Más allá de los eones y otras historias en colaboración, de H. P. Lovecraft

En los últimos años, he estado leyendo las cartas de Lovecraft (ya ha aparecido el volumen III), que están publicando la editorial Aristas Martínez. En estas cartas se constata, del puño de Lovecraft, un asunto del que habla José María Nebreda, en el prólogo de Más allá de los eones: Lovecraft, para sobrevivir, tenía que... Leer más La entrada Más allá de los eones y otras historias en colaboración, de H. P. Lovecraft aparece primero en Zenda.

Jan 21, 2025 - 07:33
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Más allá de los eones y otras historias en colaboración, de H. P. Lovecraft

Ya he comentado, más de una vez, que H. P. Lovecraft (Providence, 1890-1937) es uno de los autores que me configuraron como lector, un escritor al que empecé a leer en el verano de 1990, después de descubrir su nombre en la contraportada de un libro de cuentos de Stephen King, donde le citaban como una de sus influencias.

En los últimos años, he estado leyendo las cartas de Lovecraft (ya ha aparecido el volumen III), que están publicando la editorial Aristas Martínez. En estas cartas se constata, del puño de Lovecraft, un asunto del que habla José María Nebreda, en el prólogo de Más allá de los eones: Lovecraft, para sobrevivir, tenía que ofrecer sus servicios de corrector de textos a otros escritores. De este modo, existen los veintiséis relatos que se recogen en este volumen de cuentos que en España publica la editorial Valdemar. Este volumen con los textos de Lovecraft en colaboración con otros autores, apareció en Estados Unidos en 1989, publicado por Arkham House, cuya edición corrió a cargo de S. T. Joshi, biógrafo y experto en la obra de Lovecraft. Joshi dividió los relatos en dos grupos: «Revisiones de primer orden, de las que podría decirse con absoluta seguridad que fueron escritas completamente —o casi— por HPL; y las Revisiones de segundo orden, que son aquellas en las cuales Lovecraft intervino de manera menos obvia, aunque en ocasiones con cierta extensión.» (pág. 13). Según Joshi, hay aquí relatos en los que el autor corregido no aportó ninguna palabra. A veces le daban a Lovecraft ideas vagas sobre argumentos y él escribía el cuento entero. Lo más sangrante de todo esto, como leí en Cartas I, es que los autores, a los que Lovecraft escribía sus historias, las conseguían colocar en las revistas de literatura fantástica con mucha más facilidad y a mejor precio que cuando Lovecraft les presentaba sus propias obras, de calidad superior.

Dentro del primer grupo de relatos (Revisiones de primer orden) encontramos quince cuentos, de los que ya había leído los dos primeros: Encerrado con los faraones y En los muros de Eryx estaban en el primer libro de relatos de Lovecraft que leí en la editorial Alianza, titulado El clérigo malvado y otros relatos.

"En los muros de Eryx me encantó cuando lo leí en 1990 y me ha seguido encantando. Para mí este es el mejor relato que hay en esta antología"

Encerrado con los faraones (1924) apareció publicado con la firma de Harry Houdini, famoso mago y escapista de la época. El relato fue un encargo y, basándose en una idea de Houdini, Lovecraft lo escribió entero. El protagonista es el propio Houdini que, en un viaje a Egipto, le va a jugar una mala pasada un guía y acabará encerrado dentro de una pirámide. Por supuesto, entrará en contacto con presencias arcanas y malignas. «Los hipopótamos no deberían tener manos humanas, ni llevar antorchas…, y tampoco podían existir hombres con manos de cocodrilo.» (pág. 51), esta frase me hizo gracia en 1990 y me la ha seguido haciendo en 2024. Encerrado con los faraones a veces se ha incluido entre las obras puramente de Lovecraft, y no las desmerece, sin ser, en cualquier caso, uno de sus cuentos más destacados. Sin embargo, la ambientación exótica no deja de ser atractiva.

