EL HOSPITAL DE LA TRANSFIGURACIÓN / ENTRE LOS MUERTOS – Stanislaw Lem

“Los años de la ocupación eran un lento habituarse a una creciente escalada de monstruosidades; en ese momento, Wieleniecki se dio cuenta con una claridad deslumbrante de lo lejos que se habían adentrado ya en las profundidades del horror, incluso ellos, incluso los que luchaban contra el fascismo; unos años antes nadie habría podido escuchar […]

Jan 21, 2025 - 07:33
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EL HOSPITAL DE LA TRANSFIGURACIÓN / ENTRE LOS MUERTOS – Stanislaw Lem

“Los años de la ocupación eran un lento habituarse a una creciente escalada de monstruosidades; en ese momento, Wieleniecki se dio cuenta con una claridad deslumbrante de lo lejos que se habían adentrado ya en las profundidades del horror, incluso ellos, incluso los que luchaban contra el fascismo; unos años antes nadie habría podido escuchar esas cosas sentado tranquilamente y fumándose un cigarrillo. Le pareció que aquello comportaba un repugnante y perverso triunfo del fascismo, que, si bien acabaría derrotado, dejaría tras de sí la memoria de lo que un ser humano podía hacerle a otro ser humano, y nadie, nunca, tendría derecho a callar al respecto”.

Stanislaw Lem fue uno de los escritores polacos más importantes del siglo pasado. Su novela más destacada es sin duda Solaris, escrita en 1961 y llevada al cine pocos años después en dos ocasiones por la cinematografía soviética, y en 2002 por Steven Soderbergh. El grueso de su producción fueron obras de ciencia ficción, pero en sus primeros años escribió una trilogía de novelas totalmente alejadas del que luego sería su tema predilecto; tres novelas que reflejaban el horror en el que transcurrió su juventud en la Polonia ocupada. La trilogía se conoce con el nombre de Tiempo no perdido, y a ella pertenecen las dos novelas que ahora reseñamos.

Lem nació en el seno de una familia judía en la ciudad polaca de Lwów (Leópolis) en 1921. La invasión nazi de Polonia le sorprendió con 18 años: tras la célebre batalla de Leópolis en 1939 contra soviéticos y alemanes la ciudad quedó sometida al dominio de los primeros y a partir de 1941 al de los segundos, hasta que con la caída de Alemania pasó de nuevo al control soviético. Lem y su familia hubieron de llevar cosida en su ropa la estrella de David; él sobrevivió gracias a una identidad falsa y a duras penas sus padres, ya a punto de ser destinados a un campo de exterminio, pudieron también salvar la vida. Tras la guerra Leópolis quedó incorporada a la república soviética de Ucrania, y fue entonces cuando el joven Lem hubo de escoger entre ejercer la medicina, carrera que había estudiado pero no finalizado, o la literatura, en la que había empezado a hacer escarceos. Se decantó por lo segundo. Estos y otros muchos detalles aparecen relatados en la biografía Lem. Una vida que no es de este mundo, de Wojciech Orliński, que la editorial Impedimenta publicó no hace mucho.

En esos primeros años como escritor, en la segunda mitad de los años 40 del siglo XX, Lem fue repatriado a Cracovia, donde por miedo ocultó su ascendencia judía. Tuvo allí un furor scribendi, un arrebato de inspiración, y escribió El hospital de la transfiguración, obra de ficción escrita en 1948 que la censura comunista no acabó de aceptar bien: suponía un “riesgo ideológico” y “necesitaba un contrapeso”. Por ello se obligó a Lem a continuarla con dos entregas más, que él tituló Entre los muertos y El regreso, escritas en los dos años siguientes. Con el tiempo Lem llegó a renegar de ellas, por tratarse de obras escritas por obligación que describían de manera demasiado fiel los horrores vividos en Leópolis durante la ocupación alemana: Lem tenía pesadillas al revivir aquella época y deseaba enterrarla para siempre. Sin embargo, las novelas se empezaron a publicar a partir de 1955.

El protagonista de El hospital de la transfiguración se llama Stefan Trzyniecki, un joven médico que después de acudir al funeral de un familiar recibe una oferta para trabajar en un sanatorio para enfermos mentales. Estamos en la Polonia de 1939 y la ocupación alemana es inminente. En el hospital Stefan convive con los médicos y traba amistad con algunos de los pacientes, y todos ellos le resultan, a su modo, inquietantes. El estilo de Lem en esta primera novela es fluido, cómodo, con un punto de humor incluso. A menudo la acción transcurre con lentitud, entreteniéndose el autor en detalles y conversaciones en apariencia intranscendentes: temas filosóficos, disquisiciones entre personajes que no aportan nada a la acción, pero que ayudan a caracterizarlos y definirlos. La figura de Sekulowski, poeta recluido en el sanatorio, deviene una especie de consultor, de maestro para el protagonista. Suya es la siguiente reflexión, fría pero no carente de sentido:

–Entonces, por ejemplo, las redadas masivas en Varsovia, los trenes cargados de personas hacia Alemania, ¿no le importan nada?

