Suzie Miller: "La sociedad tiene que escuchar a las mujeres queriendo creerles en lugar de buscar sus incoherencias"
La autora de 'Prima facie' critica la aparente neutralidad de las leyes y la justicia, e insta a trabajar con niños y hombres para cambiar las normas de la masculinidadLa hija de Gisèle Pelicot destripa el caso en un libro: “Yo fui la segunda presa” Prima facie es una expresión latina que en Derecho significa 'a primera vista'. Porque no todo termina siendo lo que parece en un principio. La dramaturga, y antes abogada penalista, Suzie Miller (Melbourne, 1963) eligió ese título para una obra de teatro y una novela que ha terminado por dar la vuelta a medio mundo. Prima facie (Seix Barral) es la historia de una abogada penalista implacable que defiende el Derecho y la ley por encima de todo, también, por supuesto, cuando se trata de defender a agresores sexuales. Hasta que un día las tornas cambian y es ella la que denuncia. En un minuto, su vida se da la vuelta y todo lo que pensaba y creía, también. La obra, protagonizada en España por Vicky Luengo, arrasó en taquilla, como lo hizo antes muchos otros países, y ha abierto los ojos de profesionales de la justicia, el periodismo o el arte. Usted misma ha contado que su experiencia como estudiante de Derecho y como abogada penalista tiene mucha influencia en lo que ha escrito como autora y también en esta obra. Pero, ¿por qué eligió concretamente esta trama y estos personajes?, ¿por qué decidió que la protagonista fuera abogada y que la violación la cometiera, no solo un hombre conocido por ella, sino un amante, también abogado? Quería mostrar, primero, cómo funciona el derecho y cómo todo el mundo cree “esto es la ley” o “han encontrado los hechos, esta es la verdad y ya”. Quería mostrar que eso no funciona así. Es muy importante que no se condene a nadie sin pruebas, esa máxima de que alguien es inocente hasta que se demuestre lo contrario, porque por eso somos una sociedad civilizada. Pero también la ley tiene sus defectos, aunque cuando eres abogada creo que incluso te enseñan a no verlos y a creerte que la ley es así y punto. También quería escribir sobre violencia de género y agresiones sexuales, porque cuando estudiaba y ejercía vi muchos casos que quizá no se tomaban tan en serio. Al ejercer trabajé con muchas víctimas de violencia sexual y oí muchas historias, y todas se parecen mucho. La ley no acaba de entender cómo responden físicamente ante un ataque: se congelan, entran en shock psíquico y empiezan a pensar, incluso, que es su culpa, internalizando esos prejuicios que tenemos sobre mujeres y sexualidad. Quería contar todo eso explicando que puede suceder, además, con una persona en la que se confía, porque esto choca más. ¿Uno de esos prejuicios es precisamente que si las mujeres se quedan paradas o no se revuelven con contundencia es que la violación no es 'tan' violación? Los hombres tienen claro lo que es un ataque sexual cuando le pasa a una niña de 16 años que va sola por la calle a las cuatro de la mañana, pero otros casos de violación no los tienen tan claros. Que sea alguien a quien conoces, que no hayas dicho que no, que no hayas luchado o que no pegues patadas no significa que estés consintiendo. No es menos violencia porque la mujer se congele. O incluso porque intente empatizar, hablar para ver si por ahí te escapas. Es una estrategia de supervivencia, porque muchas creen que van a morir y el cuerpo piensa en cómo sobrevivir, pero el tribunal quizá eso no lo ha tenido en cuenta. Hasta ahora no se ha podido demostrar que el cuerpo se cierra de tal manera e incluso antes esto se interpretaba al revés, como que ella no hizo nada y hasta lo estaba disfrutando. Yo quería mostrar esto, no quería solo hablar de ello, sino mostrarlo con la acción y que diera pie a un debate. No pensaba que iba a ser un debate mundial, pero mira dónde ha