Del corazón al fueguito: ¿qué queremos decir cuando damos un 'like'?
Este gesto, implementado por todas las redes sociales, se ha convertido en un elemento imprescindible de las conversaciones online, a pesar de que un 'like' puede arrastrar tantos significados como usuarios que aprietan el botón, desde su versión más literal hasta la ironía o los primeros flirteos de una relaciónEl arte perdido del flirteo o cómo la saturación de las apps nos ha devuelto las ganas de ligar en persona En Yellow Submarine, la película de animación protagonizada por The Beatles, lo primero que le piden a Ringo Starr es que no toque el botón rojo. Él, como era de esperar, lo presiona inmediatamente y sale disparado. Nos encanta pulsar botones, incluso si no sabemos muy bien para qué sirven. Lejos de submarinos psicodélicos, nos sucede, por ejemplo, con todos esos botones de “me gusta” o “like” que están estratégicamente colocados en Internet, especialmente en las plataformas, y que ya forman parte de su gramática. Los usamos sin parar y, aunque sabemos que disparan tanto la autoestima de quienes reciben esos likes como, después de miles de millones de clics, las cotizaciones de las plataformas que los registran; en último término, no conocemos muy bien las consecuencias de tanta pulsación. Como casi siempre en este sector —que construye a su alrededor una mitología llena de genios y villanos— no está muy claro quién instaló el primer contador de likes. Tanto la plataforma de vídeo Vimeo como Friendfeed (una primitiva red social que terminó en manos de Facebook) se disputan el honor de haberlo implementado primero. Lo que sí está documentado es que, en la propia Facebook, el botón fue idea de Leah Perlman y allí fue donde se convirtió en lo que es hoy, transformando Internet y, por tanto, el mundo. Perlman es hoy una dibujante de cómics que no reniega de su invento, pero que se preocupa de sus consecuencias sobre los usuarios: como cualquiera, ella también notó que estaba dando demasiada importancia al número de likes. El like, que dura menos que un suspiro y tiene algo de explosión o calambrazo, es tanto un vehículo para nuestros afectos como la unidad elemental alrededor de la que gira un enorme dispositivo contable de extracción de datos y beneficios. Entre estos dos polos que marcan los límites de su naturaleza bifurcada, el like (o su cantidad) también interviene en procesos relacionados con la vida laboral (que en muchas profesiones depende de la llamada “marca personal”, construida seguidor a seguidor) o con la sentimental. “En esta situación, lo ideal sería abolir el botón de «Me gusta». Porque acabaríamos con la obsesión con los recuentos, las técnicas rastreras para generar engagement y la jerarquización de la sociedad virtual”, escribe el colectivo Proyecto Una en las conclusiones a su ensayo La viralidad del mal (Descontrol). Sin embargo, aunque plataformas como Instagram permiten ocultar su contador, ninguna de las grandes tecnológicas parece dispuesta a prescindir de ellos. Además, aunque a gran escala nadie duda de que los efectos de la desaparición del like serían positivos, a nivel usuario, nos perderíamos un intercambio muy rico de mensajes cifrados que van del flirteo a la venganza. Porque, ¿qué significa exactamente un like? ¿Cuánta intimidad cabe en un 'me gusta'? “Like, meme, gif, bit… Internet está repleto de unidades mínimas de información con una notable recursividad. La condición esencial de estas unidades es la ligereza, la cual permite su difusión, edición y resignificación inmediatas”, explica Juan de Beatriz, poeta y lingüista. Esta versatilidad del like para contenerlo casi todo y adaptarse a cualquier situación comunicativa es una de sus fortalezas, tal y como también señala Mina Malo, filósofa y parte del colectivo Observatorio Deseo: “Unas de las claves del éxito de los likes se halla en su ambigüedad e incluso intraducibilidad. Cada uno es como una caja negra, no se sabe con exactitud qué hay dentro y eso favorece la movilización de los deseos”. “No estoy tan segura de la polisemia del like”, opina la ilustradora Anastasia Bengoechea, célebre en redes como Monstruoespagueti. “Yo diría que siempre son de acuerdo o estoy contigo, en tu equipo. Siempre hay un apoyo a lo que se sube o a lo que se dice. Más que polisémicos, son una muestra de agrado con distintos tonos. También veo muchos likes que se hacen por interés. Ahí hay mucho detalle, pero no se da like para joder a nadie”. Los contadores convierten los 'likes' en una cifra visible, pero, cuando se intercambian en privado, en conversaciones entre usuarios o de 'story' a 'story', tienen más que ver con los vínculos afectivos, el interés sincero y la intimidad Ainhoa Marzol, periodista y analista de comportamientos online está de acuerdo: “Lo que quiere decir un like depende, y depende del que manda, del que recibe, de cómo se quiera interpretar… Sí que hay una parte muy estratégica, com
Este gesto, implementado por todas las redes sociales, se ha convertido en un elemento imprescindible de las conversaciones online, a pesar de que un 'like' puede arrastrar tantos significados como usuarios que aprietan el botón, desde su versión más literal hasta la ironía o los primeros flirteos de una relación
El arte perdido del flirteo o cómo la saturación de las apps nos ha devuelto las ganas de ligar en persona
En Yellow Submarine, la película de animación protagonizada por The Beatles, lo primero que le piden a Ringo Starr es que no toque el botón rojo. Él, como era de esperar, lo presiona inmediatamente y sale disparado. Nos encanta pulsar botones, incluso si no sabemos muy bien para qué sirven. Lejos de submarinos psicodélicos, nos sucede, por ejemplo, con todos esos botones de “me gusta” o “like” que están estratégicamente colocados en Internet, especialmente en las plataformas, y que ya forman parte de su gramática. Los usamos sin parar y, aunque sabemos que disparan tanto la autoestima de quienes reciben esos likes como, después de miles de millones de clics, las cotizaciones de las plataformas que los registran; en último término, no conocemos muy bien las consecuencias de tanta pulsación.