–¿Y por qué las redadas iban a importarme más que, pongamos por caso, la invasión de los tártaros en el siglo XIII? ¿Porque, por puro accidente, las redadas coinciden con nosotros en el tiempo?

Se nota la formación médica de Lem en la minuciosidad con que describe algunos pasajes y escenas. Por ejemplo, dedica varias páginas a una operación de cerebro: los procedimientos a seguir, el instrumental médico –trépano, taladro, escalpelo…–. El clima que se percibe en la narración es de cierta intriga, como si la cotidianeidad del relato escondiera algo turbio aún no revelado. Es en el último tercio de la novela cuando todo se desencadena y la acción se vuelve vertiginosa, y la historia ficcionada por Lem se entrecruza con la cruda realidad de la Polonia recién ocupada.

Los hechos relatados en Entre los muertos suceden a continuación de la anterior novela, y en ella el dramatismo y la acción son mucho mayores. Si en El hospital de la transfiguración el protagonista era el médico Stefan, ahora este rol se multiplica; son varias las historias y los participantes –Stefan entre ellos–, y todos tienen algún tipo de conexión entre sí: un joven genio de las matemáticas (son memorables las 6 o 7 páginas que Lem dedica al simple relato de ese genio llenando cuartillas con fórmulas y demostraciones, mientras un viejo matemático lo mira asombrado), el propio Stefan, varios personajes integrantes de la resistencia polaca… Pero el verdadero protagonista de la historia es la tragedia de la guerra. La novela habla de la ocupación alemana, de la resistencia polaca, de la violencia contra los judíos y también la que sufrieron los polacos no judíos, del miedo y las agresiones. El relato del apresamiento y traslado en un tren de judíos de uno de los personajes hasta un lugar de exterminio es angustioso, sobrecogedor. En algún momento alguien dice:

Ella dijo que había dos tipos de transportes a Treblinka: los vagones normales y los vagones clorados. En los clorados cerca de un veinte por ciento de la gente se moría asfixiada durante el traslado.

En Entre los muertos también aparecen disquisiciones filosóficas, esos debates con tintes psicológicos que caracterizarán las novelas posteriores de Lem. Pero si en la primera novela, sin duda más afín a los gustos y preferencias del autor, este se muestra más amigo de la ficción y el marco histórico en el que esta se desarrolla solo aparece de forma explícita en forma de pequeñas pinceladas, la segunda es un retrato vívido del horror de aquellos años, que Lem conoció bien. Quizá fue eso precisamente lo que le reclamó la censura comunista: que reflejara de modo más descarnado la crudeza de la ocupación alemana, para así mostrarse el comunismo como la salvación del pueblo polaco. Y sin embargo, Lem deja ir críticas para unos y otros, puestas en boca de los personajes. Así, uno de ellos dice:

Un intelectual, intentando ser objetivo, diría: el capitalismo es un sistema malo puesto en práctica por gente inteligente. ¿Y el comunismo? En fin…, el sistema es bueno, incluso muy bueno, pero quienes lo representan… son unos palurdos, unos necios, en una palabra: unos incultos. Zafios, de modales toscos, incapaces de llorar con un poema, escuchan a Chopin como si fueran medio sordos.

Se trata de dos novelas magníficas que forman parte de la trilogía Tiempo no perdido (título que en su origen era Río de fuego, en referencia al versículo 7:10 del Libro de Daniel), y que han sido recuperadas recientemente por Impedimenta (El hospital de la transfiguración ya vio la luz en castellano hace unos tres lustros). La previsión es que se publique próximamente la tercera, El regreso. Si está a la altura de las dos precedentes, valdrá la pena la espera.

 

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Stanislaw Lem, El hospital de la transfiguración. Tiempo no perdido, 1. Traducción de Joanna Bardzińska. Madrid, Impedimenta, 2024, 264 págs.

Stanislaw Lem, Entre los muertos. Tiempo no perdido, 2. Traducción de Abel Murcia y Katarzyna Moloniewicz. Madrid, Impedimenta, 2024, 290 págs.

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