En los muros de Eryx (1924, con Kenneth J. Sterling) me encantó cuando lo leí en 1990 y me ha seguido encantando. Para mí este es el mejor relato que hay en esta antología. Este es realmente, más que de terror, un relato de ciencia ficción, ambientado en Venus. Un explorador humano se mueve por la superficie venusiana en busca de un cristal que tiene una gran capacidad energética y es muy valorado en la Tierra. En este Venus existe una raza de hombres lagarto a los que, a pesar de construir ciudades y templos, el humano considera seres poco inteligentes. El cristal que busca descansa en medio de un claro, pero al acercarse descubrirá que se encuentra dentro de una construcción trasparente que no dudará en atravesar, sin saber que sus paredes invisibles esconden un laberinto. Es un relato angustioso sobre la vanidad humana.

"Como curiosidad puedo añadir que existe el rumor, o leyenda, de que Winifred Virginia Jackson fue amante de Lovecraft y que esto hizo que se divorciara de su marido"

Hasta ahora, entre el prólogo y los dos primeros relatos, que son largos, llevamos 95 páginas y la antología va muy bien. Esto cambia con los dos siguientes relatos: La pradera verde (1918-19) y El caos reptante (1920-21), en colaboración con Winifred Virginia Jackson. El primero empieza de un modo tan demencial como gracioso: un meteorito cae del cielo e, incrustado en él, ha viajado desde el espacio un libro en cuyo interior se encuentra el relato que el lector va a leer. El relato solo propone una visión asombrosa de una Pradera Verde. Es una narración puramente contemplativa, donde la fuerza debería residir en las supuestas maravillas que contempla el narrador. Lo mismo ocurre en El caos reptante donde se relatan unas visiones fantásticas que tiene el narrador tras el consumo de opio, y entra en comunión con unos muchachos que podrían ser dioses.

Estos dos cuentos son los que me han parecido peores de todo el libro; por suerte eran mucho más cortos que los dos anteriores.

Como curiosidad puedo añadir que existe el rumor, o leyenda, de que Winifred Virginia Jackson fue amante de Lovecraft y que esto hizo que se divorciara de su marido. No existen muchas pruebas sobre esto, aunque Lovecraft la admiraba como poeta y llegó a escribir un ensayo sobre sus versos.

Siguen dos colaboraciones con Adolphe de Castro: La última prueba (1927) y El verdugo eléctrico (1929).

"El verdugo eléctrico nos lleva hasta México y al escenario de un tren. Un auditor e investigador de una empresa minera tiene que buscar a un hombre que ha huido de una mina en México con unos papeles importantes"

La última prueba tiene casi 50 páginas en la edición apretada de Valdemar y podríamos hablar casi de novela corta. La acción se sitúa en San Francisco, a finales del siglo XIX. Uno de los protagonistas principales es un médico de la prisión de San Quintín. La prisión sufre una epidemia de fiebre negra que se propagará por la ciudad. Los elementos misteriosos se suceden: el doctor tiene en su casa a unos extraños ayudantes tibetanos, que trajo de uno de sus viajes, y es posible que él mismo sea el que haya inoculado el virus a sus pacientes como parte de un experimento. Además, tendremos aquí una historia de amistad con un político, que viene desde la infancia, y una historia de amor entre el médico y la hermana del político. Es posible, además, que Surama, el ayudante personal del médico, no sea exactamente una persona. Es una buena novela corta de terror, a la que quizás estropean algunas de sus concesiones al pulp, como, por ejemplo, el detalle de recalcar demasiadas veces que Surama ríe de un modo extraño, lo que debería hacer sospechar al lector que quizás no es humano.

El verdugo eléctrico nos lleva hasta México y al escenario de un tren. Un auditor e investigador de una empresa minera tiene que buscar a un hombre que ha huido de una mina en México con unos papeles importantes. Se lo encontrará en un tren. El hombre parece un loco, obsesionado con un invento que ha elaborado el mismo para ejecutar condenados a muerte, friéndoles el cerebro. Los elementos fantásticos se mezclarán con los puramente morbosos del temor al loco. Me ha hecho gracia descubrir que Lovecraft hace comparecer en este relato a Cthulhutl, que va a ser algo usual en esta antología. Como leí en el volumen de las Cartas I de Lovecraft, cuando este escribía o corregía relatos para otros autores jugaba a meter en ellos sus propios mitos de Cthulhutl, así como a las criaturas fantásticas creadas por sus amigos del llamado «círculo de Lovecraft».

