Nicolas Feuz: «Dentro de poco aumentarán los feminicidios y la violencia en pareja»
Su carrera literaria es larga, pero su nombre era desconocido en España. Joël Dicker, deslumbrado por su novela El filatelista (Alfaguara), decidió publicarlo en su propia editorial y ahora es un fenómeno. Nicolas Feuz, que ejerce de fiscal, ha aprovechado los andamiajes que le procura su profesión para construir un relato bien sustentado en la realidad y armado con una documentación precisa. La entrada Nicolas Feuz: «Dentro de poco aumentarán los feminicidios y la violencia en pareja» aparece primero en Zenda.
Su carrera literaria es larga, pero su nombre era desconocido en España. Joël Dicker, deslumbrado por su novela El filatelista (Alfaguara), decidió publicarlo en su propia editorial y ahora es un fenómeno. Nicolas Feuz, que ejerce de fiscal, ha aprovechado los andamiajes que le procura su profesión para construir un relato bien sustentado en la realidad y armado con una documentación precisa. Una historia que se desarrolla en dos planos temporales que se encontrarán en una cruel encrucijada. La obra es una exploración, con altas dosis de crueldad que frisan en lo gore, de los sentimientos humanos, del poso que dejan las experiencias amargas y cómo el rencor y el odio, macerados por el tiempo, producen monstruos. El autor ha intentado mostrar una radiografía de la infancia, de la juventud y de su baja tolerancia al sufrimiento y cómo todo esto puede desembocar en violencia, no solo hacia los demás, también en los amores confesados o en aquellos que corren silenciados por los corazones de algunos.
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—Comenzó a escribir en Kenia. A partir de ahí, ha encadenado 17 novelas.
—(Risas) Efectivamente, comencé en octubre 2010. Hice un viaje a ese país, pero el libro que llevaba conmigo lo acabé enseguida, antes de aterrizar, y me encontré sin libros. No tenía nada que leer. La novela que había elegido era una historia policial. Me había gustado y me dije por qué no atreverme a afrontar una novela ambientada en mi ciudad semejante a la que había concluido. Sin copiar lo que este otro autor hizo, que era el escritor de Los ríos de color púrpura, me puse manos a la obra.
—Pero no le publicaron sus primeros títulos. De hecho, recurrió a la autopublicación.
—Escribí la primera novela en la fecha que le mencionaba y, ya en 2011, en primavera, me dije que tenía que mandarlo a editores. Como no conocía el mundo editorial, envié a los grandes sellos y no tardé en descubrí la realidad que existe en ese territorio: contestaciones negativas, respuestas a seis y siete meses vista y otras que directamente no contestaban. Lo más bonito que conservo de ese momento son las cartas escritas a mano.
—Desistió ahí.
—Justo. Me dije: «No mando más manuscritos». Empecé a documentarme sobre este universo de la edición, al que es tan difícil de acceder. A menos que seas un escritor que tengas un pie dentro, es bastante complicado que te editen. Así que lo hice por la puerta pequeña. Tenía un conocido que me invitó a recurrir a la autopublicación, otra esfera de la que tampoco sabía nada. La diferencia con la edición tradicional es que en la autopublicación el autor lo tiene que hacer todo. Tampoco me había percatado de las dificultades que entraña la autopublicación y las miradas negativas que existen entre los profesionales por esto. Llegué a la edición tradicional en 2018, y a día de hoy estoy muy contento porque tiene ventajas enormes, una mirada exterior referente a tus textos y una mejor distribución en las librerías, pero no me arrepiento en absoluto de haber pasado por la autopublicación.
—¿Por qué?
—Porque me ha dado una serie de lecciones respecto a los libros muy interesantes. En Suiza, también es verdad, disfruté de una autopublicación híbrida, porque soy el único autor autopublicado que ha disfrutado de las ventajas de la distribución profesional y, además, por un distribuidor de los grandes. Él se acercó a mí en 2015 y me dijo que no solían distribuir los libros autopublicados, pero que conmigo iba a hacer una excepción, aunque desconocía las cifras de venta que podía alcanzar. Así que comenzó a distribuir mis libros. Durante dos o tres años, esto me permitió descubrir todo lo que rodea a la distribución. Es un conocimiento que ignoran muchos autores, que desconocen cómo son los libreros, aparte de que tuve también la oportunidad de contactar con grandes representantes.
—¿Qué consejo daría a los jóvenes autores?
—Como no conocía este ámbito, al principio empecé a buscar las editoriales en internet. Ahí me di cuenta de que había cientos, y lo que yo no quería era comenzar a enviar quinientos manuscritos a diestro y siniestro. De momento opté por la primera división y después la segunda… Si tuviera que dar un conejo hoy a un escritor que empieza, le diría que no enviara a todas las editoriales y que no sacrifique una editorial por ser más pequeña. De hecho, le diría que tratara de buscar una editorial de tipo medio y que comenzará por ahí. Si no, todavía tiene la posibilidad de la autopublicación. Pero también hay que saber que este último recurso te puede dar mucha más libertad, a pesar de que no te ofrezca un gran margen financiero. También es conveniente que se sepa que tienes que hacer todo el trabajo solo y convencer a las librerías de que acepten el libro que les presentes. Es una puerta de entrada. Hay muchos escritores que comenzaron con la autoedición y que tuvieron éxito después y que fueron rescatados luego por editores. Dejando a un lado la calidad, ahí está Cincuenta sombras de Grey, que comenzó como autopublicación.
—Es fiscal. ¿Qué le ha enseñado su profesión del hombre?
