nacional, a una y otra orilla del Atlántico. Y ello es así hasta el punto de que esta, su última obra, debe entenderse como prolongación de Elegía criolla: Una reinterpretación de las guerras de independencia hispanoamericanas (2010), pero también como aplicación a México de lo que ya hizo en España imaginada: Historia de la invención de una nación (2015): idéntico objetivo analítico sobre similares presupuestos teóricos.

Me han llamado la atención algunos paralelismos, que destacan sobre el panorama de obvias diferencias entre las realidades nacionales mexicana y española. Podría citar varias de esas concomitancias pero, en aras de la brevedad, me limitaré a dos, que me parecen fundamentales, con la particularidad de que ambas están contenidas en el título. La primera similitud entre los relatos nacionales de México y España es el carácter fuertemente victimista de ambos. Pérez Vejo caracteriza a México como la nación doliente, o sea, la nación que lame sus heridas y parece complacerse en el lamento por las derrotas, traiciones, afrentas y humillaciones que se han dado en su historia.

"El relato nacional se expresa con estampas religiosas, hasta provocar una confluencia o incluso una confusión entre líderes políticos y personajes de la historia sacra"

A los españoles nos suena familiar esa tendencia masoquista, ese regodeo en lo negativo. Hay decenas de expresiones de ese malestar intrínseco al ser español: «¡Pobre España!», «España madrastra», «¡este país!», «españolito que vienes al mundo»… Las nociones de fracaso, decadencia, atraso y desastre han sido consustanciales a la mayor parte de reflexiones intelectuales y proyectos políticos a lo largo de los últimos siglos («España es el problema»). Pero, en fin, me basta remitirme a la obra canónica sobre la construcción de la nación española en la época contemporánea, el libro de José Álvarez Junco que, significativamente, lleva un título tan semejante a este: si México es la nación doliente, España es Mater dolorosa.

El segundo rasgo común no es sorprendente, conociendo la historia compartida de ambos países: la decisiva y determinante impregnación religiosa —católica, para ser exactos— en la conformación política y acuñaciones nacionales de ambos países. Pérez Vejo lo expresa de modo inequívoco en el subtítulo de su libro: Imágenes profanas para una historia sagrada. El relato nacional se expresa con estampas religiosas, hasta provocar una confluencia o incluso una confusión entre líderes políticos y personajes de la historia sacra. Me basta con citar un epígrafe: «Cuando Cuauhtémoc desplazó a Jesucristo». No debe extrañarnos. Al fin y al cabo, el nacionalismo es la religión de nuestra época. Nuevos héroes y mártires ocupan el lugar de los antiguos y se nos presentan como ejemplares en el sentido de que su conducta constituye la nueva virtud que debe imitarse, solo que ahora no hay que morir por Dios sino por la nación (o por la patria, como dice la retórica nacionalista).

"El autor estudia con detenimiento decenas de cuadros históricos y remite mediante códigos QR a múltiples imágenes de esa plasmación artística de los acontecimientos que fraguaron la identidad mexicana"

Como la influencia religiosa es una constante insoslayable, resulta congruente que tenga múltiples derivaciones y consecuencias, cuyo examen queda fuera de las posibilidades de esta pequeña reflexión. Pero no puedo pasar por alto al menos una de ellas: la estructuración del relato nacional en forma del consabido mito de nacimiento, muerte (suplicio mediante, para que haya martirologio) y resurrección. Lo curioso del caso mexicano es que hay que retorcer la historia de modo inmisericorde para que responda a ese esquema y, aun así, genera más perplejidades y contradicciones que respuestas funcionales.

La infancia de la nación es, obviamente, el período prehispánico (¡si cuele hablar de «nación mexicana» en el mundo azteca!). La muerte sucede con la conquista, pero el problema no es solo que es una muerte larguísima (tres siglos, grosso modo) sino que es la fase en la que se constituyen las bases culturales de la identidad mexicana, empezando por los factores esenciales: lengua, religión, arte e instituciones, sin olvidar el mestizaje. ¿Cómo puede hablarse de México negando todo esto? Por último, la resurrección sería el tercer momento histórico, que empieza con la independencia. Pero… ¿en qué reflejo del pasado quiere mirarse y encontrarse el México contemporáneo? ¿Con qué o quiénes se identifica? Este es el gran dilema mexicano.

El estudio de Pérez Vejo aborda y desmenuza todas estas cuestiones pero va mucho más allá. Se trata de un libro muy denso, engañoso en su relativa concisión, pues contiene en sus algo más de trescientas páginas de texto una información casi exhaustiva sobre la iconografía nacional, es decir, el modo en que los mexicanos quisieron reconocerse en su pasado. El autor estudia con detenimiento decenas de cuadros históricos y remite mediante códigos QR a múltiples imágenes de esa plasmación artística de los acontecimientos que fraguaron la identidad mexicana. Así se comprenderá mejor lo que se decía al principio y que ahora formularé de otra manera: ninguna nación surge de la nada sino que es el resultado de la voluntad humana, normalmente la resuelta determinación de unas elites que consiguen imponer su hegemonía. En el caso de México hay empero una herida abierta: no con España sino entre los propios mexicanos.

—————————————

Autor: Tomás Pérez Vejo. Título: México, la nación doliente: Imágenes profanas para una historia sagrada. Editorial: Prensas de la Universidad de Zaragoza. Venta: Todos tus libros.

La entrada Cómo se inventó la nación mexicana aparece primero en Zenda.