'María Callas' tiene a la mejor Angelina Jolie dirigida con maestría por Pablo Larraín. Su único defecto es que quiere ser perfecta a la fuerza, y no le sale
En 1955, la madre de María Callas, con quien la cantante había cortado comunicación, le pidió cien dólares para comer pan todos los días. La artista, una de las cantantes más reconocidas en todo el mundo, no tuvo reparos en contestar "No nos cuentes tus problemas. He tenido que trabajar para ganar dinero, y tú eres suficientemente joven para trabajar también. Si no puedes ganar suficiente dinero para seguir viviendo puedes saltar por la ventana o ahogarte". No es de extrañar por qué Pablo Larraín quería -o más bien necesitaba- contar, en su tercera biografía de mujeres icónicas del siglo XX al borde de un ataque de nervios, el final de La Callas, el destrozo de una diva que no era capaz de aceptar su propia decadencia. ¿Por qué no te Callas? 'María Callas' no es un biopic al uso, al igual que no lo fueron 'Jackie' y 'Spencer' (para mí, la mejor de la trilogía). Más interesado en centrarse en su caída en desgracia que en contar la vida al completo de la soprano más famosa de todos los tiempos, Larraín prefiere hablar de ese momento en el que se negaba a aceptar su condición de diva acabada cuya percepción de la realidad se veía continuamente modificada por las opiniones de los que le rodeaban. En la película es una estrella que ignora a la prensa, que se fía de la opinión musical de su sirvienta, que se queja por la posición del piano, que no quiere ver al médico porque es consciente de lo que le va a decir. El retrato de Callas tiene tintes de patetismo, sí, pero también es profundamente empático: Larraín no pretende que sepamos de manera fehaciente lo que pasó en aquellos últimos años, como si esta fuera una película wikipédica. Lo que quiere, y consigue a base de oficio, es que comprendamos las idas y venidas de su protagonista, su mente desviada de la verdad, su afán por volver a ser relevante en un mundo que ya la ha olvidado, su neblina formada en base a halagos y piropos de los que trabajan para ella. Y es ahí donde 'María Callas' consigue su mayor logro, convirtiendo lo que en otras manos podría haber sido una tragicomedia en un drama psicológico de altura. En Espinof Qué ver si te gusta 'Elvis': 3 biopics musicales disponibles en streaming que desafiaron las convenciones del género El problema de esta película radica de manera casi exclusiva en su guion. Más concretamente, en unos diálogos que pretenden ser rimbombantes y excesivos pero que, buscando la perfección, se alejan por completo de cualquier viso de realidad. Todas las frases que suenan están pronunciadas como si fuera un clímax constante, y con la clara intención de perdurar. Todas ellas. "Vengo a los restaurantes a que me adoren"; "Ser una posesión en un armario no es mi ambición"; "María Callas nunca llega tarde, somos los demás los que llegamos pronto"; "La música nace de la miseria, del sufrimiento, la felicidad nunca ha producido una melodía bella"... Es un continuo, un no parar. Un diálogo repleto de gravitas tras otro. Todos muy dignos, muy profundos, muy serios. Y lo que al principio es un curioso ejercicio, termina por agotar. Cante María De igual manera, la película elige de manera cuestionable que, además del retrato de la diva en declive, necesita contar fragmentos de su vida y su tormentosa relación con Aristóteles Onassis mediante un puñado de flashbacks que aportan trasfondo al personaje pero le hacen perder ritmo y, paradójicamente, cierta profundidad. La Callas de Larraín es más interesante cuando se muestra inadvertidamente vulnerable que cuando se muestra en todo su potencial. Cuando funciona, 'María Callas' es arrolladora, estupenda, una fabulosa biografía del ocaso de quien fue el número uno. Pero, tristemente, no siempre es así, y el resultado final se acaba emborronando. En el resto de niveles, pocas quejas se pueden tener. La fotografía de la película es increíble, llamativa y única, Larraín escoge siempre los mejores planos posibles para su musa, el montaje (más allá de las decisiones provenientes del guion) tiene el ritmo ideal y, por supuesto, Angelina Jolie representa aquí un papel perfecto para ella. Probablemente la actriz -una diva por sí misma- esperaba al menos una nominación al Óscar con su versión de María Callas, pero los premios no siempre son necesarios para admirar un talento descomunal, que tras tres años sin aparecer en pantalla grande vuelve a recordarnos que es una de las mejores intérpretes de la actualidad... al menos siempre que tenga un proyecto serio por detrás que le permita aupar sus aptitudes. Ella sabe representar como nadie el dolor que la cantante utiliza como motor para generar arte, marcando de manera fantástica la dualidad de los últimos años de María Callas. En privado sigue siendo la artista de alto standing a la que nadie puede toser y cuyas órdenes deben acatarse, pero en público ha pasado a ser un vestigio del pasado que solo unos pocos recuerdan, una nota al pie en las
En 1955, la madre de María Callas, con quien la cantante había cortado comunicación, le pidió cien dólares para comer pan todos los días. La artista, una de las cantantes más reconocidas en todo el mundo, no tuvo reparos en contestar "No nos cuentes tus problemas. He tenido que trabajar para ganar dinero, y tú eres suficientemente joven para trabajar también. Si no puedes ganar suficiente dinero para seguir viviendo puedes saltar por la ventana o ahogarte". No es de extrañar por qué Pablo Larraín quería -o más bien necesitaba- contar, en su tercera biografía de mujeres icónicas del siglo XX al borde de un ataque de nervios, el final de La Callas, el destrozo de una diva que no era capaz de aceptar su propia decadencia.
