[INVESTIGACIÓN] Las mujeres gestantes en el entramado de la industria de los vientres de alquiler
Esto es un adelanto de un trabajo transnacional sobre el negocio de los vientres de alquiler en España, Grecia, Ucrania y Georgia, desarrollado con la financiación de Journalismfund Europe. La entrada [INVESTIGACIÓN] Las mujeres gestantes en el entramado de la industria de los vientres de alquiler se publicó primero en lamarea.com.
En España, la gestación subrogada es considerada una forma de violencia contra las mujeres gestantes y los bebés gestados. En Grecia, únicamente está permitida –y para parejas heterosexuales que obtengan aprobación médica y legal– la subrogación llamada altruista. Ucrania, por su parte, es uno de los epicentros de la maternidad subrogada no sólo para las parejas heterosexuales europeas, sino cada vez más, chinas y árabes. Y la vecina Georgia ha comenzado a beneficiarse de este negocio sobre todo a raíz de la invasión rusa, debido a la falta de mujeres para poder suplir la demanda.
La industria de los vientres de alquiler ha pasado de facturar más de 14.000 millones de dólares en 2022 a 17.900 en 2023, según datos de The Economist, que prevé que supere los 139.000 millones de dólares en 2032. Se trata de uno de los negocios transnacionales más pujantes en todo el mundo, pese a no estar regulado en la mayoría de los países.
En este contexto, y desde septiembre de 2024, las periodistas Patricia Simón, Queralt Castillo Cerezuela, Liza Torosyan y María Volkova, con el apoyo de la Journalismfund Europe, han investigado cómo trabajan, coordinadamente, las agencias, las clínicas, los bufetes de abogacía, los lobbies y algunos partidos políticos de estos cuatro países europeos con legislaciones muy diferentes al respecto, pero muy conectados entre sí.
En Grecia, por ejemplo, sólo se permite cubrir los gastos ocasionados a la gestante, pero dos de cada tres mujeres que acceden a quedarse embarazadas por encargo son extranjeras procedentes de países más pobres que la República helena. En un estudio con los perfiles de las mujeres que se someten a estos procedimientos hay un dato revelador: el 24% de estas mujeres tiene una relación laboral preexistente con la pareja contratante. Esto, y la falta de controles y fiscalización, arroja sospechas sobre posibles pagos por vías no oficiales.
En Ucrania, varias investigaciones judiciales han encontrado indicios de supuesto tráfico de personas, falsedad documental y evasión fiscal, entre otros delitos, en empresas como Biotexcom, con la que colaboró durante años la agencia fundada en España Subrogalia. Una empresa vinculada con la clínica radicada en Kiev Interfiv, cerrada por una investigación judicial ucraniana, y en cuya sede se abriría posteriormente Intereco, que permanecía con la persiana echada en el momento de realizar esta investigación. Algunas de estas causas han sido archivadas y algunos fiscales que las llevaron a cabo apartados de sus cargos.
La invasión rusa de 2022 ralentizó inicialmente este negocio –que ya vuelve a aproximarse a las cifras de los años previos a la pandemia de COVID-19–, lo que favoreció su florecimiento en países como Georgia. Allí, las clínicas trabajan con agencias internacionales que proporcionan estas mujeres, muchas de ellas procedentes de Uzbekistán y Kazajistán.
Como adelanto de esta investigación, y a la espera de que el Ministerio de Igualdad del Gobierno de España aclare las medidas que adoptará para prohibir el trabajo de las agencias mediadoras en este país, publicamos dos entrevistas con mujeres que han sido madres gestantes por subrogación en Ucrania y en Georgia. Pese a ser quienes asumen mayores riesgos y quienes tienen menor capacidad de negociación, comparten su convencimiento de que ser vientres de alquiler es su mejor estrategia de supervivencia para mejorar las vidas de sus familias.
El resultado completo de la investigación será publicado en una serie de reportajes en diferentes medios europeos, entre ellos La Marea.
Marina, madre gestante por subrogación en Ucrania: “Cuando estoy en una situación muy precaria, me planteo volver a ser madre subrogada”
Por Patricia Simón
Marina tiene 38 años y se reinvidica como una persona autónoma y decidida. Como la mayoría de las mujeres gestantes entrevistadas para esta investigación en Ucrania, denuncia al mismo tiempo malas praxis por parte de las clínicas y sostiene que volvería a hacerlo porque es la única vía que las mujeres pobres como ella tienen para mejorar sustancialmente sus condiciones de vidas y, sobre todo, la de sus hijos e hijas. Marina cobró 10.000 euros por gestar y entregar una pareja de mellizos a una pareja portuguesa.
