Hasta siempre Conchita
Hace unos días, una persona muy especial para toda mi familia nos dejó para siempre. He decidido publicar esta entrada porque, como ha ocurrido con otras personas cercanas a mi familia, ha habido personas que han marcado fuertemente algunas de mis preferencias gastronómicas. Pues una de estas mentoras ha sido Conchita Pando. Para poneros en situación, Conchita y su marido Agustín fueron uno de los matrimonios con los que mis padres compartieron muchos veranos desde finales de los años 60 hasta los años 90 en la localidad granadina de Almuñécar. Nosotros vivíamos en el mismo bloque, apartamento con apartamento, y la relación con ellos no pudo ser más cercana. Además, esta relación se forjó junto a la de otros matrimonios de Madrid que por allí iban año tras año y donde las mujeres compartían, junto a los niños, veranos intensísimos llenos de recuerdos y aventuras. Y es verdad que siempre ha habido una férrea amistad entre todos que se ha mantenido viva hasta que, por desgracia, poco a poco sus integrantes han ido desapareciendo. Aunque todo hay que decirlo, gracias a la gran amistad que ha habido siempre entre las hijas, se continúan manteniendo fuertes lazos entre las familias. Pero volviendo a Conchita, ella fue sin duda una de las mujeres clave dentro de este grupo, dispuesta y generosa con todos, siempre risueña, positiva y empática con los amigos y vecinos. Una mujer que yo siempre he considerado moderna para su época, siempre la recuerdo con una mente muy joven y muy estilosa en su vestir, con ese sombrero de ala que tanto le caracterizaba. Yo personalmente me he llevado muchos recuerdos de las conversaciones que tenía con ella, de la opinión que me daba sobre muchos temas como la familia, las amistades, los estudios, o conversaciones más triviales como lo perjudicial que era el sol o las grandes ventajas de madrugar. Hasta recuerdo sus graciosos sustos y sus huidas tras gastarte alguna broma de las suyas. Pero vamos, sin lugar a dudas, uno de los recuerdos clave que me llevo de ella, aunque pueda resultar algo trivial en estos momentos, fue su maravillosa tortilla de patatas. Siempre he recordado con gran nostalgia la tortilla de patatas que ella preparaba todos los días para que su familia la desayunara. Y es que hay que situarse en aquella época, estamos hablando de mediados de los años 80 y, al menos que yo recuerde, tomar tortilla de patatas por la mañana era, cuanto menos, una originalidad. Pues no había mañana en la que en el pasillo de nuestro bloque no oliera a su rica tortilla de patatas. Y esto no fue una moda suya de unos años, recuerdo que pocos años antes de que vendieran el apartamento, yo tendría unos veinte y pico años, regresaba a casa tras salir de marcha con mis amigos, desde su cocina perfumaba nuestro cuarto con el rico olor de las patatas, el huevo y el aceite. Tuve además el honor de entrar alguna vez en su cocina y ver cómo la terminaba, e incluso probarla in situ. O también, y en alguna ocasión, recibirla en casa como obsequio y por sorpresa, con esa alegría increíble que me invadía al arrancar el día con semejante manjar. Yo siempre he sido de desayuno 'salado' y Conchita consiguió que desde entonces mi desayuno favorito fuera la tortilla de patatas. Pues no quería dejar pasar estos recuerdos y compartirlos con todos. Conchita Pando fue parte indiscutible de la Almuñécar de nuestra infancia y juventud, y por aquí nos quedamos muy tristes con la noticia de su marcha. Sólo nos queda recordarla y desearla un maravilloso viaje hacia un lugar donde seguro que algún día volveremos a disfrutar de ella. Descanse en paz.
Pero volviendo a Conchita, ella fue sin duda una de las mujeres clave dentro de este grupo, dispuesta y generosa con todos, siempre risueña, positiva y empática con los amigos y vecinos. Una mujer que yo siempre he considerado moderna para su época, siempre la recuerdo con una mente muy joven y muy estilosa en su vestir, con ese sombrero de ala que tanto le caracterizaba.
Yo personalmente me he llevado muchos recuerdos de las conversaciones que tenía con ella, de la opinión que me daba sobre muchos temas como la familia, las amistades, los estudios, o conversaciones más triviales como lo perjudicial que era el sol o las grandes ventajas de madrugar. Hasta recuerdo sus graciosos sustos y sus huidas tras gastarte alguna broma de las suyas. Pero vamos, sin lugar a dudas, uno de los recuerdos clave que me llevo de ella, aunque pueda resultar algo trivial en estos momentos, fue su maravillosa tortilla de patatas.
Siempre he recordado con gran nostalgia la tortilla de patatas que ella preparaba todos los días para que su familia la desayunara. Y es que hay que situarse en aquella época, estamos hablando de mediados de los años 80 y, al menos que yo recuerde, tomar tortilla de patatas por la mañana era, cuanto menos, una originalidad. Pues no había mañana en la que en el pasillo de nuestro bloque no oliera a su rica tortilla de patatas. Y esto no fue una moda suya de unos años, recuerdo que pocos años antes de que vendieran el apartamento, yo tendría unos veinte y pico años, regresaba a casa tras salir de marcha con mis amigos, desde su cocina perfumaba nuestro cuarto con el rico olor de las patatas, el huevo y el aceite.
Descanse en paz.