¿Por qué no te Callas?
'María Callas' no es un biopic al uso, al igual que no lo fueron 'Jackie' y 'Spencer' (para mí, la mejor de la trilogía). Más interesado en centrarse en su caída en desgracia que en contar la vida al completo de la soprano más famosa de todos los tiempos, Larraín prefiere hablar de ese momento en el que se negaba a aceptar su condición de diva acabada cuya percepción de la realidad se veía continuamente modificada por las opiniones de los que le rodeaban. En la película es una estrella que ignora a la prensa, que se fía de la opinión musical de su sirvienta, que se queja por la posición del piano, que no quiere ver al médico porque es consciente de lo que le va a decir.
El retrato de Callas tiene tintes de patetismo, sí, pero también es profundamente empático: Larraín no pretende que sepamos de manera fehaciente lo que pasó en aquellos últimos años, como si esta fuera una película wikipédica. Lo que quiere, y consigue a base de oficio, es que comprendamos las idas y venidas de su protagonista, su mente desviada de la verdad, su afán por volver a ser relevante en un mundo que ya la ha olvidado, su neblina formada en base a halagos y piropos de los que trabajan para ella. Y es ahí donde 'María Callas' consigue su mayor logro, convirtiendo lo que en otras manos podría haber sido una tragicomedia en un drama psicológico de altura.
El problema de esta película radica de manera casi exclusiva en su guion. Más concretamente, en unos diálogos que pretenden ser rimbombantes y excesivos pero que, buscando la perfección, se alejan por completo de cualquier viso de realidad. Todas las frases que suenan están pronunciadas como si fuera un clímax constante, y con la clara intención de perdurar. Todas ellas. "Vengo a los restaurantes a que me adoren"; "Ser una posesión en un armario no es mi ambición"; "María Callas nunca llega tarde, somos los demás los que llegamos pronto"; "La música nace de la miseria, del sufrimiento, la felicidad nunca ha producido una melodía bella"... Es un continuo, un no parar. Un diálogo repleto de gravitas tras otro. Todos muy dignos, muy profundos, muy serios. Y lo que al principio es un curioso ejercicio, termina por agotar.
Cante María
De igual manera, la película elige de manera cuestionable que, además del retrato de la diva en declive, necesita contar fragmentos de su vida y su tormentosa relación con Aristóteles Onassis mediante un puñado de flashbacks que aportan trasfondo al personaje pero le hacen perder ritmo y, paradójicamente, cierta profundidad. La Callas de Larraín es más interesante cuando se muestra inadvertidamente vulnerable que cuando se muestra en todo su potencial. Cuando funciona, 'María Callas' es arrolladora, estupenda, una fabulosa biografía del ocaso de quien fue el número uno. Pero, tristemente, no siempre es así, y el resultado final se acaba emborronando.
En el resto de niveles, pocas quejas se pueden tener. La fotografía de la película es increíble, llamativa y única, Larraín escoge siempre los mejores planos posibles para su musa, el montaje (más allá de las decisiones provenientes del guion) tiene el ritmo ideal y, por supuesto, Angelina Jolie representa aquí un papel perfecto para ella. Probablemente la actriz -una diva por sí misma- esperaba al menos una nominación al Óscar con su versión de María Callas, pero los premios no siempre son necesarios para admirar un talento descomunal, que tras tres años sin aparecer en pantalla grande vuelve a recordarnos que es una de las mejores intérpretes de la actualidad... al menos siempre que tenga un proyecto serio por detrás que le permita aupar sus aptitudes.
Ella sabe representar como nadie el dolor que la cantante utiliza como motor para generar arte, marcando de manera fantástica la dualidad de los últimos años de María Callas. En privado sigue siendo la artista de alto standing a la que nadie puede toser y cuyas órdenes deben acatarse, pero en público ha pasado a ser un vestigio del pasado que solo unos pocos recuerdan, una nota al pie en las revistas del corazón, un jarrón roto que señalar y del que reírse ante la incapacidad de recomponerse solo. La vergüenza interna, la incapacidad de aceptar su propia situación vital, el exceso de medicamentos, la frustración por no poder ser quién era, la voz rota, el desastre. No es un papel fácil, desde luego, y Jolie está a la altura de la grandeza que el guion se autoimpone.
Pero ese es el problema: se trata de una grandeza artificial, poco humilde y algo pedante, que mejoraría la película si bajase un escalón su intención poco oculta de perdurar. Steven Knight no termina de dar en el clavo tanto como lo hizo con 'Spencer' (soy consciente de que no es la favorita de la mayoría, pero a mí me dejó anonadado) y el cierre de esta trilogía acaba siendo imperfecto. Precioso de ver y con unas interpretaciones dignas de estudio, pero sin llegar a acertar en el blanco continuamente. Como la voz de María Callas cerca del final de su vida, quiere ser impoluta, pero no llega. Y es una pena.
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La noticia
'María Callas' tiene a la mejor Angelina Jolie dirigida con maestría por Pablo Larraín. Su único defecto es que quiere ser perfecta a la fuerza, y no le sale
fue publicada originalmente en
Espinof
por
Randy Meeks
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