«Fueron devorados como animales»: Canibalismo «por humillación» en una cueva de Polonia
A finales del siglo XIX, aparecieron en la cueva de Maszycka, ubicada cerca de Cracovia (Polonia), los restos de diez individuos de hace 18.000 años: seis adultos y cuatro niños, probablemente miembros de una misma familia. Los cráneos, fragmentados, mostraban marcas claras de haber sido reventados, pero no estaba claro el motivo. ¿Alguien quería acceder al cerebro para devorarlo? ¿O las cabezas habían sido utilizadas en un ritual funerario? Un equipo internacional de investigadores liderado por el Instituto Catalán de Paleoecología Humana y Evolución Social (IPHES-CERCA) y el CSIC ha encontrado nuevas evidencias de que el grupo fue canibalizado, probablemente por otro grupo rival «para humillarlos» tras un conflicto en el que resultaron claros perdedores. Un acto de extrema violencia que se conoce como canibalismo de guerra. «Los comieron por completo, los procesaron como a los animales», afirma Francesc Marginedas, investigador predoctoral del IPHES-CERCA y de la Universidad Rovira i Virgili y autor principal del estudio que publica la revista ' Scientific Reports '. El conjunto de 63 fragmentos óseos humanos, incluidos cráneos y huesos largos de las extremidades, fue analizado mediante un microscopio focal y un estudio tafonómico, que revela los procesos que afectan al individuo desde su muerte hasta su hallazgo en el yacimiento. De esa forma, el equipo identificó que un 68% de los restos presentaban marcas de manipulación humana, como cortes y fracturas intencionadas para descarnar los cuerpos, desarticular los huesos y extraer los paquetes musculares, el tuétano y el cerebro después. Los cuerpos fueron procesados poco después de la muerte sin dar tiempo a la descomposición. El cráneo presenta marcas de corte resultado de la extracción del cuero cabelludo y la carne, mientras que las fracturas se relacionan con el acceso al cerebro, un órgano rico en nutrientes. Los huesos largos como el fémur y el húmero muestran fracturas por percusión para extraer el muelle, fuente de grasas y calorías. «Procesaron todo el esqueleto desde el cráneo al resto del cuerpo», explica Marginedas. Los restos aparecieron junto a los de bóvidos, ciervos o caballos, no merecieron una mejor sepultura. «Los trataron como comida, no hay muestras de cariño o de respeto, lo que nos permitió descartar el ritual funerario», dice el arqueólogo. Marginedas cree que la práctica del canibalismo de guerra era más común en el Magdaleniense, la misma cultura que pintó los bisontes de Altamira, de lo que hasta ahora se aceptaba. Además de Maszyckas, se han encontrado evidencias similares en al menos otros cuatro yacimientos de la época. «Para estos grupos, probablemente el canibalismo formaba parte de su cultura y lo practicaban de dos maneras: el funerario, en el que se comían a sus propios muertos como forma de respeto; y el de guerra, que es una forma de humillación del enemigo», aclara el arqueólogo. Casos similares se han documentado más recientemente entre los pueblos Wari de Brasil. El autor plantea que el aumento de la población durante la expansión demográfica producida tras el Último Máximo Glacial hace 20.000 años pudo haber intensificado la competencia por los recursos entre los diferentes grupos, favoreciendo los enfrentamientos y el canibalismo de guerra. «Hasta ahora se ha considerado que estos cazadores-recolectores eran más bien pacíficos, pero es probable que se produjeran más conflictos de lo que pensamos», señala. La mayor muestra de esa violencia es la matanza de Turkana (África), «la primera guerra de la prehistoria» en la que una treintena de personas, entre ellos seis niños, fue masacrada hace 10.000 años.
A finales del siglo XIX, aparecieron en la cueva de Maszycka, ubicada cerca de Cracovia (Polonia), los restos de diez individuos de hace 18.000 años: seis adultos y cuatro niños, probablemente miembros de una misma familia. Los cráneos, fragmentados, mostraban marcas claras de haber sido reventados, pero no estaba claro el motivo. ¿Alguien quería acceder al cerebro para devorarlo? ¿O las cabezas habían sido utilizadas en un ritual funerario? Un equipo internacional de investigadores liderado por el Instituto Catalán de Paleoecología Humana y Evolución Social (IPHES-CERCA) y el CSIC ha encontrado nuevas evidencias de que el grupo fue canibalizado, probablemente por otro grupo rival «para humillarlos» tras un conflicto en el que resultaron claros perdedores. Un acto de extrema violencia que se conoce como canibalismo de guerra. «Los comieron por completo, los procesaron como a los animales», afirma Francesc Marginedas, investigador predoctoral del IPHES-CERCA y de la Universidad Rovira i Virgili y autor principal del estudio que publica la revista ' Scientific Reports '. El conjunto de 63 fragmentos óseos humanos, incluidos cráneos y huesos largos de las extremidades, fue analizado mediante un microscopio focal y un estudio tafonómico, que revela los procesos que afectan al individuo desde su muerte hasta su hallazgo en el yacimiento. De esa forma, el equipo identificó que un 68% de los restos presentaban marcas de manipulación humana, como cortes y fracturas intencionadas para descarnar los cuerpos, desarticular los huesos y extraer los paquetes musculares, el tuétano y el cerebro después. Los cuerpos fueron procesados poco después de la muerte sin dar tiempo a la descomposición. El cráneo presenta marcas de corte resultado de la extracción del cuero cabelludo y la carne, mientras que las fracturas se relacionan con el acceso al cerebro, un órgano rico en nutrientes. Los huesos largos como el fémur y el húmero muestran fracturas por percusión para extraer el muelle, fuente de grasas y calorías. «Procesaron todo el esqueleto desde el cráneo al resto del cuerpo», explica Marginedas. Los restos aparecieron junto a los de bóvidos, ciervos o caballos, no merecieron una mejor sepultura. «Los trataron como comida, no hay muestras de cariño o de respeto, lo que nos permitió descartar el ritual funerario», dice el arqueólogo. Marginedas cree que la práctica del canibalismo de guerra era más común en el Magdaleniense, la misma cultura que pintó los bisontes de Altamira, de lo que hasta ahora se aceptaba. Además de Maszyckas, se han encontrado evidencias similares en al menos otros cuatro yacimientos de la época. «Para estos grupos, probablemente el canibalismo formaba parte de su cultura y lo practicaban de dos maneras: el funerario, en el que se comían a sus propios muertos como forma de respeto; y el de guerra, que es una forma de humillación del enemigo», aclara el arqueólogo. Casos similares se han documentado más recientemente entre los pueblos Wari de Brasil. El autor plantea que el aumento de la población durante la expansión demográfica producida tras el Último Máximo Glacial hace 20.000 años pudo haber intensificado la competencia por los recursos entre los diferentes grupos, favoreciendo los enfrentamientos y el canibalismo de guerra. «Hasta ahora se ha considerado que estos cazadores-recolectores eran más bien pacíficos, pero es probable que se produjeran más conflictos de lo que pensamos», señala. La mayor muestra de esa violencia es la matanza de Turkana (África), «la primera guerra de la prehistoria» en la que una treintena de personas, entre ellos seis niños, fue masacrada hace 10.000 años.
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