La guerra civil que devastó Hispania

Más de 600 proyectiles de honda de plomo se han recuperado en Cabezo de Alcalá de Azaila sólo en la última campaña arqueológica. Es «una cantidad inusitada», constata Francisco Romeo , el arqueólogo del Gobierno de Aragón que dirige las investigaciones en esta ciudad ibérica de Teruel, junto con Fernando Quesada y Javier Moralejo , de la Universidad Autónoma de Madrid. El montante reunido en 2024 resulta más sorprendente, si cabe, en un yacimiento que se comenzó a excavar en 1885 y que ha sido intensamente expoliado. Juan Cabré , que trabajó allí durante más de dos décadas, mencionó el hallazgo de barricadas en las calles. Eran rastros del cerco vivido en el siglo I a.C., del que se han localizado recintos y estructuras en los últimos años. « Fue como una pequeña Numancia », describe Romeo. Tras sus muros, las fuerzas de Quinto Sertorio fueron bombardeadas con la artillería de la época por las tropas de Cneo Pompeyo Magno , o de Quinto Cecilio Metelo. Cabezo de Alcalá fue arrasada, como tantas otras poblaciones durante la cruenta guerra civil de romanos contra romanos, que implicó a los pueblos que habitaban la península y asoló Hispania entre el 82 y el 72 a.C. El propio Pompeyo admitió en una carta enviada al Senado que habían devastado hasta el exterminio la Hispania Citerior. La arqueología lleva años mostrando que no mentía. El panorama que se está documentando es de «verdadera desolación» , según Romeo. En Valencia, cuya destrucción por Pompeyo relataron Salustio y Plutarco, se hallaron los esqueletos de catorce descuartizados en vida, junto a armas y cerámicas datadas entre el 90-70 a.C. y alguna moneda. Uno de los prisioneros fue traspasado por un 'pilum', (una jabalina romana) a otro le seccionaron las piernas y los brazos... « Ha sido uno de los hallazgos más increíbles, diría que el que más, en 50 años de excavaciones », comenta el arqueólogo Albert Ribera, que dirigió los trabajos. En las calles de La Custodia (Viana, Navarra), la antigua Vareia de los berones, los arqueólogos se toparon con quince víctimas del cruel castigo de Sertorio por haber apoyado a su contrincante. Son una de las muestras «más palpable» de las masacres de esta contienda, resaltó Javier Armendáriz tras su descubrimiento. La lista de yacimientos con niveles de destrucción e incendio de esta cronología es tan larga, que se llegó a dudar que tanta devastación datara de esos años. Hoy, con más conocimientos y mejores herramientas de análisis, «estamos volviendo a reconocer la huella abrumadora» de las llamadas guerras sertorianas , dice Romeo. El autor de 'La guerra de Sertorio' (Almuzara) prefiere referirse a este conflicto que «cambiaría para siempre el devenir de Roma» así, en singular. Explica que la denominación en plural «se debe en buena medida a la visión de comienzos del siglo XX , que consideraba lo producido en Hispania como combates y movimientos descoordinados, consecuencia del carácter visionario e iluminado de un líder venido de más allá de los mares para acaudillar a valientes, arrojados y anárquicos indígenas, unidos contra un enemigo común para crear un Estado independiente». Esa idealización ofrece, en su opinión, una imagen «plana, sin relieve» del astuto general enviado a Hispania como procónsul, que puso en jaque a Roma durante diez largos años . Sobre Sertorio y la guerra que protagonizó se ha escrito mucho. Las fuentes citadas por Romeo ocupan más de 25 páginas del libro. Sin embargo, el veterano arqueólogo cree que es « uno de los episodios de la historia antigua de España mejor y peor conocidos al mismo tiempo ». De ahí que ataviado con la impedimenta de su oficio y armado con el conocimiento recabado en décadas, se haya lanzado a relatar de forma amena y directa qué se sabe a día de hoy de este militar de buena familia, nacido en la ciudad sabina de Nursia, que se formó como espía y presumía de haber perdido un ojo en una batalla. « Se podría escribir una novela porque es una historia épica muy humana», sostiene, sin descartar el reto en un futuro. Sertorio fue, a su juicio, un personaje apasionante «de magnetismo irresistible». « Un romano muy romano» envuelto en los sucesivos conflictos internos que vivió Roma en el siglo I a.C. Aunque debía de considerarse ante todo un militar, para prosperar tomó partido por el bando de los 'populares' que lideraba Cayo Mario, uno de sus primeros generales, enfrentándose a los 'optimates' comandados por Lucio Cornelio Sila . «La gente tiende a pensar en términos presentistas y a confundir a los ' optimates ' con aristócratas y conservadores y a los ' populares ' con plebeyos demócratas o liberales, pero es un error colosal, como también lo es confundirlos con partidos políticos que no existían», sostiene su colega Fernando Quesada. Tanto unos como otros «eran de familias nobles» que lucharon ferozmente por el poder, aunque unos se apoyaran en el Senado y en las viejas familias aristocráticas y otros utilizaran las asambleas y el tribunado de la plebe para sus fi