Me ha gustado más La última prueba, pero El verdugo eléctrico es un relato de terror correcto.

"De hecho, sabremos que entre los indios existe un mito sobre un dios serpiente, llamado Yig, al que Lovecraft no se olvida de posicionar dentro del universo de sus mitos de Cthulhutl"

Después aparecen tres relatos en colaboración con Zelia Bishop, que puede que se haya convertido en uno de los descubrimientos de esta antología. Bishop era de Kansas y en sus relatos aparecen mitos del Oeste —sobre todo ambientados en Oklahoma— como las tradiciones y las creencias de los nativos americanos, que resultan extrañas para el imaginario clásico de Lovecraft. Esto hace que estos tres relatos se vuelvan más originales y valiosos.

La maldición de Yig (1928) trata de una pareja de colonos que avanza hacia el Oeste. El hombre siente un terror patológico hacia las serpientes y, como cualquier lector de este libro espera, por supuesto no va a dejar de toparse con ellas. De hecho, sabremos que entre los indios existe un mito sobre un dios serpiente, llamado Yig, al que Lovecraft no se olvida de posicionar dentro del universo de sus mitos de Cthulhutl. Es un cuento bien ambientado y con un desarrollo eficaz.

El montículo (1929-30) tiene 88 páginas y con el formato de paginado amplio de Valdemar creo que podemos hablar ya de novela. Es una de las narraciones que más me ha gustado de este libro. También, como el relato anterior, está localizado en Oklahoma y aparece el dios serpiente Yig. De hecho, algún personaje de La maldición de Yig llega a aparecer en esta nueva narración, y este es un tipo de detalles que me gusta en estos relatos. Cerca de un pueblo, existe un montículo en el que históricamente ha desaparecido gente y nuestro narrador ha llegado a este pueblo para investigar el fenómeno. Esta narración usa el recurso del relato dentro del relato, ya que el primer narrador encontrará un texto escrito por un explorador español, fechado en 1545. El montículo, cuya primera mitad se estaba desarrollando muy bien, sufre a mi entender un bajón cuando se describe cómo es una ciudad fantástica que acabará apareciendo en el relato. Esta parte de la narración me ha recordado a algunas de las partes más tediosas de otras obras de Lovecraft, como En las montañas de la locura. Tampoco me gusta el abuso que se hace en el texto del adjetivo «extraño». En cualquier caso, como ya he dicho, una narración con partes destacables.

"Después de la buena impresión que me han causado los relatos de Zelia Bishop, el nivel de la antología baja con los cinco relatos en colaboración con Hazel Heald"

La caballera de Medusa (1930) tiene casi 50 páginas y es una narración, por tanto, bastante extensa. Un hombre viaje en un coche descapotable y, antes de llegar a su destino, le pilla la noche y una tormenta. Buscará refugio llamando a la puerta de una vieja mansión solitaria. Le abrirá un anciano que le contará una misteriosa historia que, en el pasado, le aconteció a su hijo, quien, en Europa, conoció a una bella mujer, que acabaría trayendo consigo a su mansión norteamericana. Por supuesto, y como indica el título, esa mujer tendrá algo que ver con el mito de la «medusa». Es un cuento correcto, pero —como a menudo ocurre con el género de terror— su desarrollo se hace previsible.

Después de la buena impresión que me han causado los relatos de Zelia Bishop, el nivel de la antología baja con los cinco relatos en colaboración con Hazel Heald.

