El temor de los vecinos de Bosques, donde mataron a Paloma y Josué: “No podemos hablar porque nos regalamos”

Los vecinos aseguran estar cansados de vivir con las calles oscuras, y de los robos, la venta de drogas, los abusos sexuales, los pastizales abandonados y la ausencia de servicios básicos como internet y agua

Feb 3, 2025 - 23:56
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El temor de los vecinos de Bosques, donde mataron a Paloma y Josué: “No podemos hablar porque nos regalamos”

En la localidad de Bosques, partido de Florencio Varela, el silencio de los vecinos no es una elección, sino una medida de supervivencia. El miedo a represalias y la falta de respuestas por parte del Estado obliga a los habitantes del barrio a convivir con la inseguridad sin levantar la voz. Las calles oscuras, los robos, la venta de drogas, la prostitución, los abusos sexuales, los pastizales altos y la ausencia de servicios básicos como internet y agua se suman a un panorama desolador que deja a los residentes en un estado de permanente vulnerabilidad.

Es en este lugar donde el fin de semana aparecieron los cuerpos de Paloma Gallardo, de 16 años y de Josué Salvatierra. de 14, que fueron asesinados a piedrazos para robarles los celulares, una mochila y $7000.

“No podés hablar mucho acá. Cansa esta situación. Tienen que cortar el pasto, eso es inseguridad. No hay nada de luz, si no ponemos un foco nosotros, estamos regalados. Hace 15 días que estamos sin internet porque se robaron los cables y la policía sigue sin hacer nada. Pero no puedo ir en contra de la policía, no puedo hablar”, compartió un vecino en diálogo con LA NACION que prefirió no revelar su identidad por temor.Los vecinos aseguran que el barrio no cuenta con iluminación ni seguridad por las noches

En Bosques, el silencio de los vecinos es tan elocuente como el miedo que se respira en sus calles. “No podemos hablar porque nos regalamos”, es la frase que más se repite entre quienes habitan en este barrio ante la consulta de LA NACION. El temor a ser identificados por los ladrones y el abandono del Estado deja a la comunidad en una espiral de inseguridad y autocensura.

El miedo a salir de casa penetra el corazón de los vecinos incluso durante el día. La inseguridad no da tregua y parece escalar sin freno. “Hasta salir a trabajar de día me da miedo”, confesó Víctor, residente del barrio desde hace diez años. Como muchos otros, vive con la incertidumbre de no saber si regresará a su casa con vida.

A diario se reportan hechos de inseguridad: desde celulares arrebatados, autos robados, hasta viviendas saqueadas. La sensación de inseguridad es constante, y cada jornada parece alimentar el temor de una comunidad que ya no encuentra refugio ni en la luz del día.

Para Víctor, la inseguridad ha ido en aumento y no distingue horarios, sin importar si es de madrugada, pleno mediodía o a la tarde. La sensación de peligro es permanente, y los vecinos ya no encuentran horarios seguros para salir de sus hogares o realizar sus actividades cotidianas: “A mí me da miedo. Recorro todos los días el barrio y veo que hay cada vez más inseguridad. Hace dos años que roban mínimo una vez al día un celular o entran a las casas. Es una zona liberada, y de noche es peor. La policía no hace nada. Hace un mes entraron en la madrugada a mi casa. Rompieron el portón, pero se les cayó la moto en la zanja a diez metros de mi casa y no pudieron llevarse mucho, solo la bicicleta de mi señora. Le avisé a la policía, pero ¿Qué van a hacer? Ellos saben quiénes roban y de dónde vienen. Nosotros nos manejamos con cámaras privadas y sirenas vecinales, ya que no hay cámaras municipales ni luminarias. Tenemos un grupo de WhatsApp con todos los vecinos donde nos vamos avisando. Pensé muchas veces en no venir a trabajar hoy, pero no me queda otra, tengo un hijo pequeño con discapacidad y tengo que salir sí o sí a trabajar. A partir de las siete de la tarde, haga calor o frío, todos se meten en sus casas porque empiezan a robar. A un cliente mío le vaciaron la casa y le robaron el auto en Año Nuevo”.El predio es un basural improvisado, aseguran los vecinos

LA NACION se comunicó con la Dirección de Prensa y Comunicación del municipio para obtener una respuesta sobre la situación advertida por esta cronista en una recorrida por el barrio, e informaron la existencia de 40 patrulleros de la policía y 40 de la guardia comunal: “Son 80 móviles recorriendo Varela, el municipio paga arreglos y combustibles. Además, hay anillo digital, motos de policía, guardia comunal y el barrio tiene más de mil luces led de 200 watts. Está claro que se hacen esfuerzos y que no son suficientes, pero se hace muchísimo”.