Feb 4, 2025 - 16:04
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La guerra civil que devastó Hispania
Más de 600 proyectiles de honda de plomo se han recuperado en Cabezo de Alcalá de Azaila sólo en la última campaña arqueológica. Es «una cantidad inusitada», constata Francisco Romeo , el arqueólogo del Gobierno de Aragón que dirige las investigaciones en esta ciudad ibérica de Teruel, junto con Fernando Quesada y Javier Moralejo , de la Universidad Autónoma de Madrid. El montante reunido en 2024 resulta más sorprendente, si cabe, en un yacimiento que se comenzó a excavar en 1885 y que ha sido intensamente expoliado. Juan Cabré , que trabajó allí durante más de dos décadas, mencionó el hallazgo de barricadas en las calles. Eran rastros del cerco vivido en el siglo I a.C., del que se han localizado recintos y estructuras en los últimos años. « Fue como una pequeña Numancia », describe Romeo. Tras sus muros, las fuerzas de Quinto Sertorio fueron bombardeadas con la artillería de la época por las tropas de Cneo Pompeyo Magno , o de Quinto Cecilio Metelo. Cabezo de Alcalá fue arrasada, como tantas otras poblaciones durante la cruenta guerra civil de romanos contra romanos, que implicó a los pueblos que habitaban la península y asoló Hispania entre el 82 y el 72 a.C. El propio Pompeyo admitió en una carta enviada al Senado que habían devastado hasta el exterminio la Hispania Citerior. La arqueología lleva años mostrando que no mentía. El panorama que se está documentando es de «verdadera desolación» , según Romeo. En Valencia, cuya destrucción por Pompeyo relataron Salustio y Plutarco, se hallaron los esqueletos de catorce descuartizados en vida, junto a armas y cerámicas datadas entre el 90-70 a.C. y alguna moneda. Uno de los prisioneros fue traspasado por un 'pilum', (una jabalina romana) a otro le seccionaron las piernas y los brazos... « Ha sido uno de los hallazgos más increíbles, diría que el que más, en 50 años de excavaciones », comenta el arqueólogo Albert Ribera, que dirigió los trabajos. En las calles de La Custodia (Viana, Navarra), la antigua Vareia de los berones, los arqueólogos se toparon con quince víctimas del cruel castigo de Sertorio por haber apoyado a su contrincante. Son una de las muestras «más palpable» de las masacres de esta contienda, resaltó Javier Armendáriz tras su descubrimiento. La lista de yacimientos con niveles de destrucción e incendio de esta cronología es tan larga, que se llegó a dudar que tanta devastación datara de esos años. Hoy, con más conocimientos y mejores herramientas de análisis, «estamos volviendo a reconocer la huella abrumadora» de las llamadas guerras sertorianas , dice Romeo. El autor de 'La guerra de Sertorio' (Almuzara) prefiere referirse a este conflicto que «cambiaría para siempre el devenir de Roma» así, en singular. Explica que la denominación en plural «se debe en buena medida a la visión de comienzos del siglo XX , que consideraba lo producido en Hispania como combates y movimientos descoordinados, consecuencia del carácter visionario e iluminado de un líder venido de más allá de los mares para acaudillar a valientes, arrojados y anárquicos indígenas, unidos contra un enemigo común para crear un Estado independiente». Esa idealización ofrece, en su opinión, una imagen «plana, sin relieve» del astuto general enviado a Hispania como procónsul, que puso en jaque a Roma durante diez largos años . Sobre Sertorio y la guerra que protagonizó se ha escrito mucho. Las fuentes citadas por Romeo ocupan más de 25 páginas del libro. Sin embargo, el veterano arqueólogo cree que es « uno de los episodios de la historia antigua de España mejor y peor conocidos al mismo tiempo ». De ahí que ataviado con la impedimenta de su oficio y armado con el conocimiento recabado en décadas, se haya lanzado a relatar de forma amena y directa qué se sabe a día de hoy de este militar de buena familia, nacido en la ciudad sabina de Nursia, que se formó como espía y presumía de haber perdido un ojo en una batalla. « Se podría escribir una novela porque es una historia épica muy humana», sostiene, sin descartar el reto en un futuro. Sertorio fue, a su juicio, un personaje apasionante «de magnetismo irresistible». « Un romano muy romano» envuelto en los sucesivos conflictos internos que vivió Roma en el siglo I a.C. Aunque debía de considerarse ante todo un militar, para prosperar tomó partido por el bando de los 'populares' que lideraba Cayo Mario, uno de sus primeros generales, enfrentándose a los 'optimates' comandados por Lucio Cornelio Sila . «La gente tiende a pensar en términos presentistas y a confundir a los ' optimates ' con aristócratas y conservadores y a los ' populares ' con plebeyos demócratas o liberales, pero es un error colosal, como también lo es confundirlos con partidos políticos que no existían», sostiene su colega Fernando Quesada. Tanto unos como otros «eran de familias nobles» que lucharon ferozmente por el poder, aunque unos se