Lo hizo a través de la empresa BioTexCom, investigada entre 2018 y 2019 por la Fiscalía ucraniana por supuesto tráfico de menores, falsedad documental y evasión fiscal, entre otros delitos. El equipo de fiscales que llevó a cabo las pesquisas fue reprobado por el Parlamento y relegado a labores de menor responsabilidad. La propia Fiscalía española abrió diligencias entonces contra esta empresa después de que el Ministerio de Justicia de España fuese advertido por la Embajada española en Kiev y por la propia fiscalía ucraniana de los presuntos delitos. Sin embargo, la Audiencia Nacional terminó archivando la causa en 2022 por no estar operando en suelo español, aunque sea una de las clínicas más contratadas por las familias españolas que recurren a la maternidad subrogada en Ucrania.
Entrevistamos a Marina en un parque de Kiev, pocos días después de su regreso de Dinamarca, donde se refugió junto a su hija cuando comenzó la invasión rusa.
¿Cuándo y por qué decidió ser madre de vientre de alquiler?
Fue hace siete años. Mi hija tenía entonces dos años y necesitaba dinero para sacarla adelante.
¿Conocía a otras mujeres que lo hubiesen hecho?
No. Elegí BioTexCom porque es de las pocas empresas de maternidad subrogada que aceptan a gestantes que, como yo, tienen el grupo sanguíneo 0 negativo. Al principio, no se lo conté a casi nadie, pero cuando se hizo visible tuve que hacerlo. Mi madre estaba de acuerdo, pero mi abuela se volvió loca.
¿Cómo fue el proceso?
Fue un poco difícil porque, aunque las enfermeras eran agradables, los médicos no me miraban ni me hablaban; y cuando lo hacían, me trataban como basura. Nadie me explicó nada sobre cómo sería el proceso.
El primer intento no funcionó. Nadie me dijo que tenía que pincharme hormonas durante los primeros meses. Así que en el segundo procedimiento, compré las inyecciones y me las puse yo misma. El dinero que me dieron no daba para pagarlas.
No te dicen cuántos embriones te implantan ni te dan a elegir cuántos bebés vas a gestar. Todo lo decide la familia contratante. En mi caso, arraigaron cuatro embriones, por lo que a los dos meses de embarazo me hicieron una operación para quitarme dos y que gestara mellizos.
El primer intento de embarazo fue para una familia italiana y el segundo, para una portuguesa.
¿Qué tipo de seguimiento médico recibía?
Me hacían análisis mensuales para comprobar si bebía o fumaba. Si salía positivo, la primera vez te quitaban veinte euros del pago; la segunda, cuarenta; la tercera, sesenta.
En una revisión, me movieron el bebé a través de la barriga y fue muy doloroso [práctica ginecológica conocida como versión externa]. A los doctores de la clínica no les importan las mujeres, solo los bebés que llevamos dentro. Para ellos, somos solo una incubadora.
¿Qué perfil tenían las otras mujeres gestantes?
De todos los tipos. Veías a mujeres muy pobres, otras que parecían estar en una situación mejor, otras muy deportistas y bellas, y otras que no lo eran. No nos tomaban fotos a todas porque a los padres solo les muestran los retratos de las más guapas.
¿Cómo las conoció?
Las veía en la clínica durante las revisiones. Durante el último mes, además, tienes que quedarte en un apartamento en Kiev por si te pones de parto. En cada habitación, vivíamos dos mujeres y había tres habitaciones por vivienda. Yo tuve que convivir con una mujer muy extraña que andaba todo el día desnuda por la casa. Solo te dan algo de dinero para comida y gastos durante esas semanas.
¿Cómo era la relación con las familias?
Las hay que quieren conocer a la gestante, como la mía. Otras que dan dinero extra, que regalan cosas e, incluso, algunas que invitan a las madres a visitarles en su país.
¿Cómo se hacen los pagos?
Por el primer intento, me pagaron los costes de los análisis y los viajes a la clínica. Unos 100 euros.
Cuando me quedé embarazada, me daban unos 200 euros mensuales hasta el cuarto mes, cuando me entregaron 1.200 euros. Si te hacen cesárea, como me hicieron a mí, añaden entre 200 y 300 euros. Por un bebé te pagan 8.000 euros y por dos, como fue mi caso, 10.000. La mayor parte del dinero te la dan cuando pares y entregas al bebé.
¿Cómo lo vivió?
Recuerdo que el doctor fue muy maleducado conmigo. Yo me convencí de que ese bebé no era para mí así que no me sentí vinculada mentalmente. No me lo enseñaron, pero yo tampoco quería verlo. Pero claro, hay mujeres que se ponían histéricas cuando daban a luz, que se quebraban emocionalmente. Pero hasta donde yo sé, nadie les ofreció asistencia psicológica. Y eso que BioTexCom decía que ofrecía apoyo psicológico.
¿Ha pensado en volver a hacerlo?
