Más gases de efecto invernadero y más riesgo de chocar con ballenas: el impacto del transporte marítimo en Europa

Los buques emiten cada vez más CO2 y han doblado el metano que expulsan desde 2018, en contraste, una regulación obligatoria ha conseguido rebajar la contaminación del aire por óxido de azufrePeces llenos de bolas, kilómetros de costa contaminada y años de limpieza: lecciones de otros vertidos de pellets El transporte por mar sostiene el comercio mundial tal y como está montado actualmente. Hasta el 74% de todos los bienes importados y exportados por la Unión Europea viajan por mar y eso conlleva “impactos ambientales añadidos”, admite la Agencia Europea de Seguridad del Transporte Marítimo (EMTA) en su informe medioambiental publicado este martes. Entre ellos, un incremento sostenido de los gases de efecto invernadero que inyecta a la atmósfera –causa de la crisis climática– y el riesgo creciente de que los buques se lleven por delante ballenas. El sector marítimo en Europa emite casi tanto CO2 como los aviones, dice la EMTA. Y ese volumen no para de crecer desde, al menos, 2015, según los cálculos de la Agencia. En 2022 llegaron a 137,5 millones de toneladas del gas, eso supone un salto del 8,5% respecto al año anterior. Y no es solo el CO2. El metano (CH4) que lanzan los buques se ha duplicado entre 2018 y 2023. Ese gas, aunque permanece mucho menos tiempo activo en la atmósfera, tiene un gran poder de efecto invernadero, unas 80 veces más que el CO2. Detrás de este aumento está el uso de gas natural licuado (LNG) y “del número total de buques” propulsados por este combustible fósil que “genera más emisiones de metano que los buques alimentados con combustibles convencionales”, dice la EMTA, es decir, el gasoil obtenido del petróleo. El informe sí reporta, al menos, una buena noticia sobre las chimeneas de los barcos: las emisiones contaminantes por óxido de azufre han caído un 70% desde 2014. Este progreso, apunta, se debe a la introducción de zonas de control de emisiones de este tóxico en el mar en el norte de Europa. La misma medida (denominada SECA) va a entrar en vigor en el Mediterráneo en mayo de este año. No todo es bueno en este campo: los óxidos de nitrógeno han crecido un 10% de media a pesar de que en el mar del Norte y el Báltico se han establecido zonas de control de emisiones. Pero, como detalla el documento, “solo se aplican a nuevos buques y por tanto esta medida todavía tiene índices de penetración bajos”. Es decir, muchos barcos han quedado todavía exentos de la regulación. Extensión del vertido de plástico del buque Toconao Área marina protegida Grado de concentración de vertido 0,0001 kg/km2 > 1000 kg/km2 GRÁFICO: IGNACIO SÁNCHEZ. FUENTE: OCEANA. Extensión del vertido de plástico del buque Toconao Área marina protegida Grado de concentración de vertido 0,0001 kg/km2 > 1000 kg/km2 GRÁFICO: IGNACIO SÁNCHEZ. FUENTE: OCEANA. La Agencia calcula que la basura marina que causa en territorio europeo, sobre todo en las playas, tanto el transporte como la pesca está disminuyendo. Lo cierto es que la mayoría de la basura, esencialmente de plástico, proviene de tierra adentro. Sin embargo sí subraya la contaminación por pérdida de pellets. Los datos indican que el transporte vierte al mar cada año entre 141 y 279 toneladas de pellets, principalmente de contenedores perdidos. Esta pérdida, explican, “pueden tener repercusiones inmediatas y a largo plazo”. Y ponen de ejemplo el episodio del carguero Toconao que, a finales de 2023, liberó unas 23 toneladas de pellets en las costas gallegas que provocaron “daños medioambientales y dio lugar a grandes esfuerzos de limpieza”. De hecho, tres meses después del vertido, los pellets contaminaban aguas protegidas a cientos de kilómetros de distancia. Biodiversidad atropellada en el agua La agresión que el transporte marítimo intensivo causa a los ecosistemas llega de múltiples maneras: la expansión portuaria, el dragado, la turbidez y el fondeo –que afectan al 27% del fondo marino próximo a la costa en Europa–. Estas actividades provocan “perturbaciones físicas o pérdida de hábitats”. Basta con imaginar las anclas sobre praderas marinas. Además, los análisis de la agencia han concluido que “ha habido un notable aumento del riesgo de colisión entre buques y fauna marina dentro de las zonas protegidas de Natura 2000”. Los puntos críticos de choques con ballenas y tortugas son: el Gran Mar del Norte, la costa meridional del golfo de Vizcaya, la región de Gibraltar y algunas partes del mar Egeo. La directora ejecutiva de la organización Ocean Care, Fabienne McLellan, reflexiona tras ver el informe que el mensaje que da este trabajo es claro: “Las medidas vinculantes funcionan”. Es decir, las regulaciones obligatorias que han conseguido “la drástica reducción de las em

Feb 5, 2025 - 06:36
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Más gases de efecto invernadero y más riesgo de chocar con ballenas: el impacto del transporte marítimo en Europa

Más gases de efecto invernadero y más riesgo de chocar con ballenas: el impacto del transporte marítimo en Europa

Los buques emiten cada vez más CO2 y han doblado el metano que expulsan desde 2018, en contraste, una regulación obligatoria ha conseguido rebajar la contaminación del aire por óxido de azufre

Peces llenos de bolas, kilómetros de costa contaminada y años de limpieza: lecciones de otros vertidos de pellets

El transporte por mar sostiene el comercio mundial tal y como está montado actualmente. Hasta el 74% de todos los bienes importados y exportados por la Unión Europea viajan por mar y eso conlleva “impactos ambientales añadidos”, admite la Agencia Europea de Seguridad del Transporte Marítimo (EMTA) en su informe medioambiental publicado este martes. Entre ellos, un incremento sostenido de los gases de efecto invernadero que inyecta a la atmósfera –causa de la crisis climática– y el riesgo creciente de que los buques se lleven por delante ballenas.

