Pecado de lesa unanimidad
No han sido capaces de decidir qué es mejor porque cada bloque es correa de transmisión de los deseos de una opción política. Así es tan difícil que lleguen a un acuerdo como que lleguen el PSOE y el PP. Bienvenidos a la casilla de salida Lo indefinido es divino, pues es inmortal e imperecedero Anaximandro de Mileto Me he estado conteniendo, lo juro. Hoy ya no puedo más. No tenía muchas esperanzas, no apuntaba demasiado bien, pero esto último ha sido definitivo. El nuevo CGPJ, el octavo de la democracia, es otro fracaso. No harán ruido, no entrarán en la batalla, se llevarán crudos sus seis mil euros al mes, mas no solucionarán el problema de desprestigio que ha caído sobre el organismo como una losa, sobre todo desde el quinto Consejo (2001-2008, presidente Hernando). Con el siglo empezó un declive lento, constante y más tarde acelerado de las instituciones y el órgano de gobierno de los jueces es uno de los síntomas más claros. No son capaces de decidir nada. La cuestión es bochornosa, puesto que la mayor parte de sus miembros son jueces, es decir, personas que llevan toda su vida profesional obligados a tomar una decisión. ¿Se imaginan que un juez en vez de una sentencia les diera dos o tres soluciones posibles al asunto? Pues estos señores del CGPJ son así de cachondos. La disposición adicional Primera de la LO 3/2024 les daba seis meses para elevar UNA propuesta de fórmula de selección de los vocales que les pareciera la más adecuada, la que más ayudara a la no politización del órgano, la que mejor reflejara el espíritu constitucional y el sentir de los operadores jurídicos. Se lo mandaba una ley. Pues han mareado la perdiz a modo: constituyeron una comisión, pidieron informes a dios y a su madre y ¿qué han hecho con todo ello? Enrocarse en la idea inicial que cada uno de los bloques tenía: los conservadores en la elección de los 12 vocales judiciales por los jueces y el resto por las Cortes y los progresistas en la elección parlamentaria, por ser someros y no liarles. Total, el lío que había desde el principio. Pensaría uno que el órgano recién estrenado tendría el músculo, la capacidad, la energía y las ganas de debatir hasta extenuarse y llegar a un acuerdo, el que fuera, que poder proponer al legislador, como les pedían por ley. Que si quieres arroz, Catalina. El octavo CGPJ es de nuevo un consejo de bloques irreconciliables pero, oiga, unánimes. Tócate las narices. Monolíticos y bien mandados, pero sin bronca, a ver si me entiendes. Me parece genial el énfasis de la presidenta en presentar una imagen de unidad y consenso, me parece lo más grande que no vote persistentemente con el bloque progresista como muchos hubieran esperado, lo que ya no me parece tan bien es que para llegar a esos consensos se practiquen los viejos vicios de jugar a la indefinición y a los cromos, que es lo que está sucediendo. Todos sabemos lo estresante que es decidir, sobre todo cuando no queda más remedio. Ya les enviaría a hablar con un director de programa cuando no le cabe todo en la escaleta y todo es buenísimo, ¿creen que pueden pedir el doble de tiempo para no dejar nada fuera y así no tomar decisiones dolorosas? Eso es más o menos, salvando las distancias, lo que acaba de hacer el Consejo de Perelló. Luego lo adornan con un montón de referencias a la Comisión Europea, el TJUE, Venecia, las opiniones de las salas de Gobierno y la biblia en verso. Mojarse, lo que se dice mojarse, nada de nada. Sudar la camiseta, como dice Sánchez que la suda para buscar votos debajo de las piedras, de eso nada, que es muy chusco para gente tan elevada. No han sido capaces de decidir qué es mejor porque cada bloque es correa de transmisión de los deseos de una opción política. Así es tan difícil que lleguen a un acuerdo como que lleguen el PSOE y el PP. Bienvenidos a la casilla de salida. A lo mejor tiene parte de culpa que hayan quedado excluidas como miembros, por decisión de los políticos, dos asociaciones de jueces (FdV y FJI) y hasta la Abogacía. Con sus diferentes visiones, dado que estas tienen otras propuestas, podían haber ejercido de flexores de cadera y permitir algún movimiento de aproximación entre las partes. Así se está condenado a emboscar lo inexcusable: la fracción en dos bloques inamovibles, como reconocía tan pimpante una joven vocal en este mismo medio. La semana pasada, con el bloque de nombramientos de magistrados para el Tribunal Supremo, acaeció la misma unanimidad enfermiza que ocultaba una tradición inveterada de la casa: el canje de cromos. Estos míos por estos tuyos y a volar. Si no fuera porque sabemos que es imposible que con tal sistema encumbren a los mejores, hasta les aplaudiríamos con las orejas. Vuelta al sistema Robles-Almenar del sexto Consejo y nada tendrá que ver que a la nueva presidenta la auspicie la
No han sido capaces de decidir qué es mejor porque cada bloque es correa de transmisión de los deseos de una opción política. Así es tan difícil que lleguen a un acuerdo como que lleguen el PSOE y el PP. Bienvenidos a la casilla de salida
Lo indefinido es divino, pues es inmortal e imperecedero
Me he estado conteniendo, lo juro. Hoy ya no puedo más. No tenía muchas esperanzas, no apuntaba demasiado bien, pero esto último ha sido definitivo. El nuevo CGPJ, el octavo de la democracia, es otro fracaso. No harán ruido, no entrarán en la batalla, se llevarán crudos sus seis mil euros al mes, mas no solucionarán el problema de desprestigio que ha caído sobre el organismo como una losa, sobre todo desde el quinto Consejo (2001-2008, presidente Hernando). Con el siglo empezó un declive lento, constante y más tarde acelerado de las instituciones y el órgano de gobierno de los jueces es uno de los síntomas más claros.
