La dificultad de compartir lo bueno

La maldad atrae mucho más que la bondad, una de las razones por las que lo malo es siempre noticia y lo bueno apenas es noticiable. En una coyuntura como la actual en la que se busca a cualquier precio la viralidad de nuestros mensajes, sean del tipo que sean, la difusión de lo positivo es muy lenta o casi imperceptible, mientras que lo negativo se propaga casi a la velocidad de la luz. Muchos dirán que esa es la eterna condición humana, los mismos que se han apuntado al integrismo negacionista, pero no está todo perdido. Si nos paramos a reflexionar y valorar las ventajas de compartir los avances en todos los ámbitos, las oportunidades que se presentan, los descubrimientos, las mejoras en los procesos productivos, las buenas películas y las lecturas que nos enriquecen, empezaremos a ver la realidad que nos rodea con otra luz muy distinta y el pesimismo que hoy parece que nos acosa por todos los flancos se irá disipando y dejará paso a un impulso más optimista y estimulante. No es suficiente dar un me gusta, hay que ir más allá y compartirlo, porque lo que está en juego es el bien común, el sentido comunitario, perseguido por los secuaces del individualismo feroz. Dejar una reseña en las redes sociales sobre un restaurante de muchos tenedores o un hotel de 5 estrellas no tiene mucho mérito, pero sí lo tiene apoyar con un comentario el esfuerzo de un pequeño hotel con encanto que se pone en marcha en un destino fuera de los circuitos turísticos masificados. Lo mismo podríamos decir de los productos culturales: libros, películas, series, canciones, etcétera, que no tienen detrás grandes inversiones publicitarias, pero que sí poseen una calidad merecedora de nuestro apoyo. Ahora cuando vemos que las derechas políticas y empresariales se desviven por hacerle la pelota al monstruo que habita la Casa Blanca y que éste sólo respeta a los que tienen más dinero que él, se muestra indiferente con los iguales y desprecia con crueldad a los que considera por debajo, hay que recordar a sus votantes y simpatizantes que aplaudir a los sátrapas tiene un precio muy alto: perder la dignidad personal y colectiva. Es verdad que resistir el tsunami diario de falsas noticias, bulos, mentiras y provocaciones fabricadas por las consultoras vendidas al dinero de los poderes ultras requiere dosis muy elevadas de tesón y valentía. Pero no queda otra que hacerles frente compartiendo los progresos que se suceden en todos los terrenos y tejiendo vínculos y relaciones entre todos los que confiamos en la mayoría que se porta bien.

Feb 3, 2025 - 09:38
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La dificultad de compartir lo bueno
La maldad atrae mucho más que la bondad, una de las razones por las que lo malo es siempre noticia y lo bueno apenas es noticiable. En una coyuntura como la actual en la que se busca a cualquier precio la viralidad de nuestros mensajes, sean del tipo que sean, la difusión de lo positivo es muy lenta o casi imperceptible, mientras que lo negativo se propaga casi a la velocidad de la luz. Muchos dirán que esa es la eterna condición humana, los mismos que se han apuntado al integrismo negacionista, pero no está todo perdido. Si nos paramos a reflexionar y valorar las ventajas de compartir los avances en todos los ámbitos, las oportunidades que se presentan, los descubrimientos, las mejoras en los procesos productivos, las buenas películas y las lecturas que nos enriquecen, empezaremos a ver la realidad que nos rodea con otra luz muy distinta y el pesimismo que hoy parece que nos acosa por todos los flancos se irá disipando y dejará paso a un impulso más optimista y estimulante. No es suficiente dar un me gusta, hay que ir más allá y compartirlo, porque lo que está en juego es el bien común, el sentido comunitario, perseguido por los secuaces del individualismo feroz. Dejar una reseña en las redes sociales sobre un restaurante de muchos tenedores o un hotel de 5 estrellas no tiene mucho mérito, pero sí lo tiene apoyar con un comentario el esfuerzo de un pequeño hotel con encanto que se pone en marcha en un destino fuera de los circuitos turísticos masificados. Lo mismo podríamos decir de los productos culturales: libros, películas, series, canciones, etcétera, que no tienen detrás grandes inversiones publicitarias, pero que sí poseen una calidad merecedora de nuestro apoyo. Ahora cuando vemos que las derechas políticas y empresariales se desviven por hacerle la pelota al monstruo que habita la Casa Blanca y que éste sólo respeta a los que tienen más dinero que él, se muestra indiferente con los iguales y desprecia con crueldad a los que considera por debajo, hay que recordar a sus votantes y simpatizantes que aplaudir a los sátrapas tiene un precio muy alto: perder la dignidad personal y colectiva. Es verdad que resistir el tsunami diario de falsas noticias, bulos, mentiras y provocaciones fabricadas por las consultoras vendidas al dinero de los poderes ultras requiere dosis muy elevadas de tesón y valentía. Pero no queda otra que hacerles frente compartiendo los progresos que se suceden en todos los terrenos y tejiendo vínculos y relaciones entre todos los que confiamos en la mayoría que se porta bien.