El Maestranza, renovado punto de encuentro intergeneracional

Serguéi Prokófiev era un amante de los animales y le gustaban los cuentos infantiles. A lo largo de la historia de la música ha habido cantidad de obras musicales de grandes compositores que han incluido sonidos y presencia de animales, seguramente estando a la cabeza de la lista los músicos renacentistas con ejemplos que nos vienen fácilmente a la cabeza. Así que había precedentes ilustres; pero también había antecedentes y consecuentes en la misma obra del mismo Prokófiev de cuentos musicados para distintos géneros musicales: a los nueve años escribió una ópera titulada 'El gigante', a los 23 partió del cuento de Hans Christian Andersen 'El patito feo' para convertirlo en una pequeña cantata. En 1945 terminó el ballet 'Cenicienta' y, más adelante convirtió una fábula en el ballet 'Cuento de la flor de piedra'. Tal vez conocedora de esto, Natalya Sats y el Teatro Central Infantil de Moscú decidieron encargarle una obra sinfónica que él convirtió en este cuento que serviría a los más jóvenes para conocer los instrumentos de la orquesta (1936). Saint-Saëns había ideado el 'Carnaval de los animales' (1886) pero no tanto con fines didácticos, sino por pura diversión, mientras que Britten escribió la 'Guía de orquesta para jóvenes' (1946), un encargo del ministerio de cultura británico para que los chavales distinguieran los instrumentos de la orquesta y que es muy minucioso, además de entretenido. Hay discográficas que recogen las tres obras en un CD, dado su carácter formativo. Al llegar al Teatro el público habitual había sido sustituido por uno muy distinto: mayoritariamente, el de unos padres que llegaban con sus hijos y que, por las caras de unos y otros, se diría que para muchos era la primera vez. Y quizá lo que lo sea es que las 1800 butacas del Teatro estaban vendidas. La entrada al patio de butacas obligaba casi indefectiblemente a los padres a realizar un giro de 360º para perimetrar visualmente el contorno, y más tarde encontrar las localidades. Las azafatas no paraban. Nosotros también quedamos asombrados, y no sólo por estas reacciones, sino por advertir el ' parque móvil' que encontramos a uno y otro lado de las puertas de entrada , correspondiente a todo tipo de modelo de carritos para los infantes, ya que el espectáculo se vendía para niños a partir de 3 años. Qué maravilla: estábamos conociendo al público que viene, y el Maestranza era nuevamente el punto de encuentro, como ya sentimos en Navidad. La compañía granadina 'Etcétera' era la encargada de poner en pie la obra, poniendo por su cuenta un añadido exasperante . Como el cuento musicado en sí dura una media hora (eso les duró a ellos), no se les ocurrió otra cosa que inventarse un director de orquesta que no llegaba y mientras la narradora habló de las partes del Teatro, de la medida de la boca, de los cilindros acústicos, etc., lo cual está muy bien, pero como se mostraba jadeante reconociendo que lo que pretendía es entretener al público hasta que llegara el director que no existía, pues los chavales autocalificaron el momento como de desconexión y se pusieron poco a poco a charlar. Deberían saber que niños o adolescentes es público muy exigente, que no se calla si no se le entretiene. La fantasmada duró 22 minutos, de aproximadamente una hora que duró en total el espectáculo: 22 minutos en donde están escuchando 1800 personas y personitas no es para ponerse a rellenar crucigramas ni necesitaban poner las medidas del teatro, que podían poner en el programa de mano si les urgía. Había 11 músicos. Con que cada músico hubiese presentado su instrumento, especificando a la familia que pertenece (cuerda frotada, pinzada; viento madera o metal, etc,) y hubiese tocado un fragmento musical conocido para los chavales (no necesariamente de un compositor clásico, sino simplemente el tema de una banda sonora, un anuncio, una canción pegadiza, lo que fuera con tal de oír el timbre de cada instrumento, a 2 minutos cada uno los hubieran tenido sin respiración los 22 minutos. Y si hubiese cabido en una sola frase por quécada músico eligió su instrumento (o se lo eligieron, o porque siempre le gustó o bien porque era el que quedaba en el listado de acceso al conservatorio) hubiese añadido el factor humano al experimento. La parte buena, buenísima, es que pasada la 'tormenta' de despropósitos empezó un espectáculo verdaderamente maravilloso . Los títeres lucían vivos colores fluorescentes, con un diseño muy original, que nos recordaba de alguna manera a esos globos con figuras de perritos y otros animales, manejados con magia (al final salieron los animadores ganándose el gran aplauso de todos); la narradora finalmente se atuvo al cuento original (alguna licencia hubo, por ejemplo con el lobo, pero divertida) y sobre todo la orquesta , muy joven, muy buena, comandados por el primer violín ( Bernat Bofarull ), con unos músicos que estuvieron muy agradables, ingeniosos, colaboradores, pasándoselo bien. A esos músicos les hubiera encantado poder enseñar mej

Jan 20, 2025 - 00:56
El Maestranza, renovado punto de encuentro intergeneracional