—El fiscal no es una persona solo de oficina o tribunales. En Suiza, dentro de mis funciones, una parte de mi trabajo es defender informes en los tribunales, aunque el 80 por ciento de lo que ocupa mi tiempo es investigación. También tenemos que dirigir a la policía en las investigaciones, y esto necesita un servicio continuo de permanencia, porque tienes que trasladarte a las escenas del crimen o el accidente, y suceden en cualquier instante. Nos enfrentamos en el terreno a escenas bastante duras, la verdad… También estoy con la policía judicial, en el laboratorio de la policía científica, en las autopsias, aunque ahora hago menos, porque ya no me aporta nada. Al principio era interesante, pero después de tres o cuatro, ya está… Todo este mundo me ha dado suficiente material para escribir novelas policiacas y me ha beneficiado a la hora de disponer de fuentes directas en la policía técnica y científica, y los médicos, que también me han ayudado con informes existentes.
—¿Qué ha aprendido de todo eso?
—Depende de la infracción o del crimen que se ha cometido. Hay infracciones y crímenes que tienen una intención clara, que están dictadas por asuntos económicos. Después tenemos el crimen organizado, las mafias, que, considero, siempre han existido. Algunas personas sabes que nunca van a estar en el buen camino, que nunca vamos a conseguir encauzarlas, y luego hay otras que cometen crímenes, pero que en las investigaciones posteriores dan la impresión de que cualquiera podría haberlo cometido y que cualquier individuo puede asesinar a alguien porque en determinadas circunstancias hay individuos que pierden la cordura. A veces, no dar el paso final se debe a la educación y otras a las experiencias vividas en el pasado. O tal vez a la naturaleza humana a la que se ha enfrentado uno. Me ha pasado en casos graves que me he dicho a mí mismo: «Esto podía haberlo hecho cualquiera». En ciertos contextos, uno hubiera pasado al acto. También existen asuntos psiquiátricos, como son los casos de los asesinos en serie que eligen victimas al azar o que tienen impulsos de matar… pero un homicidio único, un único asesinato, que se comete por venganza, tristeza o egoísmo… esos te plantean preguntas sobre cómo se puede llegar a un extremo así.
—En el caso de su novela lo determinante es la infancia.
—Ahí está claro que los capítulos que discurren en 1984 son los que explican todo lo que va a acontecer en el futuro. Un niño que ha padecido la misma violencia que recibe Sam en esta historia no tiene por qué llegar a un extremo así, pero otras así. Cuando una persona comete un asesinato grave y entra la justicia penal y los expertos psiquiátricos, obligatoriamente, en sus informes incluyen siempre un capítulo que investiga el pasado del acusado, en especial el de la infancia, porque consideran que es determinante. Esto parece un poco caricaturesco, casi de película, pero es cierto. Sale en todas las novelas, pero es que es así. Se examina toda la vida del acusado, y ahí entra también la infancia.
—¿El rencor tiene un peso especial en un asesino?
—Yo creo que los mecanismos psicológicos están ahí y, por supuesto, en la infancia. Todos los que han vivido lo que describo no van a llegar a ese extremo tan brutal, pero lo que pretendía relatar, aunque a lo mejor a los muchachos de hoy les parezco un retrógrado que no entiende nada del mundo, era mostrar cómo los muchachos que se encierran en el mundo virtual juegan a videojuegos, se enganchan a las redes sociales, como algunos que he visto, que gasta hasta más de diez horas en TikTok. Lo único que hacen es tocar pantallas, no crean contenido, y la relación con las personas ni las ven ni la tienen. Por eso me pregunto si estos individuos, en algún momento en su futuro, van a encontrar una pareja, y en este punto me planteo: si esa relación termina, ¿cómo van a comportarse? ¿Cómo van a soportar la separación? ¿Va a haber violencia? ¿Violencia extrema? Mi sensación es que, dentro de poco, habrá un grave problema en cuanto a la gestión de separaciones, y creo que va a aumentar más la violencia en pareja, habrá más casos de acosos y también feminicidios, por lo que debemos esforzarnos en desarrollar planes de prevención y hablar. Es necesario, porque en la sociedad actual existe una parte de los jóvenes que no está preparada para tener relaciones humanas.
—Frustración. Es de lo que habla.
—La frustración es de los términos que tenemos que usar con muchos chicos de hoy, porque cada vez les cuesta más soportar las separaciones, tanto entre los hombres como en las mujeres.
—Su novela tiene una alta dosis de crueldad.
—El filatelista, la verdad, es uno de mis libros más duros, porque incluye detalles muy sórdidos, pero la novela policiaca, la negra, tiene, por el género en sí mismo, una fascinación por las escenas morbosas, y muchas veces, se muestra el crimen de una manera clara. Un ejemplo cinematográfico, para mí, sería, y me encanta, Seven. Cada uno de estos siete crímenes están llevados un poco al límite, pero la verdad es que hay algo creíble en ese modelo.
—Su protagonista es una mujer dura de corazón débil.
—Todos los lectores odian que ella muera, y me lo dicen, pero si leemos ese capítulo final, la última página, tenemos esa última línea ambigua. Nunca se dice que muera. El doctor entra y la examina… No digo nada más, no digo que el doctor no la salve. Le diré, ya que me pregunta, que en realidad sobrevive, y que Ana no fallece, y que reaparece en otra historia.
—¿Qué se persigue con una novela?
—Cuando escribo quiero entretenerme. Mi atracción por la novela negra se despertó cuando tenía quince años, y desde entonces he buscado hacer eso, pasar un buen rato. Pero también uso este género como un canal para poder explorar y explicar al hombre y denunciar los problemas que existen la sociedad actual.
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