Una lluvia copiosa arremete sin piedad contra Vitoria-Gasteiz, aunque lo que más cala es el frío gélido. «Aquí, a la ciudad la llamamos Siberia-Gasteiz», bromea un viandante. Los mesetarios, recién salidos del tren, nos cubrimos con chaquetón y guantes; nada que ver con la legión de 150 labriegos, campesinos y burgueses que, ataviados como en el siglo XIX, aguardan frente a la puerta de la Catedral Vieja . A ellos les vale con las pellizas de época, las enaguas, y esa ilusioncilla que da saber que vas a aparecer en una película... aunque sea como figurante. Aquí se respira la algarabía típica de un rodaje a la española. «¡Que llegas tarde!», grita uno. Pero el silencio se hace ante las...
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