Serguéi Prokófiev era un amante de los animales y le gustaban los cuentos infantiles. A lo largo de la historia de la música ha habido cantidad de obras musicales de grandes compositores que han incluido sonidos y presencia de animales, seguramente estando a la cabeza de la lista los músicos renacentistas con ejemplos que nos vienen fácilmente a la cabeza. Así que había precedentes ilustres; pero también había antecedentes y consecuentes en la misma obra del mismo Prokófiev de cuentos musicados para distintos géneros musicales: a los nueve años escribió una ópera titulada 'El gigante', a los 23 partió del cuento de Hans Christian Andersen 'El patito feo' para convertirlo en una pequeña cantata. En 1945 terminó el ballet 'Cenicienta' y, más adelante convirtió una fábula en el ballet 'Cuento de la flor de piedra'. Tal vez conocedora de esto, Natalya Sats y el Teatro Central Infantil de Moscú decidieron encargarle una obra sinfónica que él convirtió en este cuento que serviría a los más jóvenes para conocer los instrumentos de la orquesta (1936). Saint-Saëns había ideado el 'Carnaval de los animales' (1886) pero no tanto con fines didácticos, sino por pura diversión, mientras que Britten escribió la 'Guía de orquesta para jóvenes' (1946), un encargo del ministerio de cultura británico para que los chavales distinguieran los instrumentos de la orquesta y que es muy minucioso, además de entretenido. Hay discográficas que recogen las tres obras en un CD, dado su carácter formativo. Al llegar al Teatro el público habitual había sido sustituido por uno muy distinto: mayoritariamente, el de unos padres que llegaban con sus hijos y que, por las caras de unos y otros, se diría que para muchos era la primera vez. Y quizá lo que lo sea es que las 1800 butacas del Teatro estaban vendidas. La entrada al patio de butacas obligaba casi indefectiblemente a los padres a realizar un giro de 360º para perimetrar visualmente el contorno, y más tarde encontrar las localidades. Las azafatas no paraban. Nosotros también quedamos asombrados, y no sólo por estas reacciones, sino por advertir el ' parque móvil' que encontramos a uno y otro lado de las puertas de entrada , correspondiente a todo tipo de modelo de carritos para los infantes, ya que el espectáculo se vendía para niños a partir de 3 años. Qué maravilla: estábamos conociendo al público que viene, y el Maestranza era nuevamente el punto de encuentro, como ya sentimos en Navidad. La compañía granadina 'Etcétera' era la encargada de poner en pie la obra, poniendo por su cuenta un añadido exasperante . Como el cuento musicado en sí dura una media hora (eso les duró a ellos), no se les ocurrió otra cosa que inventarse un director de orquesta que no llegaba y mientras la narradora habló de las partes del Teatro, de la medida de la boca, de los cilindros acústicos, etc., lo cual está muy bien, pero como se mostraba jadeante reconociendo que lo que pretendía es entretener al público hasta que llegara el director que no existía, pues los chavales autocalificaron el momento como de desconexión y se pusieron poco a poco a charlar. Deberían saber que niños o adolescentes es público muy exigente, que no se calla si no se le entretiene. La fantasmada duró 22 minutos, de aproximadamente una hora que duró en total el espectáculo: 22 minutos en donde están escuchando 1800 personas y personitas no es para ponerse a rellenar crucigramas ni necesitaban poner las medidas del teatro, que podían poner en el programa de mano si les urgía. Había 11 músicos. Con que cada músico hubiese presentado su instrumento, especificando a la familia que pertenece (cuerda frotada, pinzada; viento madera o metal, etc,) y hubiese tocado un fragmento musical conocido para los chavales (no necesariamente de un compositor clásico, sino simplemente el tema de una banda sonora, un anuncio, una canción pegadiza, lo que fuera con tal de oír el timbre de cada instrumento, a 2 minutos cada uno los hubieran tenido sin respiración los 22 minutos. Y si hubiese cabido en una sola frase por quécada músico eligió su instrumento (o se lo eligieron, o porque siempre le gustó o bien porque era el que quedaba en el listado de acceso al conservatorio) hubiese añadido el factor humano al experimento. La parte buena, buenísima, es que pasada la 'tormenta' de despropósitos empezó un espectáculo verdaderamente maravilloso . Los títeres lucían vivos colores fluorescentes, con un diseño muy original, que nos recordaba de alguna manera a esos globos con figuras de perritos y otros animales, manejados con magia (al final salieron los animadores ganándose el gran aplauso de todos); la narradora finalmente se atuvo al cuento original (alguna licencia hubo, por ejemplo con el lobo, pero divertida) y sobre todo la orquesta , muy joven, muy buena, comandados por el primer violín ( Bernat Bofarull ), con unos músicos que estuvieron muy agradables, ingeniosos, colaboradores, pasándoselo bien. A esos músicos les hubiera encantado poder enseñar mejor su instrumento, decir algo más de lo que permite el cuento, que es mostrarlo y tocar la melodía asociada al animal al que sustenta musicalmente. Seguro: cada músico se siente siempre muy orgulloso de su instrumento. También a favor estuvo esa especie de test que hizo la narradora al final para comprobar si se habían enterado de a qué personaje correspondía cada instrumento o viceversa. Es un juego que ya propuso Leopold Stokowski , y que creía firmemente que le hubiese gustado a Prokofiev, a quien trató. Todavía quedan entradas para las mañanas del lunes y martes en dos funciones diarias (7€).