llegado. ¿Cree que la sociedad entiende peor el concepto de consentimiento cuando se trata de una agresión sexual entre personas que han tenido hasta ese momento una relación consentida, voluntaria e incluso deseada? Lo que es interesante es que a las mujeres no nos confunde porque hay muchas que han tenido estas experiencias, o muy parecidas, cosas que no querían que pasaran y han terminado pasando. No creo que confunda tanto, lo que pasa es que se ha despertado este debate de la ultraderecha sobre la masculinidad y eso ha reactivado esos planteamientos que siempre han estado ahí. También es que hasta hace muy poco no se podía hablar de violación dentro del matrimonio, porque si tú te habías casado con un señor, eso significaba que consentías todo cuando él quisiera y como él quisiera. Y esto claro que influye en la manera en que pensamos sobre las relaciones y el consentimiento. Aquí en España, una encuesta del CIS mostraba que el 20% de la población cree que obligar a tu pareja a tener sexo es inaceptable pero que no debe ser castigado por la ley. Es horrible, me indigna, al final e
La autora de 'Prima facie' critica la aparente neutralidad de las leyes y la justicia, e insta a trabajar con niños y hombres para cambiar las normas de la masculinidad
La hija de Gisèle Pelicot destripa el caso en un libro: “Yo fui la segunda presa”
Prima facie es una expresión latina que en Derecho significa 'a primera vista'. Porque no todo termina siendo lo que parece en un principio. La dramaturga, y antes abogada penalista, Suzie Miller (Melbourne, 1963) eligió ese título para una obra de teatro y una novela que ha terminado por dar la vuelta a medio mundo. Prima facie (Seix Barral) es la historia de una abogada penalista implacable que defiende el Derecho y la ley por encima de todo, también, por supuesto, cuando se trata de defender a agresores sexuales. Hasta que un día las tornas cambian y es ella la que denuncia. En un minuto, su vida se da la vuelta y todo lo que pensaba y creía, también. La obra, protagonizada en España por Vicky Luengo, arrasó en taquilla, como lo hizo antes muchos otros países, y ha abierto los ojos de profesionales de la justicia, el periodismo o el arte.
Usted misma ha contado que su experiencia como estudiante de Derecho y como abogada penalista tiene mucha influencia en lo que ha escrito como autora y también en esta obra. Pero, ¿por qué eligió concretamente esta trama y estos personajes?, ¿por qué decidió que la protagonista fuera abogada y que la violación la cometiera, no solo un hombre conocido por ella, sino un amante, también abogado?
Quería mostrar, primero, cómo funciona el derecho y cómo todo el mundo cree “esto es la ley” o “han encontrado los hechos, esta es la verdad y ya”. Quería mostrar que eso no funciona así. Es muy importante que no se condene a nadie sin pruebas, esa máxima de que alguien es inocente hasta que se demuestre lo contrario, porque por eso somos una sociedad civilizada. Pero también la ley tiene sus defectos, aunque cuando eres abogada creo que incluso te enseñan a no verlos y a creerte que la ley es así y punto.
También quería escribir sobre violencia de género y agresiones sexuales, porque cuando estudiaba y ejercía vi muchos casos que quizá no se tomaban tan en serio. Al ejercer trabajé con muchas víctimas de violencia sexual y oí muchas historias, y todas se parecen mucho. La ley no acaba de entender cómo responden físicamente ante un ataque: se congelan, entran en shock psíquico y empiezan a pensar, incluso, que es su culpa, internalizando esos prejuicios que tenemos sobre mujeres y sexualidad. Quería contar todo eso explicando que puede suceder, además, con una persona en la que se confía, porque esto choca más.
¿Uno de esos prejuicios es precisamente que si las mujeres se quedan paradas o no se revuelven con contundencia es que la violación no es 'tan' violación?
