Gasolina
«Las mujeres que vuelan no lo hacen con alas ni con motores. Se lanzan al aire con la certeza de que caer no es posible. Quienes no vuelan creen que eso es locura, pero quienes se elevan saben que la locura es permanecer siempre en el suelo.» (Ana María Shua, Casa de geishas. 1992) Porque... Leer más La entrada Gasolina aparece primero en Zenda.
La gente, que se ponga lo que le dé la gana cuando le apetezca, ¿no? Pero, desde el capricho, os diré que para llevar, por ejemplo, un vestido transparente, hay que saber matar, entre otras cosas; quiero decir que para llevar algo tan pretencioso (estoy más que a favor de los vestidos pretenciosos) hay que creérselo muuucho, ser muy Diosa y estar —narcisismo hipertrofiado— muy muy loca.
Porque hay que estar muy flipado con uno mismo ¡qué pena pero es así! para que cualquier proyecto salga adelante de manera destacada, extraordinaria: un vestido, una novela, incluso el AMOR.
Para estar muy enamorado de alguien es necesaria una patológica dosis de narcisismo, además de un idealismo rayano en la violencia, en la psicosis, al menos a cierta edad. ¿Qué digo? ¡A cualquier edad! La energía infantil, adolescente y juvenil es puro narcisismo, egolatría, histrionismo, egoísmo del más elemental, autoreferencialidad desinhibida y vigorosa… Pero a esa edad, a los que tiene esa edad, les perdonamos todo. Como es normal. Sabemos que esa energía es la que mueve el mundo. Y nosotros, ya queremos descansar.
A nuestra edad (tengo 47), el sentido común (y la salud mental) solo nos conducen a la economía (a la desidia), a la relativización, a la búsqueda de la tranquilidad y a la humildad. Zzzzzzzzzzzzzz. Y está bien, pero valoremos en su justa medida el resto de premisas: Buscar la comodidad es empezar a morir.
En un mundo que idolatra la humildad y glorifica la autonegación, vengo a reivindicar el narcisismo como un catalizador de pundonor, para la creación, el querer y, en general, cualquier cosa que merezca hablar de ella o existir. Sí, ¡el narcisismo!, ese carburante interno que nos hace despegar los pies, ¡volar!
“Me importa un pito que las mujeres tengan los senos como magnolias o como pasas de higo; un cutis de durazno o de papel de lija. Le doy una importancia igual a cero, al hecho de que amanezcan con un aliento afrodisíaco o con un aliento insecticida. Soy perfectamente capaz de soportarles una nariz que sacaría el primer premio en una exposición de zanahorias; ¡pero eso sí!, y en esto soy irreductible, no les perdono, bajo ningún pretexto, que no sepan volar. Si no saben volar, ¡pierden el tiempo conmigo!» (Oliverio Girondo, Espantapájaros).
¿Quieres un estilismo irrefutable? ¿Una novela de 700 páginas? ¿Un polvo épico que te devuelva la fe en la humanidad? Entonces, necesitas una buena dosis de (narcisismo) pasión. Y no una moderada, no. Patológica, ridícula, absurda.
Pensemos en los grandes logros de la humanidad. ¿Alguien piensa que Miguel Ángel pintaba la Capilla Sixtina pensando en un “fresquito”? Garrafas de ostentación. Por favor.
Lo mismo vale para Coco, que no diseñaba ropa, sino cómo las mujeres nos moveríamos por el mundo; ella sabía que cambiaba la historia. Chanel volaba.
Gloria Fuertes convierte el acto de volar en un poder creativo accesible a todos, algo que resuena con Girondo desde una perspectiva más infantil y esperanzadora: «Y si alguien quiere volar, dibújale alas de viento, enséñale a imaginar, a elevarse por dentro.»
¿Y si después de execrar el rasgo más endiosado de la personalidad descubrimos que era bueno? Para enamorarte de (lo que sea) alguien con toda tu masa corporal y tus mucosas, primero necesitas creer que tú mismo eres digno de vivir algo asombroso. Que mereces vibrar en esa frecuencia. Solo alguien que se siente especial (nivel muy gilipollas) puede sostener esa idea romántica en su bioquímica.
Por desgracia, madurez es el primer escalón hacia la tumba. Continua madurando y te enterrarán en zapatillas. Mirémonos al espejo; si no vemos en nuestro reflejo al menos un destello de rock and roll, estaremos traicionando algo esencial.
La próxima vez que dudes piensa en Beyoncé subiendo al escenario de Coachella. Piensa en Dalí, en Ortega Cano (en gafas de sol). El narcisismo, esa virtud mal entendida ¡chispa divina!
Por eso, yo a 2025, le pido cataratas de swing, torrentes de credulidad y candorosa fe en mi misma (que es la única manera de creer en el mundo), en nosotros, que nos revuelquen, toneladas de autoestima absurda y risible, intensidad pueril que mueva el aire un milímetro. Le pido osadía para proyectar extravagancias, para escribir irreflexiones, que nadie ha pedido ni necesita leer, ¡asociación libre! Diseñar edificios que supongan una burla a las leyes de la física y atravesarlos sin siquiera abrir la puerta.