Bournville de Jonathan Coe
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Se acaban de cumplir treinta años de la publicación, en su país, de la novela con que Jonathan Coe consiguió el reconocimiento y la popularidad que, desde entonces, no lo han abandonado. En Menudo reparto daba cuenta, a través de los miembros de la familia Winshaw, de la rapiña de la clase dominante durante los años del thatcherismo. A partir de ahí Coe construyó una serie en la que el grupo de jóvenes que en los setenta protagonizaba El club de los canallas, soportaba sucesivamente el liberalismo de la era Blair y, en la reciente El corazón de Inglaterra, la perpetración del Brexit.
Al margen de estas novelas centradas en periodos significativos de la reciente historia británica, Coe comenzó a desplegar en La lluvia antes de caer la genealogía de una familia cuyas ramas se fueron expandiendo en Expo 58 y, finalmente, completando en su última novela Bournville, apareciendo también algunos de sus miembros en la anterior El señor Wilder y yo.
En Bournville Coe remonta el árbol familiar para escoger una de esas ramas y presentar a sus componentes en momentos significativos de la historia del país. Se trataría de una especie de prueba de estrés para comprobar la consistencia de la idea de idiosincrasia británica, esa interesada generalización cuestionada por las dispares sensibilidades con que los personajes afrontan dichos eventos. Se abre aquí además un puente entre las dos series de novelas, al mencionarse una relación de parentesco entre personajes de una y otra.
Aunque el texto arranca situando a una integrante de la última generación al comienzo de la pandemia, enseguida se nos propone acompañar a la abuela de aquella, Mary Lamb, de once años y personaje principal, al primero de los hitos que Coe ha seleccionado: el Día de la Victoria aliada en Europa, con los discursos históricos y las celebraciones callejeras correspondientes. A este le seguirá la coronación de Isabel II, momento que reunirá a familia y vecinos alrededor de la recién estrenada televisión.
Después vendrán el Mundial del 66, al que asisten miembros de la rama alemana de la familia; la investidura del Príncipe de Gales; su boda con Lady Di y los funerales de esta, acontecimientos todos que trascendieron las fronteras británicas y que sirven a Coe para preguntarse sobre el carácter alienante del influjo de la Corona sobre sus entregados súbditos. Lo hace a través del conservador y racista marido de Mary que se congratula del deslumbramiento de los espectadores ante los fastos y de la consecuente y eterna victoria de la tradición.
A lo largo del texto, las historias personales de los hijos y demás parientes de Mary o la relación de esta con un futuro periodista de izquierdas, se condimentan con elementos de la cultura popular del momento, desde los clasistas libros de Enid Blyton hasta las patrioteras películas de James Bond, pasando por los tebeos de Hazañas Bélicas o las series televisivas. El resultado es un entrañable y reconocible paisaje no solo para los habitantes de las Islas.
Coe tampoco se olvida de los conflictos entre nacionalidades del Reino Unido, o de los derivados de la actuación de tipos como un tal Boris, dedicados a socavar la confianza de sus conciudadanos en las instituciones europeas. El círculo se cierra con las celebraciones del setenta y cinco aniversario del Día de la Victoria, y con un intrigante comentario cuyo sentido puede el lector encontrar en las páginas finales de Expo 58. Quizás Coe esté abriendo con él las puertas de su siguiente novela. Con el recorrido que propone en esta, el autor inglés no hace sino situarnos, en sus propias palabras, “ante el hecho más simple y cruel de todos: el propio paso del tiempo”.
Rafael Martín
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