El Clon, la única librería en El Bolsón desde hace décadas, afianza su “metejón” por la lectura a salvo de las llamas
La historia, la relación con los turistas que vuelven cada año a contarles su experiencias y los escritores habitués, de Pablo Ramos a Samanta Schweblin
“Hemos pasado por todo: buenos tiempos y malos tiempos”, dice a LA NACION el librero Ariel Augello, dueño de la única librería en El Bolsón, El Clon (Dorrego 417), desde hace treinta años. “El año pasado fue el peor; sacamos un poco de dinero después de pagar el alquiler y los costos. La baja en las ventas fue muy grande”, señala Augello que trabaja con Dante Oliva, el encargado del local. Los reiterados incendios en la zona, el actual muy cercano a la población, afecta la actividad en El Bolsón. “En parte porque es un destino mayormente turístico, sobre todo en los dos meses que van de las Fiestas al carnaval o a finales de febrero, cuando se hace la Fiesta Nacional del Lúpulo”, cuenta. El pasado 28 de enero el pueblo celebró su 99° aniversario.
El público que tienen es eminentemente local. “Estamos muy satisfechos con ellos; tenemos un cuadernito donde anotamos el libro que se lleva cada uno y le fiamos. Les decimos que lo vayan pagando mientras puedan. Nuestro eslogan es que es un problema del que se lleva el libro, no nuestro. Y funciona”, cuenta. Los lectores, dice Augello, les “abren los ojos” acerca de “autores y editoriales tangenciales”, por fuera del circuito comercial, si bien los títulos que mejor viajan hasta el sur son los de los grandes grupos. “De las independientes nos cuesta más conseguir libros, pero lo hacemos”.
Les piden novedades de los catálogos de Godot, Evaristo (”los de Kelly Link”, destaca), Siglo XXI y Caballo Negro, entre otros sellos. “Y los chicos leen mucho, en especial sagas, desde Harry Potter y Los juegos del hambre en adelante; vienen de a tres o de a cuatro y compran el libro en grupo; es muy emotivo”, observa. “Tenemos un público variado, y clientes con los que, como sigue siendo un pueblo chico, creamos un lazo que va más allá de lo comercial -agrega Oliva-. Lo mismo pasa en verano, muchos turistas vuelven a contarnos cómo le fue con el libro que se llevaron la temporada anterior”.
El Bolsón se ha convertido en un imán para escritores. “Pablo Ramos es vecino; Samanta Schweblin, que tiene familia en una localidad cercana, viene dos veces por año y da un taller en diciembre, y visita seguido la librería. Y está el tesoro redescubierto que es Diego Angelino, un escritor multipremiado, elogiado por Borges, Cortázar, Silvina Ocampo, y que acaba de sacar los cuentos completos en Eterna Cadencia”, apunta el librero.
“Desconocíamos a un autor que tiene mucho apoyo y es Martín Sancia Kawamichi, que ha ganado premios -dice Augello-. Dante y yo tenemos el metejón de leer y de provocar la lectura de libros que nos gustan y no son muy conocidos; como se sabe, en literatura un autor lleva a otro. Es difícil que nos lleguen los libros de Martín, así que tenemos que conseguir que nos los hagan llegar”. A mayor distancia de la ciudad de Buenos Aires, la distribución de libros empeora. La mayor parte de los libros de El Clon son consignaciones.
Todo empezó por la oveja Dolly
El nombre de la librería proviene de la noticia de la clonación de la oveja Dolly en Escocia, en 1997. “Empezamos con muy pocos libros y dos máquinas fotocopiadoras -recuerda el dueño-. No sabíamos qué nombre ponerle y un amigo nos dijo que ‘clonábamos’ documentos. El Clon nos pareció sonoro y contundente. No tiene el prestigio de nombres literarios, pero para el pueblo es suficiente”, bromea.
Algunos de los vecinos afectados por los incendios son los que más leen. “Los inviernos son muy largos, oscuros y lluviosos, y los veranos, secos por desgracia -resume-. El sol no se pone nunca y es muy fácil que se produzca un incendio, más allá de la sospecha de que sean intencionales. Así como el turismo beneficia a la población, la dificultad es la cantidad de gente que viene a los refugios de montaña. El incendio nació en esa zona. No estoy culpando al turismo, sino al descuido y la falta de precaución”. Hace diez días se combate el fuego. “Hasta ayer se lo intentaba apagar con dos pequeños aviones hidrantes, que es como si tiraran dos baldes de agua”, compara. El fuego sigue propagándose y ahora avanza hacia Chile.
El apoyo del comité de cultura de la Municipalidad de El Bolsón, según Augello, es nulo. “No traen ni un afiche y, a una cuadra de la librería y frente a la Biblioteca Sarmiento, se venden novedades ‘truchas’, en ediciones piratas. Me quejé varias veces en la Secretaría de Comercio, pero me dicen la famosa frase ‘estamos trabajando en eso’. Eso esquilma nuestro negocio, porque el último de Gabriel Rolón, por dar un ejemplo, ahí cuesta la mitad. El código de barras es de fantasía”.
“Alejado de los grandes ciudades, en El Bolsón han muerto los videoclubs y las disquerías, pero los libros no -concluye el librero-. La gente sigue prefiriendo el papel, se pasan los libros de mano en mano y por más que se quemen los bosques tendremos que reciclar, o como decía Ray Bradbury, volveremos a la oralidad para contar y escuchar historias”. Aunque lo mejor sería seguir leyendo a salvo de las llamas.