Como casi siempre en este sector —que construye a su alrededor una mitología llena de genios y villanos— no está muy claro quién instaló el primer contador de likes. Tanto la plataforma de vídeo Vimeo como Friendfeed (una primitiva red social que terminó en manos de Facebook) se disputan el honor de haberlo implementado primero. Lo que sí está documentado es que, en la propia Facebook, el botón fue idea de Leah Perlman y allí fue donde se convirtió en lo que es hoy, transformando Internet y, por tanto, el mundo. Perlman es hoy una dibujante de cómics que no reniega de su invento, pero que se preocupa de sus consecuencias sobre los usuarios: como cualquiera, ella también notó que estaba dando demasiada importancia al número de likes.
El like, que dura menos que un suspiro y tiene algo de explosión o calambrazo, es tanto un vehículo para nuestros afectos como la unidad elemental alrededor de la que gira un enorme dispositivo contable de extracción de datos y beneficios. Entre estos dos polos que marcan los límites de su naturaleza bifurcada, el like (o su cantidad) también interviene en procesos relacionados con la vida laboral (que en muchas profesiones depende de la llamada “marca personal”, construida seguidor a seguidor) o con la sentimental.
“En esta situación, lo ideal sería abolir el botón de «Me gusta». Porque acabaríamos con la obsesión con los recuentos, las técnicas rastreras para generar engagement y la jerarquización de la sociedad virtual”, escribe el colectivo Proyecto Una en las conclusiones a su ensayo La viralidad del mal (Descontrol). Sin embargo, aunque plataformas como Instagram permiten ocultar su contador, ninguna de las grandes tecnológicas parece dispuesta a prescindir de ellos. Además, aunque a gran escala nadie duda de que los efectos de la desaparición del like serían positivos, a nivel usuario, nos perderíamos un intercambio muy rico de mensajes cifrados que van del flirteo a la venganza. Porque, ¿qué significa exactamente un like?
¿Cuánta intimidad cabe en un 'me gusta'?
“Like, meme, gif, bit… Internet está repleto de unidades mínimas de información con una notable recursividad. La condición esencial de estas unidades es la ligereza, la cual permite su difusión, edición y resignificación inmediatas”, explica Juan de Beatriz, poeta y lingüista. Esta versatilidad del like para contenerlo casi todo y adaptarse a cualquier situación comunicativa es una de sus fortalezas, tal y como también señala Mina Malo, filósofa y parte del colectivo Observatorio Deseo: “Unas de las claves del éxito de los likes se halla en su ambigüedad e incluso intraducibilidad. Cada uno es como una caja negra, no se sabe con exactitud qué hay dentro y eso favorece la movilización de los deseos”.
“No estoy tan segura de la polisemia del like”, opina la ilustradora Anastasia Bengoechea, célebre en redes como Monstruoespagueti. “Yo diría que siempre son de acuerdo o estoy contigo, en tu equipo. Siempre hay un apoyo a lo que se sube o a lo que se dice. Más que polisémicos, son una muestra de agrado con distintos tonos. También veo muchos likes que se hacen por interés. Ahí hay mucho detalle, pero no se da like para joder a nadie”.
Los contadores convierten los 'likes' en una cifra visible, pero, cuando se intercambian en privado, en conversaciones entre usuarios o de 'story' a 'story', tienen más que ver con los vínculos afectivos, el interés sincero y la intimidad
Ainhoa Marzol, periodista y analista de comportamientos online está de acuerdo: “Lo que quiere decir un like depende, y depende del que manda, del que recibe, de cómo se quiera interpretar… Sí que hay una parte muy estratégica, como ese like que pones a una persona que crees que está enfadada contigo, o el que pones para que esa persona crea que tú no estás enfadada. Pero lo que nunca me sale es dar like a una persona que me cae mal; sin embargo, en un post que no me hace mucha gracia de alguien que me cae bien, sí que lo pongo”, confiesa.
Así que la ambigüedad del like no es tanta. Los contadores (y las listas que se pueden revisar) convierten los likes en una cifra visible pero, cuando se intercambian en privado, en conversaciones entre usuarios o de story a story, tienen más que ver con los vínculos afectivos, el interés sincero y la intimidad (del simple “pasaba por aquí” al enamoramiento más intenso) que con los negocios. Con todo, aunque esos likes privados siempre son esencialmente positivos, los hay más y menos desconcertantes porque, como recuerda Mina Malo, “el deseo siempre es oscuro”. “A veces se mantiene la interacción digital con viejos amantes como si esa interacción fuera una suerte de relación paralela (con likes en teoría no deseados). Las historias quedan reducidas a esas interacciones por redes en las que queda mal ser espontáneo y lo más sutil es el lenguaje del like”, ejemplifica la filósofa.
Ese mismo “lenguaje del like” aparece durante el inicio del flirteo y es una herramienta práctica para lograr visibilidad en contextos acelerados o cuando no se tiene la confianza suficiente para iniciar una conversación (que puede acabar surgiendo tras decenas de likes de un lado a otro).
Los likes no comprometen a quien los envía ni interrumpen a quien los recibe y solo resultan intempestivos en casos extremos, como cuando parten de emisores con los que no se guarda ninguna relación o durante situaciones de ciberacoso. Así que son especialmente útiles para los tímidos en cualquier contexto virtual. Las (ya no tan) recientes variaciones sobre el like (del smiley