¿Cuál es el mejor modo de prevenir alergias en niños y cuándo se debe actuar?
La Asociación Española de Pediatría asegura que alrededor del 20% de los niños españoles tiene algún tipo de alergia diagnosticada, pero la cifra sube hasta el 30% en Estados Unidos, según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades, lo que les expone a síntomas que van desde la urticaria y los estornudos hasta la anafilaxia potencialmente mortal.Varios estudios de gran...
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La Asociación Española de Pediatría asegura que alrededor del 20% de los niños españoles tiene algún tipo de alergia diagnosticada, pero la cifra sube hasta el 30% en Estados Unidos, según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades, lo que les expone a síntomas que van desde la urticaria y los estornudos hasta la anafilaxia potencialmente mortal.
Varios estudios de gran envergadura han establecido que introducir a los niños en contacto con posibles alérgenos alimentarios durante el primer año de vida disminuye sus probabilidades de desarrollar una alergia. Pero, ¿qué cantidad de alérgenos hay que darle a un niño y cuándo? ¿Y qué ocurre con otras alergias, como las estacionales, las alergias a los animales domésticos y las reacciones cutáneas?
Aún queda mucho por aprender sobre cómo desarrollan alergias los niños. Hemos hablado con algunos expertos para averiguar qué sabemos y qué preguntas nos quedan por responder.
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Introducir precozmente a los niños en los alérgenos alimentarios
Hace una década, los médicos recomendaban retrasar la introducción a los alérgenos alimentarios comunes durante los primeros años de vida. Eso fue hasta 2015, cuando el estudio Learning about Peanut Allergy (LEAP) proporcionó pruebas sólidas de que la introducción de los cacahuetes a los niños cuando tienen aproximadamente 4 meses de edad puede disminuir el riesgo de alergias a los cacahuetes. Desde entonces, los estudios sobre la introducción temprana de huevos, leche de vaca y múltiples alérgenos comunes han mostrado resultados similares. Ahora, los expertos están sugiriendo la introducción de los alérgenos alimentarios a una edad temprana, afirma Priya Katari, alergóloga e inmunóloga pediátrica del Weill Cornell Medical College (Estados Unidos).
Katari recomienda introducir todos los alérgenos comunes (huevo, leche, soja, trigo, cacahuete, frutos secos, pescado, marisco y sésamo) a los niños entre los cuatro y los seis meses de edad, o cuando el niño pueda mantener la cabeza erguida y masticar y tragar los alimentos sin escupirlos ni atragantarse.
Esto es válido para la mayoría de los niños, incluso los que tienen antecedentes familiares de alergias. Dos excepciones son los niños con eccema grave, que deben someterse a pruebas de alergia antes de introducirles a los alérgenos a través de la comida y los niños con alergia conocida al huevo, que deben someterse a pruebas antes de darles mantequilla de cacahuete.
Por lo demás, el riesgo de una reacción adversa, como un shock anafiláctico, tras introducir por primera vez un alimento en niños menores de un año es raro, afirma Katari. Los padres pueden empezar con un poco de alérgeno cada vez (por ejemplo, un cuarto de cucharadita de mantequilla de cacahuete diluida) y vigilar a los niños durante diez minutos antes de introducir una ración completa: "un objetivo razonable serían dos cucharaditas de mantequilla de cacahuete, o 2 gramos de proteínas según la etiqueta nutricional", dice Katari.
“Yo diría que siempre que introduzcas alimentos sólidos en tu dieta familiar (sean cuales sean), se los des también a tu hijo”, dice Martha Hartz, alergóloga pediátrica de la Clínica Mayo (EE. UU.).
Una vez introducido un alérgeno, es importante mantenerlo en la dieta del niño, dice Katari. El cacahuete es el único alérgeno alimentario que actualmente cuenta con recomendaciones basadas en directrices en cuanto a cantidad y frecuencia: dos cucharaditas tres veces por semana. Pero los expertos coinciden en que el mero hecho de probar un alérgeno no induce su tolerancia. No hay que estresarse si la cantidad es inferior a la recomendada, siempre que los niños se expongan regularmente a los alérgenos. Y los padres no tienen que preocuparse demasiado por llevar la cuenta de todos los alimentos que le dan a su hijo, dice Hartz. Sólo tienen que asegurarse de que su hijo sigue una dieta variada de frutas, verduras y proteínas.
Sin embargo, eso no significa que todo el mundo esté al corriente de estos consejos. Hartz dice que todavía hay algunos padres y profesionales que aprendieron las antiguas directrices y las siguen empleando. “Por eso sigue siendo importante seguir concienciando”, afirma Katari.
A la hora de introducir nuevos alimentos, los expertos coinciden en que es importante estar atento a los signos de una reacción alérgica a cualquier edad. Para niños de todas las edades y adultos, esto incluye urticaria, hinchazón, erupción cutánea, enrojecimiento, vómitos inmediatos o diarrea, o dificultad para respirar, dice Katari. En el caso de los niños pequeños, los cambios de comportamiento también pueden ser indicios. Los bebés y los niños pequeños pueden estar más alterados o retraídos, sobre todo si aún no pueden expresar su malestar. Si un niño experimenta una reacción alérgica a cualquier alérgeno, sus padres deben hablar con su pediatra, dice Katari.