Los hombres tienen claro lo que es un ataque sexual cuando le pasa a una niña de 16 años que va sola por la calle a las cuatro de la mañana, pero otros casos de violación no los tienen tan claros. Que sea alguien a quien conoces, que no hayas dicho que no, que no hayas luchado o que no pegues patadas no significa que estés consintiendo. No es menos violencia porque la mujer se congele. O incluso porque intente empatizar, hablar para ver si por ahí te escapas. Es una estrategia de supervivencia, porque muchas creen que van a morir y el cuerpo piensa en cómo sobrevivir, pero el tribunal quizá eso no lo ha tenido en cuenta. Hasta ahora no se ha podido demostrar que el cuerpo se cierra de tal manera e incluso antes esto se interpretaba al revés, como que ella no hizo nada y hasta lo estaba disfrutando. Yo quería mostrar esto, no quería solo hablar de ello, sino mostrarlo con la acción y que diera pie a un debate. No pensaba que iba a ser un debate mundial, pero mira dónde ha llegado.
¿Cree que la sociedad entiende peor el concepto de consentimiento cuando se trata de una agresión sexual entre personas que han tenido hasta ese momento una relación consentida, voluntaria e incluso deseada?
Lo que es interesante es que a las mujeres no nos confunde porque hay muchas que han tenido estas experiencias, o muy parecidas, cosas que no querían que pasaran y han terminado pasando. No creo que confunda tanto, lo que pasa es que se ha despertado este debate de la ultraderecha sobre la masculinidad y eso ha reactivado esos planteamientos que siempre han estado ahí. También es que hasta hace muy poco no se podía hablar de violación dentro del matrimonio, porque si tú te habías casado con un señor, eso significaba que consentías todo cuando él quisiera y como él quisiera. Y esto claro que influye en la manera en que pensamos sobre las relaciones y el consentimiento.
Aquí en España, una encuesta del CIS mostraba que el 20% de la población cree que obligar a tu pareja a tener sexo es inaceptable pero que no debe ser castigado por la ley.
Es horrible, me indigna, al final el jurado, el tribunal, es gente normal y corriente. Y ahí llegas con tu mochila, con lo que te han contado, con ese “algo haría” o “¿por qué saliste?”. Los hombres tienen que tener conversaciones con sus hijos, decirles, incluso 'oye, quizá yo en el pasado hice tal y tal cosa mal, no quiero que la hagas tú'. La sociedad ha cambiado y muchos hombres están preparados para aceptarlo, a otros no les apetece confrontar ciertas cosas. En Nueva York conocí a un hombre que salía con una amiga mía. Él era canadiense y estaba teniendo muy en cuenta lo que estaba pasando en la sociedad. Nos contó que tenía miedo de pensar en el tipo de sexo que tuvo a sus 20 años porque no sabía si todas las mujeres habían consentido. Esa es la realidad de muchos hombres, pero hay que ceder y decir 'quizá he cometido errores, pero a partir de ahora no voy a seguir así“. Eso también ayuda a esa vergüenza que la víctima internaliza y que puede afectar mucho a su vida. Se sienten juzgadas por sus propias amigas, o su propia familia. No hablan, no cuentan. A veces, aun con buena voluntad, les preguntan: ”¿pero por qué fuiste a su casa?, ¿qué tenías en la cabeza?, ¿por qué bebiste?“. Pero, ¿qué delito es aceptar una invitación, una copa?
En la primera parte del libro y de la obra de teatro, la protagonista describe la justicia, el derecho como una disciplina infalible que ayuda a encontrar la verdad y que es neutral, una noción que está muy asentada en la sociedad. ¿Hay sesgos en esa apariencia neutral de la justicia?
La manera en que nos enseñan a los abogados es que la ley está por encima de todo y es la verdad absoluta y que hace el bien y que las pruebas siempre son objetivas. Solo se ve a través de un prisma. Cuando superas este lavado de cerebro descubres que no es así. La discapacidad, el género, la raza y la clase social son cosas que cambian la manera en que experimentas el derecho, las leyes. Si te apartas del prototipo hombre, blanco, heterosexual, que es desde donde se diseñan las leyes, y añades capas, te vas encontrando con obstáculos judiciales y legales. Y como esto no se ha reconocido durante cientos y cientos de años, y la ley ha seguido promulgándose desde el prisma del hombre blanco heterosexual, se han retrasado los cambios. No hace tanto que las mujeres no podían ejercer la abogacía, por no hablar de ser juezas.
¿Qué tipo de reacciones a su obra le han llegado desde la judicatura?