Su primer cuento es El hombre de piedra (1932): un hombre se acerca a una región rural y le sorprende encontrarse en una cueva del pueblo con las estatuas profundamente realistas de un perro y de su amigo escultor desaparecido. Como los convencionalismos del género marcan —así como el propio título del cuento— todos sabemos que esa escultura no ha sido tallada por la mano humana. Aquí también hay una referencia a los mitos de Cthulhutl, pero me ha acabado pareciendo un relato convencional.

En El horror en el museo (1932) el autor vuelve a mostrarnos sus obsesiones con las estatuas, algunas de las cuales representan figuras terroríficas bastantes extrañas. El protagonista, que representa al hombre racional, aceptará la apuesta del cuidador de un museo de quedarse a pasar una noche dentro. Este cuento acaba siendo más divertido que el anterior.

Muerte alada (1933) sitúa su acción en África y esto hace que sea más original que los dos anteriores. También es original, o divertida, o disparatada, la trama en torno a un científico que quiere asesinar a una persona usando insectos manipulados. Aquí aparecen los dioses Tsadogwa y Clulu, que ha de ser una variante de Cthulhutl.

"Aunque la momia no levantó interés durante años, en el tiempo narrativo del relato parece que cada vez recibe la visita de personas más extrañas"

El nivel de Hazel Heald sube en el cuarto relato, titulado Más allá de los eones (1933), que también, como su segundo cuento, trata de un museo; pero en este caso la historia está narrada con más elegancia y más sentido de la maravilla. En el océano Pacífico, por temas volcánicos, aparece de forma temporal una isla y los marineros que la exploran descubren en ella una cripta de piedra con una momia que llevarán a su barco y que acabará en un museo de Boston. En este relato, Lovecraft hace aparecer Hiperbórea, un mudo mítico creado por el escritor Clark Ashton Smith, amigo de Lovecraft. Aunque la momia no levantó interés durante años, en el tiempo narrativo del relato parece que cada vez recibe la visita de personas más extrañas. En este relato, a diferencia de los anteriores, la tensión narrativa sí me parece que está bien llevada.

En El horror del cementerio (1933-1935) el nivel vuelve a bajar. Las ideas de este cuento se parecen a las de El hombre de piedra, y trata sobre el mito de los enterramientos vivos; también, como ocurría en el otro relato, por medio de un brebaje se consigue (no convertir un cuerpo en escultura) sino que parezca que está muerto y que esto permita enterrarlo vivo.

William Lumley contribuyo a esta antología con el relato El diario de Alonzo Typer (1935), que ha parecido que tenía un buen nivel. Un relato desasosegante sobre un investigador de lo oculto que decide encerrarse en una casa encantada. Su ambiente enfermizo me ha recordado a algunos cuentos de Thomas Ligotti.

"Era evidente que, aunque quizás el escritor que contribuía a la antología con un cuento no volvió a acertar nunca más, el relato que seleccionaba el editor de Valdemar tenía calidad"

Los quince relatos anteriores son los que se publican bajo el epígrafe Colaboraciones I, aquellos en los que se considera que Lovecraft participó de forma activa, y en algunos casos escribió todo el relato, tomando solo alguna idea del original. En el prólogo los llamaban Revisiones de primer orden. Quedan once relatos más, bajo el título Colaboraciones II, y que en el prólogo son llamados Revisiones de segundo orden. En este segundo grupo de relatos, la intervención de la mano de Lovecraft es menor, y lo cierto es que se nota, porque el nivel general de esta segunda parte es notablemente inferior al de la primera. Los cuentos de esta segunda parte son, en general, más cortos que los de la primera.

Cuando he leído relatos de terror de escritores desconocidos lo he hecho en las selecciones de Valdemar, y era evidente que, aunque quizás el escritor que contribuía a la antología con un cuento no volvió a acertar nunca más, el relato que seleccionaba el editor de Valdemar tenía calidad. Esa sensación se pierde con estos once relatos, porque son cuentos de escritores que no han trascendido y el nexo de unión —que fueron corregidos por Lovecraft— no es, en este caso, mucha garantía, porque supongo que Lovecraft no podía seleccionar qué cuentos corregía y cuáles dejaba pasar.