Pese a eso, los vecinos no se sienten protegidos. Jorge y Eliana, quienes se mudaron al barrio hace apenas cuatro meses, describen con profunda angustia el abandono del Estado y la ausencia total de recursos básicos como iluminación, cámaras de seguridad y limpieza de las áreas comunes. La falta de intervención por parte de las autoridades contribuye a un entorno donde la oscuridad y la inseguridad reinan, sumiendo a los vecinos en un estado constante de paranoia y terror, agravado por la sensación de que nadie escucha ni responde sus reclamos.

“Tenemos miedo y vivimos con mucha precaución, atentos a la jugada. No hay luz, no hay domos y la policía pasa cada tanto. Hace dos meses no tenemos agua, está mal hecha la red, imaginate. No sabés lo que es esto a la noche, es oscurísimo. Se me pone la piel de gallina. A mí me daba terror entrar a mi casa a la noche. Pusimos luminarias privadas y el dueño de la casa instaló alambres de púas. Hay una casita en el ferrocarril, parece abandonada, pero, el otro día, vi autos estacionados ¿Nadie sabe qué pasa ahí?. La estación de tren es terrible, plena oscuridad. ¿Vos viste lo que es el matorral donde aparecieron los adolescentes asesinados? Es terrible, es tierra de nadie. Los vecinos nos dicen que ahí pasa de todo. Pero nadie se mete, nadie hace nada y tampoco van a hacer nada. El municipio tendría que aparecer de verdad, dejan mucho que desear. Deberían limpiar de punta a punta, poner cámaras y luminarias. Hoy a primera hora deberían haber limpiado ese campo, pero el municipio hace la vista gorda”, denuncian. Las casas cercanas al puente donde encontraron los cuerpos de Paloma y Josué

Luciano, otro vecino que dialogó con LA NACION, resume la problemática en una sola oración: “Hay mucho consumo de falopa, y esos son los que te roban. Vienen del barrio Carolina, del barrio Pepsi, y del barrio Villa Hudson. La inseguridad está cada vez peor. Hay más delincuentes que policías.”

Según detalló, la policía no tiene recursos ni voluntad para controlar y dar solución a los vecinos. “Los chalecos están rotos, tienen sueldos bajos, y cuando agarran a un delincuente entra por una puerta y sale por la otra. Está lleno de paisas, así se los llama a los narcos que están acá. A partir de las 20 hs es tierra de nadie y se guardan todos. Esto va a ser cada vez peor”, lamenta.

El descampado, donde dejaron tirados a los dos adolescentes y que bordea el barrio, es en la actualidad un símbolo de abandono estatal y peligro latente. Con pastizales altos que dificultan la visibilidad y tangas colgadas en la entrada, la zona refleja un escenario desolador donde, según los vecinos, se cometen crímenes que pasan desapercibidos y permanecen en la impunidad. En este contexto, de desidia y olvido estatal, mientras aumentan los avisos entre los vecinos respecto al narcotráfico, los abusos sexuales y la violencia, la respuesta de las autoridades sigue siendo insuficiente. En el alambrado cercano al predio están colgadas varias prendas interiores de mujerLos altos pastizales generan un panorama aún más inseguro

Irma, quien vive desde hace 25 años cerca del descampado donde hallaron los cuerpos de los adolescentes, explicó a LA NACION que la zona “siempre fue así: violaciones y drogas. No sabés lo que es en invierno. Yo siempre escucho cómo hablan los vecinos de las violaciones de las chicas en el descampado”. Tanto es así que, para los vecinos, resulta impensable cruzar la zona. “La municipalidad nunca corta el pasto ni limpia. Si lo hiciera, la gente podría denunciar todo lo que pasa. Pero hoy en día intentás mirar y no ves nada. Si te llevan para ese lado, ¿Quién te salva, quien te ayuda?”, afirma.

Está cansada de la falta de acción de la comisaría del barrio y que al presentar la denuncia los funcionarios obliguen a los vecinos a volver a sus casas para esperar 72 horas: “Te tienen que tomar la denuncia en el momento en que la presentás y ese mismo día tienen que salir a buscar al desaparecido. La policía tiene que trabajar de verdad. Todo es un desastre. La comisaría 4ª sabe y ve todo, pero no hace nada. Paran en la esquina a descansar y a tomar mate y demás yerbas. Faltan luminarias, cámaras y, sobre todo, voluntad para detener. Fijate que el sábado los patrulleros estuvieron haciendo guardia y el adolescente muerto estaba del otro lado.”

Irma recordó una vez que salió a comprar comida por la noche y vio a un hombre sujetando a una joven: “Con los ojos me gritaba ‘socorro’”. Alarmada, avisó a una comerciante y llamaron a la policía, pero el agresor ya se la llevaba al descampado en medio de la oscuridad. “De noche es una boca de lobo”, insiste. Para ella, es necesario y urgente que las autoridades asuman el compromiso de mejorar la calidad de vida de los vecinos: “El intendente de Varela lleva años en el cargo y no hace nada. Por favor, que haga algo”.