Espíritu NBA: los Wizards camino de hacer historia (en el peor sentido)

¿Hay derecho a esto? ¿No debería la NBA hacer algo? ¿Establecer un límite? ¿Un tope máximo de ridículo? ¿Un mínimo de dignidad y respeto al aficionado, al dislate salarial que promueve y al deporte que, como privilegio, monetizan?

Hace un par de años, Adam Silver arrancó una política institucional puramente crematística, por la que las estrellas de cada equipo deben jugar sí o sí salvo que tengan un justificante médico de peso.

Una medida para frenar el televisivamente temido load management, por el que los entrenadores priorizaban la salud de sus mejores jugadores en regular season a cambio de llegar sin lesiones a playoffs.

Esto, sin embargo, afronta una importante laguna. ¿Qué pasa cuando una franquicia no tiene ninguna estrella real (y sólo salarial) en su plantilla? ¿Qué ocurre cuando lo más cercano a un jugador-top responde al nombre de Kyle Kuzma o Jordan Poole?

Y el epicentro del meollo y ante lo que la NBA aparta los ojos por completo. ¿Por qué no respetar el load management (un acto esporádico, médicamente entendible y que redunda en mejores series de playoffs) pero no se castiga el tanking más obsceno y descarado?

¿Por qué no consentir que los Cavaliers, un conjunto que da espectáculo y pelea cada partido, den descanso a sus estrellas en un compromiso de cada diez, pero los Washington Wizards sí pueden ‘competir’ cada noche con un saco de mandarinas, durante ochenta y dos?

¿Por qué torpedear equipos cuyo objetivo final es pelear por el título, y hacer la vista gorda con esos otros que se arrastran por las pistas desde la quinta semana de competición?

La hipocresía hecha norma

El 6 de febrero marca una frontera de pretensiones e intenciones.

Del mismo modo que Lakers, Suns, Mavericks, Knicks y todos los que están arriba abordan el tradeline invernal con el propósito de acometer un gran traspaso o pequeños ajustes que mejoren lo presente, igual podrían intentarlo los Wizards para que las derrotas dejen de apilarse como la ropa en la silla de un estudiante erasmus.

No obstante, si en Washington realizan algún movimiento será con el espíritu radicalmente opuesto: hacerse peores de lo que son (si eso aún fuera posible) en el corto plazo.

Es sintesis:

• ¿Pensar en alinear tu mejor equipo en playoffs, sacrificando algún partido en RS pero peleando la inmensa mayoría? Mal.

• ¿Planificar bochorno tras bochorno para obtener un mejor ratio (que no certeza) de cara al próximo Draft? Dónde hay que firmar.

La tenue medida implementada en 2019, que equiparaba los porcentajes de los tres equipos con peor balance (un 14% de opciones de hacerse con el primer pick del Draft), se ha mostrado un claro fracaso por insuficiente.

En este deporte, hay maneras y maneras de perder. Y los Wizards (como tantos otros tankeadores antes) lo hacen de la peor de todas ellas, denigrando la profesión sólo porque su general manager, Will Dawkins, no está reglamentariamente obligado a buscar movimientos en la ventana invernal que mejoren lo que tiene.

De hacerlos, seguramente seguirían perdiendo (la plantilla da para lo que da). Pero no tanto y de forma tan esperpéntica.

Pero sin el reglamento como elemento de coacción, lo vemos, la inacción.

A por el récord de paliza-promedio

Y así, para quien los quiera, estos Washington Wizards.

Un conjunto que anoche perdió contra los Lakers 134 a 96, sumando su decimosexta derrota consecutiva, dejando a un balance actual de 6-41, e igualando ya el peor net rating promedio en la historia de la NBA: -15,2 puntos (dato que aún no han actualizado en StatMuse pero que ya sí recoge ESPN).

Un partido donde sus dos franchise players hicieron un 3 de 14 (Kyle Kuzma) y un 5 de 15 (Jordan Poole). Un adversario al que, como Reaves y James en la imagen, basta con mirar para que entregue la cuchara sin molestarse.

Un despropósito con un presupuesto de 126 millones de dólares de suelo salarial y que mañana, como cualquier otro día, abrirá sus cortinas, se calzará sus Puma, desayunará un par de huevos escalfados con bacon y mirará de reojo el clima previsto en su próxima ciudad, por si hubiera que echar al macuto el bañador o un par de calcetines gruesos de más.

(Fotografía de portada de Geoff Burke-Imagn Images)