El primero de esto cuentos se titula El horror en Martin’s Beach (1922) con Sonia H. Greene. La acción se sitúa en un pueblo de playa, del que se va a narrar un suceso fantástico, con un poder del mar que arrastrará a un grupo de personas hacia las profundidades.

C. M. Eddy contribuye a esta antología con cuatro relatos. El primero es Cenizas (1923) y nos lleva al mundo de los científicos. El científico loco de este cuento consigue convertir a las personas en cenizas. Me ha recordado a la primera propuesta de Hazel Heald, El hombre de piedra, donde alguien podía convertir a los otros en piedra. Cenizas es un relato de terror bastante convencional.

"Como ya he apuntado, el nivel de esta segunda parte ha sido algo inferior al de la primera, y en términos generales estos relatos no están tan bien como los de la obra canónica de Lovecraft"

El devorador de fantasmas (1923) trata de alguien que tiene que atravesar un bosque, empieza a llover y tiene que pedir refugio en una casa solitaria. El planteamiento es bastante similar al relato de Zelia Bishop La caballera de Medusa. Es un cuento de fantasmas que me ha recordado a algunas de las composiciones de Algernon Blackwood. Me ha parecido mejor que el anterior.

Querida muerte (1923) me parece el mejor de los relatos de C. M. Eddy. Trata sobre un hombre obsesionado con la muerte, que acaba convirtiéndose en embalsamador. Es un relato bastante inquietante, porque, aunque no de forma explícita, se insinúan las tendencias necrófilas del protagonista. Es un relato de terror en el que no hay ningún elemento fantástico y esto lo convierte en una propuesta original.

Sordo, mudo y ciego (1924) tiene también un componente original, ya que su protagonista es un veterano de la Primera Guerra Mundial, con las características que anuncia el título y que escribe poesías. Eddy sitúa la acción en el mismo lugar que el cuento anterior, y este tipo de detalles me gusta. A nuestro poeta, por supuesto, le van a asaltar algunas voces del más allá.

Dos botellas negras (1926) es de Wilfred Blanch Talman. El protagonista va a un pueblo en el que su tío ejercía de sacerdote. El tío murió, pero existen rumores sobre que su tumba está vacía. Quizás el sacristán guarda algún secreto del pasado. Un nuevo relato con alma pulp.

La trampa (1931) es de Henry S. Whitehead. Este cuento, sobre un profesor de universidad que posee un extraño espejo, me ha parecido algo mejor que la media de esta sección. Este espejo atraerá a uno de sus estudiantes hacia otra dimensión, donde se va a encontrar a una serie de personajes, y el profesor tendrá que hacer volver al estudiante al mundo real.

El árbol de la colina (1934) es de Duane W. Rimel. En este cuento se habla de una tierra encantada, en la que los lugareños no quieren adentrarse, pero sí lo hará el protagonista de esta historia. Se acercará a un árbol y desde allí le parecerá ver un paisaje que no existe, y en las fotografías que tome aparecerán edificios antiguos irreales.

La exhumación (1935) también es de Duane W. Rimel y tiene una trama bastante rocambolesca, que pasa por una persona que quiere fingir que está muerta y para conseguirlo accede a ser paralizado como si fuera un zombi haitiano. Lo cierto es que es un cuento con poco sentido.

El último cuento es El océano de la noche (1936) de R. H. Barlow. Es un cuento que ya había leído en la antología de Valdemar Mares tenebrosos. Me ha parecido de los mejores de esta última parte, porque es más contenido que los anteriores. Trata de un hombre que se ha retirado a un pueblo, junto al mar, para descansar, y cree ver criaturas extrañas que salen del océano.

Como ya he apuntado, el nivel de esta segunda parte ha sido algo inferior al de la primera, y en términos generales estos relatos no están tan bien como los de la obra canónica de Lovecraft. Sin embargo, sí pienso que a los lectores de Lovecraft que ya hayan agotado su obra les puede hacer pasar un buen rato.

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