El sector marítimo en Europa emite casi tanto CO2 como los aviones, dice la EMTA. Y ese volumen no para de crecer desde, al menos, 2015, según los cálculos de la Agencia. En 2022 llegaron a 137,5 millones de toneladas del gas, eso supone un salto del 8,5% respecto al año anterior.

Y no es solo el CO2. El metano (CH4) que lanzan los buques se ha duplicado entre 2018 y 2023. Ese gas, aunque permanece mucho menos tiempo activo en la atmósfera, tiene un gran poder de efecto invernadero, unas 80 veces más que el CO2. Detrás de este aumento está el uso de gas natural licuado (LNG) y “del número total de buques” propulsados por este combustible fósil que “genera más emisiones de metano que los buques alimentados con combustibles convencionales”, dice la EMTA, es decir, el gasoil obtenido del petróleo.

El informe sí reporta, al menos, una buena noticia sobre las chimeneas de los barcos: las emisiones contaminantes por óxido de azufre han caído un 70% desde 2014. Este progreso, apunta, se debe a la introducción de zonas de control de emisiones de este tóxico en el mar en el norte de Europa. La misma medida (denominada SECA) va a entrar en vigor en el Mediterráneo en mayo de este año.

No todo es bueno en este campo: los óxidos de nitrógeno han crecido un 10% de media a pesar de que en el mar del Norte y el Báltico se han establecido zonas de control de emisiones. Pero, como detalla el documento, “solo se aplican a nuevos buques y por tanto esta medida todavía tiene índices de penetración bajos”. Es decir, muchos barcos han quedado todavía exentos de la regulación.

Extensión del vertido de plástico del buque Toconao

Área marina

protegida

Grado de concentración de vertido

0,0001 kg/km2

> 1000 kg/km2

GRÁFICO: IGNACIO SÁNCHEZ. FUENTE: OCEANA.

Extensión del vertido de plástico

del buque Toconao

Área marina

protegida

Grado de concentración de vertido

0,0001 kg/km2

> 1000 kg/km2

GRÁFICO: IGNACIO SÁNCHEZ. FUENTE: OCEANA.

La Agencia calcula que la basura marina que causa en territorio europeo, sobre todo en las playas, tanto el transporte como la pesca está disminuyendo. Lo cierto es que la mayoría de la basura, esencialmente de plástico, proviene de tierra adentro. Sin embargo sí subraya la contaminación por pérdida de pellets.

Los datos indican que el transporte vierte al mar cada año entre 141 y 279 toneladas de pellets, principalmente de contenedores perdidos. Esta pérdida, explican, “pueden tener repercusiones inmediatas y a largo plazo”. Y ponen de ejemplo el episodio del carguero Toconao que, a finales de 2023, liberó unas 23 toneladas de pellets en las costas gallegas que provocaron “daños medioambientales y dio lugar a grandes esfuerzos de limpieza”. De hecho, tres meses después del vertido, los pellets contaminaban aguas protegidas a cientos de kilómetros de distancia.

Biodiversidad atropellada en el agua

La agresión que el transporte marítimo intensivo causa a los ecosistemas llega de múltiples maneras: la expansión portuaria, el dragado, la turbidez y el fondeo –que afectan al 27% del fondo marino próximo a la costa en Europa–. Estas actividades provocan “perturbaciones físicas o pérdida de hábitats”. Basta con imaginar las anclas sobre praderas marinas.

Además, los análisis de la agencia han concluido que “ha habido un notable aumento del riesgo de colisión entre buques y fauna marina dentro de las zonas protegidas de Natura 2000”. Los puntos críticos de choques con ballenas y tortugas son: el Gran Mar del Norte, la costa meridional del golfo de Vizcaya, la región de Gibraltar y algunas partes del mar Egeo.

La directora ejecutiva de la organización Ocean Care, Fabienne McLellan, reflexiona tras ver el informe que el mensaje que da este trabajo es claro: “Las medidas vinculantes funcionan”. Es decir, las regulaciones obligatorias que han conseguido “la drástica reducción de las emisiones de óxidos de azufre del transporte marítimo”.

Así que, prosigue, como los buques son la principal causa de ruido submarino, colisiones y emisiones de gases, Mc Lellan afirma como medida para abordar estas cuestiones “reducir la velocidad de los buques que, además, no requiere nuevas tecnologías sino solo voluntad política”.

Según esta organización, hacer que los barcos viajen más despacio por el mar, “solo un 20%”, permitiría reducir las emisiones de gases hasta un 24% (por el ahorro de combustible), el ruido submarino un 70% y el riesgo de colisiones con ballenas un 78%. E insiste en que “la reducción de la velocidad de los buques es la forma más rentable de reducir el impacto medioambiental del transporte marítimo”.  

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