Jueces y juezas han contactado conmigo después de haber visto la obra. Uno me llamó al día siguiente. Me dijo 'mira, no me conoces, soy juez en Londres y yo escribo la recapitulación, lo que le dice el juez al jurado antes de que se reúna a deliberar. Y quisiera utilizar el monólogo final de la obra para dirigirme al jurado antes de que delibere“. Le dije 'sí, sí, por supuesto, utiliza el párrafo que quieras'. Y ahora lo utiliza todo el mundo en los tribunales en Reino Unido. Además, todos los jueces en Irlanda del Norte están obligados a ver la obra en vídeo antes de poder juzgar en un caso de violación. A veces es gracias a una novela o a una obra que ves que te planteas cómo puede ser que le esté pasando tal cosa a alguien. Es el poder del arte.
Justo la protagonista es una mujer que viene de una clase humilde, pero al principio del libro vemos que adopta todos los códigos y las formas que se esperan de ella en el derecho ¿Hay que mimetizarse con el ambiente y adoptar estas normas escritas y no escritas para conseguir entrar en ese mundo del derecho y que te tomen en serio, especialmente si eres mujer y procedes de una clase social humilde?
Yo pienso que sí. Ahora tenemos suerte de que hay muchas más mujeres en muchas profesiones y puedes ser más tú. Pero cuando yo estudiaba, sigues una plantilla, es como se supone que tiene que ser y como vas a evitar los problemas. La clase es efectivamente uno de esos pilares. Los jóvenes que están en Derecho han dedicado tiempo, dinero, esfuerzo para sacar esas notas y cuando ya llegan a la abogacía, a ejercer, son muy competitivos, muy ambiciosos y quieren seguir escalando. No se conformarán con el escalafón más bajo y según qué raza, género, clase, si eres gay, si eres mujer... es más difícil conseguir encajar. El derecho es una profesión muy patriarcal. Además, estás tan ocupado aplicando la ley y con tanto trabajo que no te cuestionas. Si tienes un poquito más de perspectiva y tiempo, si puedes volcar tu experiencia como mujer, igual impides que unas bragas sean una prueba admisible, como si por llevar esa lencería alguien consintiera.
La protagonista cuenta cómo hay compañeras y compañeros que se mantienen alejados, no toman partido cuando ella cuenta lo que le ha sucedido. Es algo que muchas mujeres que sufren agresiones sexuales o situaciones machistas también relatan ¿Es ese no tomar partido una manera de, en realidad, tomar partido?
Pienso que a veces no se nos escucha. O te preguntan '¿pero cómo no hiciste nada?', '¿pero cómo que te quedaste paralizada?'. El primer relato de un ataque sexual suele ser a una amiga, a una hermana, a la madre. Hay que escuchar diciendo 'estoy aquí, cuéntame', 'no es culpa tuya'. Esas primeras frases pueden condicionarlo todo. Si la primera reacción es no querer saber o preguntar qué llevaba puesto o qué hora era o cuánto había bebido, eso cierra a la persona, no ayuda. Lo mejor que puedes hacer es escuchar primero. Hay muchas maneras de que alguien pueda acabar siendo vulnerable, y no hay que sentir vergüenza ni hacer sentir vergüenza. Esa vergüenza la tienes que poner sobre la persona que no ha respetado la humanidad de la otra.
Seguro que la respuesta a esta pregunta es larga, pero ¿qué dos o tres cosas tendrían que cambiar para que exista justicia en un sentido amplio?
La gente tiene que empezar a escuchar a las mujeres queriendo creerles en lugar de ir a buscar las incoherencias. Luego, hay que educar a los niños y varones. Que entendamos que el coste de la violencia contra las mujeres degrada a toda la comunidad, hay que decidir que no se acepta y punto. Está muy bien que los hombres digan que son nuestros aliados, pero que lo sean activamente. Que hablen con los chicos jóvenes, que les hagan de tutor, de mentor, con su hijo, su hermano, su primo, que haya chavales que tengan hombres en quienes confían que les muestren la alternativa a convertirse en un Andrew Tate [un influencer británico misógino, acusado de agresión sexual].