De la biblioteca de “El Brutalista” a la de Borges
Una reflexión sobre la cultura y la defensa de derechos a partir del film candidato al Oscar que llega hoy a las salas
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Con el “eterno retorno de lo mismo” (que tanto interesó a Borges) cada tanto vuelven problemas que ya parecían en gran medida superados, como los referidos a derechos humanos, diversidad, equidad de género, inmigración y otros. Son cuestiones que, como se sabe, siguen siendo de gran actualidad y tienen que ver principalmente con la cultura de las sociedades.
Por eso continúan siendo tema central de películas y es el caso de El Brutalista, que se estrena hoy en la Argentina, que ya recibió premios y puede ser ganadora en la próxima entrega de los Oscar.
Sale a la luz una reliquia del Cervantes que sobrevivió al trágico incendio del teatro
Es una coproducción internacional entre Estados Unidos, Reino Unido y Hungría, protagonizada por Adrien Brody como László Tóth, un arquitecto judío nacido en Hungría que sobrevive al Holocausto y emigra a Estados Unidos, donde lucha por alcanzar el sueño americano hasta que un cliente rico cambia su vida.
En el genial film de Brady Corbet, con un guion que coescribió con Mona Fastvold, en los primeros minutos aparece la frase del Fausto de Johannn Wolfgang von Goethe: “Nadie es más esclavo que quien falsamente cree ser libre”.
Esas palabras bien pueden aplicarse a ese personaje central, el hombre rico, para quien luego de serias dificultades, una pesadilla más que un sueño, el inmigrante arquitecto hace una novedosa biblioteca. Curiosamente ese millonario dice que leyó sobre una “biblioteca infinita”, quizá refiriéndose a “La biblioteca de Babel”, de Jorge Luis Borges.
En la película se destaca todo lo que es arquitectónico, porque se refiere al estilo brutalista, de moda en el Reino Unido en los años 50, con construcciones minimalistas que muestran elementos desnudos como el concreto o ladrillo a la vista, que enfatiza elementos estructurales más que decorativos.
En cierta forma hay similitud con la biblioteca del cuento de Borges, que se compone de un número indefinido, y tal vez infinito, de galerías hexagonales, con vastos pozos de ventilación en el medio, cercados por barandas bajísimas. Desde cualquier hexágono se ven los pisos inferiores y superiores. En el texto quien narra se refiere a epidemias, discordias heréticas, peregrinaciones, suicidios, y sospecha que la especie humana está por extinguirse y que la Biblioteca perdurará: iluminada, solitaria, infinita, perfectamente inmóvil, armada de volúmenes preciosos, inútil, incorruptible, secreta. Insinúa que la biblioteca es ilimitada y periódica. Si un eterno viajero la atravesara en cualquier dirección, comprobaría al cabo de los siglos que los mismos volúmenes se repiten en el mismo desorden (que, repetido, sería un orden: el Orden).
O sea que podemos imaginar que existe un orden y un cierto eterno retorno. Pero la cultura está para salvarnos.
Además, el mito de Babel cuenta la historia de hombres soberbios que comenzaron a construir una torre para llegar al cielo sin consultar a Dios, y el Eterno Padre los castigó con la confusión de lenguas para que no pudieran entenderse.
Es lo que sucede en la película; el magnate no logra entender al arquitecto, un inmigrante que no puede comprender al hombre rico y todo lo que esa sociedad quería representar.
Hoy continúan esas mismas dificultades y eso se nota en los discursos y reacciones, una confusión de lenguas, mientras se discuten derechos.
Entonces ¿seguimos igual que al comienzo de los tiempos? Borges dijo que no, que creía en el progreso, aunque advirtió que sus palabras eran más una expresión de la esperanza que de la lógica. Al considerar la historia universal, creía que existe un progreso moral inevitable. Ilustró: “No sé si la gente ahora es menos cruel que anteriormente...Pero en el presente observo que incluso si las gentes son crueles, incluso si a menudo son despiadadas, tratan de justificar su crueldad, mientras que existió una época en la que un rey, por ejemplo, podía ser inocentemente cruel sin tener necesidad de justificarse”.
Podemos decir que se cuestionan programas que defienden la diversidad, la equidad, la inclusión y el medio ambiente, las acciones sociales, la sustentabilidad, pero existen los Objetivos de Desarrollo Sostenible (de la ONU), para los que muchas grandes corporaciones quieren avanzar en su cumplimiento.
Y existe la cultura, que es la que va a salvar la humanidad. Como en la obra de Borges “De la salvación por las obras”.
En ese texto, que está en Atlas, escrito por Borges en colaboración fotográfica con María Kodama, se cuenta que las divinidades del shinto estaban tristes. Una de ellas señaló que le habían dado de todo a los seres humanos: las aguas, los peces, los siete colores del arco, las generaciones de las plantas y de los animales, el día plural y la noche una, y el don de ensayar algunas variaciones. Y que el hombre imaginó variados instrumentos y un arma invisible que puede ser el fin de la historia. Entonces propuso que antes que ocurra ese hecho insensato, borren a los hombres. Pero otra divinidad dijo que es verdad que han imaginado “esa cosa atroz”, pero también hay otra, que cabe en el espacio que abarcan sus diecisiete sílabas: entonó un haiku y la divinidad mayor sentenció: Que los hombres perduren.
La biblioteca es infinita y la salvación vendrá por las obras de la cultura.
- El autor es sociólogo, periodista, escritor, vicepresidente de la Fundación Borges y director del Foro Ecuménico Social