El pueblo que esconde el laberinto subterráneo más grande de España y es famoso por sus monumentos y belleza natural
Hay lugares famosos por un hito, acontecimiento, obra o espacio concreto que con su popularidad ensombrecen todo lo demás. Le sucede a las grandes pinacotecas con sus cuadros más famosos y también a pequeñas ciudades y pueblos, cuando un fenómeno adquiere tanto protagonismo que fagocita toda la atención del visitante. Y es una pena, porque podríamos perdernos joyas como las que ofrece cierto pueblo de Guadalajara que atrae a miles de turistas cada verano. Es fácil adivinar que hablamos de Brihuega, "el jardín de la Alcarria", famoso por la eclosión de sus bellísimos campos de lavanda que, cada mes de julio, tiñen el entorno del municipio en un manto de tonos lilas, violetas y azules, que además cambian en su colorido según el momento del día y cómo refleja en las flores la luz del sol. Un espectáculo natural digno de visitar, a pesar de la gran afluencia de público, y que sin embargo no debería distraernos de todos los demás encantos que Brihuega ofrece durante el resto del año. Y no es desde luego mala idea acercarse a la localidad en temporada baja o planear una escapada de un par de días en invierno, pues las temperaturas bajas también dotan a la villa de un encanto particular manchego. Con muchos siglos de historia en los que su devenir ha estado muy ligado a la propia historia de España, pasear por Brihuega es hacer un viaje en el tiempo en el que aguardan multitud de monumentos y rincones para descubrir sin prisas. Un pueblo cargado de historia Los restos arqueológicos de las excavaciones efectuadas en la zona demuestran que el origen de Brihuega se remonta a tiempos precristianos, pudiendo ser el primer asentamiento un poblado celtibérico que evolucionaría poco a poco a una población de notables dimensiones, pero que sobre todo cobraría importancia por la situación estratégica que ocupaba en la Península, residencia noble para la práctica de caza y como lugar de paso. Brihuega fue punto clave en la conquista cristiana de Toledo por parte de Alfonso VI, quien la donó al arzobispado. Comenzó entonces una de las etapas más prósperas de la villa, creciendo en población y riqueza, estando entonces rodeada de murallas. Durante la Edad Media se construyeron algunos de los principales monumentos que identifican hoy a la población y se impulsó la economía con el desarrollo del comercio. Ya en el siglo XVIII se fundó la Real Fábrica de Paños, de gran importancia y prestigio hasta su cierre un siglo después, y fue escenario de diversos episodios bélicos que jugaron un papel decisivo en la historia del país, como la Guerra de la Independencia contra las tropas francesas o la Guerra Civil. Monumentos, un peculiar museo y un laberinto sorprendente Hoy Brihuega luce espléndida con su patrimonio histórico-artístico recuperado y restaurado, con fuentes, calles y plazas de piedra y viviendas que mantienen el espíritu tradicional adaptado al presente. En 1973 su casco viejo fue declarado conjunto histórico-artístico y también se han recuperado para su conservación y visita pública restos arqueológicos como tramos de la antigua muralla con diversos arcos o el recinto amurallado del castillo, hoy cementerio municipal. Son varios los edificios religiosos que se pueden visitar, destacando las iglesias de Santa María de la Peña, San Miguel y San Felipe lo ilustran, además de algunos conventos, grandes ejemplos del románico tardío y primer gótico. Entre las visitas imprescindibles de arquitectura civil hay que mencionar la magnífica Real Fábrica de Paños, pero también merecen nuestra atención monumentos históricos como el ayuntamiento, la Real Cárcel de Carlos III, la plaza de toros, la plaza del Coso o el Prado de Santa María, uno de los rincones más bellos de la villa. Pero una vez recorrida la superficie de Brihuega, toca sumergirse en sus entrañas. Hay que dirigirse a las Cuevas Árabes, en la mencionada plaza, que esconden un laberíntico recorrido de túneles subterráneos de nada menos que unos ocho kilómetros de longitud. Construidas entre los siglos X y XI, estas galerías fueron refugio y vía de escape en épocas de asedio y batallas, también como almacén de alimentos gracias a su temperatura constante de 12ºC. Hoy este laberinto de cuevas se pueden conocer todo el año gracias al recorrido acondicionado para visitas, de unos 700 metros de longitud, bien señalizado y adaptado para que nadie se pierda en la confusión de bifurcaciones aparentemente caóticas. Bajo pago de entrada de 3 euros, están abiertas todos los días salvo el lunes y domingos por la tarde, y suelen cerrar durante el festival de la lavanda. La visita de Brihuega se puede completar también con varios museos, como el de la propia villa, pero siendo especialmente interesante el Museo de miniaturas del Profesor Max, curioso personaje cuyo legado se puede conocer en otros museos abiertos en nuestro país bajo su nombre.
Hay lugares famosos por un hito, acontecimiento, obra o espacio concreto que con su popularidad ensombrecen todo lo demás. Le sucede a las grandes pinacotecas con sus cuadros más famosos y también a pequeñas ciudades y pueblos, cuando un fenómeno adquiere tanto protagonismo que fagocita toda la atención del visitante. Y es una pena, porque podríamos perdernos joyas como las que ofrece cierto pueblo de Guadalajara que atrae a miles de turistas cada verano.