Cuando parí, me dije que nunca más. Pero luego pasa el tiempo y pienso que podría volver a hacerlo. A veces, cuando estoy en una situación muy precaria, valoro volver a ser madre subrogada. La mayoría de las mujeres ucranianas lo hacen porque no hay otra vía para ganar ese dinero en un periodo tan corto de tiempo.
¿Ha vuelto a ir a BioTexCom?
Sí, he donado óvulos tres veces y, en total, me pagaron 1.000 euros. Pero después he descubierto que no es bueno para mi salud, así que no lo he hecho más.
¿Se lo ha contado a su hija?
No, era muy pequeña cuando ocurrió y no necesita saberlo.
Ahora acabo de volver de Dinamarca, donde me refugié cuando comenzó la guerra. Allí conseguí ahorrar algo de dinero, pero echaba de menos mi país. Además, tengo un novio ucraniano y estamos en una relación seria.
Ketevan, madre por subrogación en Georgia: “A mi me pagaron 27.000 dólares”
Por Lisa Torosyan y Queralt Castillo
En Georgia, ha sido imposible conseguir una entrevista presencial con ninguna madre subrogada. Algunas de ellas pidieron dinero por ello; y otras se echaron atrás a última hora por miedo, ya que habitualmente firman contratos de confidencialidad con las clínicas.
La conversación con Ketevan (nombre ficticio) se produjo a través de WhatsApp, después de decidir, finalmente, que no quería un encuentro presencial. De origen georgiano, ha llevado a cabo un procedimiento de gestación subrogada una vez y está preparándose para hacerlo de nuevo. Tiene tres hijos y explica que fueron las circunstancias económicas las que la empujaron a tomar la decisión de ser madre gestante para una pareja contratante.
¿Cómo encontró la agencia y la clínica para el procedimiento?
Encontré varias agencias por redes sociales. Contacté con unas diez páginas, pero solo fui a la que más preguntas exhaustivas me hizo. La agencia me envió a la clínica. Durante la primera visita tuve que rellenar un cuestionario en el que especificaba cuántas veces había dado a luz, si había pasado por cesáreas o no. Me hicieron unos análisis y una ecografía. [Me dijeron que] si todo estaba bien, me prepararían la medicación correspondiente.
¿El embrión era de sus propios óvulos?
No, yo no era la donante. La clínica tiene sus propias pacientes que son las que necesitan una madre gestante. Las parejas escogen a la madre subrogada en base a su historial de subrogación.
¿Cuántos hijos tiene y cuántas veces ha sido madre por subrogación?
Tengo tres hijos propios e hice una vez de madre subrogada. Di a luz donde mis padres decidieron; y colaboré con la clínica Beta+ Fertility.
¿Qué la llevó a tomar la decisión de ser madre para gestación subrogada?
Tomé la decisión por los mismos motivos que la toma todo el mundo. Creo que las mujeres que se someten a la gestación subrogada están pasando por una crisis económica; y es por esto que toman esta decisión. Nadie disfruta tomando tanta medicación y recibiendo tantas inyecciones. Yo particularmente tenía apuros económicos y había perdido mi casa. Tomé la decisión hace un año.
¿Está casada?
Tengo marido. Perdimos nuestra casa y todos nuestros ahorros. Como tenemos tres hijos y no quería quedarme sola, decidí dar este paso. Al principio, mi marido no quería, pero después de hablarlo accedió. No fue [una decisión] fácil.
¿Cómo funciona el proceso?
El proceso empieza con la toma de medicación y la preparación gradual: medicación e inyecciones. Durante el embarazo, se hacen pruebas y se sigue dando medicación o inyecciones dependiendo de si lo necesitas o no. Los embarazos de mis hijos propios fueron más complicados que este. Cada dos o tres semanas, te llaman a consulta. La consulta incluye pruebas, estudios y ecografías. Los coordinadores están siempre online, resolviendo las dudas que tenemos, y se les puede contactar siempre. En mi caso, no me pidieron vídeos tomando la medicación porque los resultados de mis pruebas siempre fueron buenos y siempre iba a la clínica, pero sé que sí que se los piden a otras chicas.
¿Tenía contacto con los padres contratantes?
Hablaba con ellos de manera online; y la última vez que los vi fue cuando di a luz.
¿Cuánto le pagaron y cómo?
Me dieron una parte [del pago] en metálico y la otra me la ingresaron en mi cuenta bancaria. Me lo ingresaron el día después de dar a luz, y solo después me dieron el metálico en mano. [El precio del procedimiento] depende de cómo negocies. A mi me pagaron 27.000 dólares.
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Estas entrevistas forman parte de una investigación sobre la industria de los vientres de alquiler desarrollada con la financiación de Journalismfund Europe.
La entrada [INVESTIGACIÓN] Las mujeres gestantes en el entramado de la industria de los vientres de alquiler se publicó primero en lamarea.com.
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