No son capaces de decidir nada. La cuestión es bochornosa, puesto que la mayor parte de sus miembros son jueces, es decir, personas que llevan toda su vida profesional obligados a tomar una decisión. ¿Se imaginan que un juez en vez de una sentencia les diera dos o tres soluciones posibles al asunto? Pues estos señores del CGPJ son así de cachondos. La disposición adicional Primera de la LO 3/2024 les daba seis meses para elevar UNA propuesta de fórmula de selección de los vocales que les pareciera la más adecuada, la que más ayudara a la no politización del órgano, la que mejor reflejara el espíritu constitucional y el sentir de los operadores jurídicos. Se lo mandaba una ley. Pues han mareado la perdiz a modo: constituyeron una comisión, pidieron informes a dios y a su madre y ¿qué han hecho con todo ello? Enrocarse en la idea inicial que cada uno de los bloques tenía: los conservadores en la elección de los 12 vocales judiciales por los jueces y el resto por las Cortes y los progresistas en la elección parlamentaria, por ser someros y no liarles. Total, el lío que había desde el principio.
Pensaría uno que el órgano recién estrenado tendría el músculo, la capacidad, la energía y las ganas de debatir hasta extenuarse y llegar a un acuerdo, el que fuera, que poder proponer al legislador, como les pedían por ley. Que si quieres arroz, Catalina. El octavo CGPJ es de nuevo un consejo de bloques irreconciliables pero, oiga, unánimes. Tócate las narices. Monolíticos y bien mandados, pero sin bronca, a ver si me entiendes. Me parece genial el énfasis de la presidenta en presentar una imagen de unidad y consenso, me parece lo más grande que no vote persistentemente con el bloque progresista como muchos hubieran esperado, lo que ya no me parece tan bien es que para llegar a esos consensos se practiquen los viejos vicios de jugar a la indefinición y a los cromos, que es lo que está sucediendo.
Todos sabemos lo estresante que es decidir, sobre todo cuando no queda más remedio. Ya les enviaría a hablar con un director de programa cuando no le cabe todo en la escaleta y todo es buenísimo, ¿creen que pueden pedir el doble de tiempo para no dejar nada fuera y así no tomar decisiones dolorosas? Eso es más o menos, salvando las distancias, lo que acaba de hacer el Consejo de Perelló. Luego lo adornan con un montón de referencias a la Comisión Europea, el TJUE, Venecia, las opiniones de las salas de Gobierno y la biblia en verso. Mojarse, lo que se dice mojarse, nada de nada. Sudar la camiseta, como dice Sánchez que la suda para buscar votos debajo de las piedras, de eso nada, que es muy chusco para gente tan elevada. No han sido capaces de decidir qué es mejor porque cada bloque es correa de transmisión de los deseos de una opción política. Así es tan difícil que lleguen a un acuerdo como que lleguen el PSOE y el PP. Bienvenidos a la casilla de salida.
A lo mejor tiene parte de culpa que hayan quedado excluidas como miembros, por decisión de los políticos, dos asociaciones de jueces (FdV y FJI) y hasta la Abogacía. Con sus diferentes visiones, dado que estas tienen otras propuestas, podían haber ejercido de flexores de cadera y permitir algún movimiento de aproximación entre las partes. Así se está condenado a emboscar lo inexcusable: la fracción en dos bloques inamovibles, como reconocía tan pimpante una joven vocal en este mismo medio.
La semana pasada, con el bloque de nombramientos de magistrados para el Tribunal Supremo, acaeció la misma unanimidad enfermiza que ocultaba una tradición inveterada de la casa: el canje de cromos. Estos míos por estos tuyos y a volar. Si no fuera porque sabemos que es imposible que con tal sistema encumbren a los mejores, hasta les aplaudiríamos con las orejas. Vuelta al sistema Robles-Almenar del sexto Consejo y nada tendrá que ver que a la nueva presidenta la auspicie la propia Robles y que Almenar fuera nombrado precisamente por ellos magistrado de la Sala I. La banca siempre gana. Ahora se han encallado en las presidencias que son los nombramientos con mayor presión política y ahí hay cromos que ni unos ni otros quieren soltar. Total, nada nuevo bajo el sol. La unanimidad mediocre de quienes se empeñan en ser esclavos de partidos e ideologías en vez de libertos. Ya han creado las primeras indignaciones entre muchos aspirantes a esas plazas, como sigan así es cuestión de tiempo que la desilusión vuelva a campar.
Y es que Perelló empezó bien y elevó la moral de las huestes togadas, hasta le disculparon su nula capacidad comunicativa que haría muy bien en entrenar, que creyeron que por fin se iba a defender de una forma profesional y valiente la independencia de los jueces. No es que ella no lo haya sido, insisto, aunque le faltan tablas para no dar esa imagen de debilidad y ponerse las presiones políticas por montera con más garbo. La asignatura pendiente es conseguir que sus vocales se liberen, que dejen de formar parte de comandos ideológicos, y que puedan dialogar como profesionales que son sobre los méritos de otros profesionales, que es lo único que tienen que hacer. Que da igual que la actriz sea trans o el actor machirulo, que lo que importa es que sean buenos en lo suyo y su interpretación magistral. Aplicarse el cuento. Los magistrados son expertos técnicos o mediocres y es a lo único que tienen que atender. Excepto que estén pensando en servir de mamporreros de sus mandantes partidistas, en cuyo caso me callo y paso a llorar el declive inevitable de nuestras instituciones democráticas. Ustedes me dirán.