Es fácil adivinar que hablamos de Brihuega, "el jardín de la Alcarria", famoso por la eclosión de sus bellísimos campos de lavanda que, cada mes de julio, tiñen el entorno del municipio en un manto de tonos lilas, violetas y azules, que además cambian en su colorido según el momento del día y cómo refleja en las flores la luz del sol. Un espectáculo natural digno de visitar, a pesar de la gran afluencia de público, y que sin embargo no debería distraernos de todos los demás encantos que Brihuega ofrece durante el resto del año.
Y no es desde luego mala idea acercarse a la localidad en temporada baja o planear una escapada de un par de días en invierno, pues las temperaturas bajas también dotan a la villa de un encanto particular manchego. Con muchos siglos de historia en los que su devenir ha estado muy ligado a la propia historia de España, pasear por Brihuega es hacer un viaje en el tiempo en el que aguardan multitud de monumentos y rincones para descubrir sin prisas.
Un pueblo cargado de historia
Los restos arqueológicos de las excavaciones efectuadas en la zona demuestran que el origen de Brihuega se remonta a tiempos precristianos, pudiendo ser el primer asentamiento un poblado celtibérico que evolucionaría poco a poco a una población de notables dimensiones, pero que sobre todo cobraría importancia por la situación estratégica que ocupaba en la Península, residencia noble para la práctica de caza y como lugar de paso.
Brihuega fue punto clave en la conquista cristiana de Toledo por parte de Alfonso VI, quien la donó al arzobispado. Comenzó entonces una de las etapas más prósperas de la villa, creciendo en población y riqueza, estando entonces rodeada de murallas. Durante la Edad Media se construyeron algunos de los principales monumentos que identifican hoy a la población y se impulsó la economía con el desarrollo del comercio.
Ya en el siglo XVIII se fundó la Real Fábrica de Paños, de gran importancia y prestigio hasta su cierre un siglo después, y fue escenario de diversos episodios bélicos que jugaron un papel decisivo en la historia del país, como la Guerra de la Independencia contra las tropas francesas o la Guerra Civil.
Monumentos, un peculiar museo y un laberinto sorprendente
Hoy Brihuega luce espléndida con su patrimonio histórico-artístico recuperado y restaurado, con fuentes, calles y plazas de piedra y viviendas que mantienen el espíritu tradicional adaptado al presente. En 1973 su casco viejo fue declarado conjunto histórico-artístico y también se han recuperado para su conservación y visita pública restos arqueológicos como tramos de la antigua muralla con diversos arcos o el recinto amurallado del castillo, hoy cementerio municipal.
Son varios los edificios religiosos que se pueden visitar, destacando las iglesias de Santa María de la Peña, San Miguel y San Felipe lo ilustran, además de algunos conventos, grandes ejemplos del románico tardío y primer gótico. Entre las visitas imprescindibles de arquitectura civil hay que mencionar la magnífica Real Fábrica de Paños, pero también merecen nuestra atención monumentos históricos como el ayuntamiento, la Real Cárcel de Carlos III, la plaza de toros, la plaza del Coso o el Prado de Santa María, uno de los rincones más bellos de la villa.
Pero una vez recorrida la superficie de Brihuega, toca sumergirse en sus entrañas. Hay que dirigirse a las Cuevas Árabes, en la mencionada plaza, que esconden un laberíntico recorrido de túneles subterráneos de nada menos que unos ocho kilómetros de longitud. Construidas entre los siglos X y XI, estas galerías fueron refugio y vía de escape en épocas de asedio y batallas, también como almacén de alimentos gracias a su temperatura constante de 12ºC.
Hoy este laberinto de cuevas se pueden conocer todo el año gracias al recorrido acondicionado para visitas, de unos 700 metros de longitud, bien señalizado y adaptado para que nadie se pierda en la confusión de bifurcaciones aparentemente caóticas. Bajo pago de entrada de 3 euros, están abiertas todos los días salvo el lunes y domingos por la tarde, y suelen cerrar durante el festival de la lavanda.
La visita de Brihuega se puede completar también con varios museos, como el de la propia villa, pero siendo especialmente interesante el Museo de miniaturas del Profesor Max, curioso personaje cuyo legado se puede conocer en otros museos abiertos en nuestro país bajo su nombre.
Además, aunque no sea época de floración de la lavanda, el bellísimo entorno natural de Brihuega y demás poblaciones del municipio merecen también la atención de quien busque desconectar en la naturaleza alcarreña y practicar algo de turismo activo. Los fértiles valles regados por el río Tajuña crea magníficos paisajes de contrastes entre plantaciones agrarias, huertas, bosques de encinas y quejigares, olivares y campos llenos de plantas aromáticas, que permiten además el desarrollo de una rica producción mielera con colmenas.
Imágenes | Turismo de Brihuega/S.Olivares Martínez - Flickr/Miguel Ángel García
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La noticia
El pueblo que esconde el laberinto subterráneo más grande de España y es famoso por sus monumentos y belleza natural
fue publicada originalmente en
Directo al Paladar
por
Liliana Fuchs
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