apoyaran en el Senado y en las viejas familias aristocráticas y otros utilizaran las asambleas y el tribunado de la plebe para sus fines políticos, añade el catedrático de la UAM. Cuando Sila entró triunfal en Roma en el 82 a.C., destituyó de forma fulminante al recién nombrado gobernador para Hispania y encargó a su sucesor (Cayo Annio Lusco) «una única misión: dar con Sertorio y acabar con él», narra Romeo en su libro. «De repente se vio convertido en un fuera de la ley », en un «rebelde a la fuerza», continúa Quesada, que coincide con su colega en que «no fue una lucha de Hispania contra Roma, no fue el jefe de los hispanos, aunque se haya querido ver así ». Sertorio «estaba convencido de que, si lograba derrotar a Roma en Hispania y llegar a las puertas de Italia, los socios itálicos se volverían a levantar contra la autoridad de Sila, los soldados desertarían, se sumarían a sus filas y finalmente el 'dictator' sería depuesto», considera Romeo. A su juicio, hay muchos datos cruciales de su historia que aún se desconocen. «Un vistazo a la correspondencia privada del sabino, que Perperna ofrecería años después a Pompeyo a cambio de su vida, sería muy revelador» porque « seguro que aparecían nombres que nos sorprenderían ». En su opinión, «no hay otra explicación lógica a la decisión de lanzarse a la guerra contra una Roma que conocía bien y que contaba con unos recursos prácticamente ilimitados». Sertorio, que había pasado unos cinco años en Hispania como tribuno militar y estaba familiarizado con sus pueblos y su geografía, se atrajo hábilmente a ciudades y asentamientos indígenas a su causa. Así logró engrosar sus fuerzas y establecer una red de puntos fuertes para que sus tropas se movieran con rapidez. «Debía de ser un hombre de un gran carisma y tenía una tradición de victorias en la península, de cuando era joven», anota Quesada, que cifra en unos 3.000 los legionarios romanos que lucharían con Sertorio frente a los 20.000 de cualquier ejército silano. La arqueología está confirmando la presencia de ejércitos hispanos favorables a Sertorio, que ya contaban las fuentes. Sin embargo, Romeo cree que «hay que abandonar completamente el presupuesto de que esta mal llamada 'táctica de guerrillas' se debía al importante peso del contingente indígena» y «el mito del noble salvaje cuando hablemos de los ejércitos ibéricos y celtibéricos » porque « eran auténticos profesionales ». Apoyado con mapas, Romeo describe en su libro las fases de esta compleja guerra, con sus cambios de escenario y los actores que participaron. Se detiene, además, en las tácticas de Sertorio , que denotan «un detallado conocimiento del terreno amigo y enemigo, la utilización del factor humano y la recopilación de información privilegiada para sus intereses». Con ellas logró plantar cara a un titán como Quinto Cecilio Metelo , enviado como procónsul por Roma para acabar con el incordio en el que se había convertido Sertorio. En el año 77 a.C., tras la muerte de Sila, alcanzó su mayor poder, pero la aparición en escena del joven Cneo Pompeyo , que se revelaría como un nuevo genio militar, frustró sus esperanzas. El sabino perdió la iniciativa y se vio obligado a combatir a la defensiva. Tres años después, sería víctima de sus cuatro particulares jinetes del apocalipsis , como describe Romeo: «La falta de suministros, las deserciones, las derrotas y las conjuras«. Sertorio se volvió en extremo irascible y cruel. Al enterarse del abandono de aliados hispanos en favor de Pompeyo, hizo ajusticiar a sus hijos en la academia que había creado en Bolskan/ Osca (Huesca) o los vendió como esclavos. Acabó sus días en el 72 a.C., cosido a puñaladas por miembros de su círculo más íntimo. Aunque dos fuentes sitúan el magnicidio en Osca, Romeo cree que debió de ocurrir en algún lugar del norte de Lusitania, su refugio habitual. Apenas unos días después, su asesino y sucesor Perperna sería vencido y hecho prisionero. Según Plutarco, trató de salvar su vida a cambio de entregar la correspondencia de Sertorio con poderosos romanos , pero Pompeyo quemó las cartas y le mató «por temor de que no se esparcieran aquellos nombres». A pesar de que su figura ha quedado «emparedada» entre figuras colosales como la de Mario, Sila, o la posterior de César, como sostiene Quesada, tiene razón Romeo en que la historia de Sertorio tiene los ingredientes de una novela. Su lucha fue una prolongación de la guerra civil de la República romana, pero fue la primera que se paseó por toda la geografía peninsular. «Ni las guerras púnicas, ni las celtibéricas, ni la de Viriato… ninguna había visto semejante alcance de destrucción ni tanto territorio afectado» , escribe Romeo. La arqueología está mostrando que muchas ciudades no volvieron a ocuparse jamás , quizá porque no quedó nadie para volver. La guerra de Sertorio también abrió una honda herida en el mundo romano, añade, «una grieta tan grande y profunda que comenzó un proceso que culminaría con el mismo fin de la República romana ».