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¿Qué ocurre con las alergias a los animales domésticos, las alergias estacionales y otras?
En el caso de los alérgenos no alimentarios, el panorama es más complejo. El desarrollo de alergias depende de varios factores, como la genética, el sistema inmunitario y el entorno, dice Asriani Chiu, alergóloga pediátrica del Children's Wisconsin y del Medical College of Wisconsin (EE. UU.). “Es muy difícil averiguar qué causa una alergia”, dice.
“El mayor factor de riesgo es la genética y los antecedentes familiares”, afirma Rita Kachru, alergóloga e inmunóloga pediátrica de la UCLA. Cualquier tipo de alergia en la familia puede aumentar el riesgo de desarrollar alergias de cualquier tipo, afirma. Además de la genética, las alergias suelen ser el resultado de una exposición constante a lo largo del tiempo, explica Chiu. Las alergias al polen, por ejemplo, no suelen manifestarse hasta después de los 4 ó 5 años, después de que los niños hayan estado expuestos a grandes cantidades de polen durante varias estaciones, dice Kachru.
En general, la exposición temprana a alérgenos no alimentarios probablemente ayuda a prevenir las alergias, afirma Kachru. Por ejemplo, algunos estudios sugieren que la exposición durante el primer año de vida al pelo que sueltan los animales domésticos puede reducir el riesgo de desarrollar alergias.
Pero esto conlleva algunas advertencias. Por ejemplo, hay estudios que también demuestran que los niños que crecen en hogares con plagas como cucarachas y ratones tienen más probabilidades de desarrollar asma. Otro ejemplo es que los bebés que necesitan someterse a procedimientos médicos a una edad temprana tienen más probabilidades de desarrollar alergia al látex. Algunos estudios sobre alergias estacionales muestran que la exposición al polen durante el primer año de vida puede aumentar el riesgo de alergia al polen. Entonces, ¿cuándo es protectora la exposición en los primeros años de vida y cuándo no?
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Preguntas sin respuesta sobre cómo se desarrollan las alergias
Una teoría es la de la doble exposición, que postula que la forma en que se introduce por primera vez un alérgeno es importante. Según Katari, la exposición a alérgenos como el polvo de cacahuete a través de una herida en la piel o una inflamación de las vías respiratorias puede provocar una reacción alérgica. Sin embargo, comer un alérgeno potencial “le dice al sistema inmunitario: 'esto es algo que se supone que debo comer'“, afirma Hartz.
Lo mismo ocurre con otras alergias: si un alérgeno entra en el cuerpo a través de la piel, por ejemplo, podría desencadenar una respuesta inflamatoria que condujera a una alergia: “Nunca insistiré lo suficiente en la importancia de cuidar especialmente la piel, que es el órgano más grande durante la infancia”. También por eso, si tu hijo tiene eccema, que provoca roturas en la piel, es importante desarrollar un régimen cutáneo que pueda mantener la inflamación bajo control.
En general, si las barreras del organismo a las toxinas externas (la piel, las vías respiratorias y el intestino) se mantienen sanas, el sistema inmunitario puede reaccionar mejor a los alérgenos. Cosas como el humo del tabaco, que pueden afectar a estas barreras, deben mantenerse alejadas de los niños, dice Kachru.
Sin embargo, los estudios demuestran que hay algunas cosas que pueden ayudar a disminuir el riesgo de alergia en los niños, dice Chiu. Algunos estudios demuestran que la lactancia materna puede disminuir el riesgo de alergia. Además, los niños que nacen por parto vaginal, a diferencia de los que nacen por cesárea, tienen menos riesgo de desarrollar alergias, afirma Chiu. Esto podría deberse a que la lactancia materna y el parto vaginal pueden aumentar la diversidad de bacterias beneficiosas en el tracto intestinal del niño, lo que, según los estudios, está relacionado con un menor riesgo de alergias.
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Dado que es difícil desentrañar todos los factores que pueden causar alergia, los médicos no disponen de directrices claras sobre cuándo o cómo exponer a un niño a alérgenos no alimentarios. En parte, esto se debe a que es difícil controlar cómo y cuándo los niños están expuestos a los alérgenos de su entorno, dice Chiu, especialmente a cosas como el polen o el polvo. Además, los bebés son sujetos de ensayo difíciles de reclutar, dice, ya que es poco probable que los padres quieran someter a sus bebés, por lo demás sanos, a medicamentos que quizá aún no necesiten.
La comunidad científica cada vez está aprendiendo más sobre los sistemas cutáneo, intestinal y respiratorio, todos los cuales contienen células inmunitarias que desempeñan un papel importante en la respuesta del organismo a las toxinas externas, afirma Kachru. En el caso de la piel, eso pasa por descubrir los factores genéticos y ambientales que causan inflamaciones perjudiciales. Para el intestino y el sistema respiratorio, esto significa averiguar qué papel puede desempeñar el microbioma en el desarrollo de la alergia, dice Kachru: “Necesitamos la inflamación. Pero ¿cómo evitamos que reaccione a cosas a las que no debería reaccionar?”.