Los nuevos señores feudales: tecnología, poder y política en la era Trump

Bajo Trump, la política de EEUU evoluciona hacia el tecnofeudalismo. Silicon Valley redefine el poder, con figuras como Musk liderando cambios radicales. Ni neoliberales ni neoconservadores, esta nueva era marca un realineamiento político clave. La entrada Los nuevos señores feudales: tecnología, poder y política en la era Trump se publicó primero en lamarea.com.

Jan 22, 2025 - 08:22
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Los nuevos señores feudales: tecnología, poder y política en la era Trump

Este artículo se ha publicado originalmente en Catalunya Plural. Puedes leerlo en catalán aquí.

En los últimos años, estamos viendo cómo el panorama político de Estados Unidos se transforma hacia un nuevo paradigma, al que Yanis Varoufakis denomina “tecnofeudalismo”. Este concepto describe una dinámica donde las grandes plataformas tecnológicas actúan como nuevos centros de poder, alterando las estructuras tradicionales. Con la Administración Trump, estas empresas tecnológicas han encontrado un terreno fértil para expandir su influencia, redefiniendo las dinámicas del poder político y económico. La nueva administración no será ni estrictamente neoliberal ni neoconservadora, sino tecnofeudal.

Los nuevos señores feudales

Ya sabemos que Elon Musk, el hombre más rico del mundo y actual mano derecha de Trump, liderará el nuevo Departamento de Eficiencia Gubernamental con el empresario Vivek Ramaswamy, cuyo objetivo será el gasto federal y optimizar las operaciones gubernamentales. Pero no es solamente él.

Mark Zuckerberg, en su reciente entrevista en el podcast de Joe Rogan (seguramente el más influyente que exististe en estos momentos) también refleja este cambio, adaptándose a las políticas menos intervencionistas en el control de contenidos argumentando la necesidad de proteger la libertad de expresión y de que las empresas adopten más “energía masculina”. Meta, la empresa de Zuckerberg, ha suavizado sus políticas sobre la moderación de fake news, siguiendo una línea similar a lo que Elon Musk implementó en Twitter.

Y Peter Thiel, antiguo CEO de Paypal, quien en un artículo reciente en el Financial Times titulado “Un tiempo para la reconciliación” abogó por un replanteamiento de las alianzas políticas, impulsado por el poder de Silicon Valley. “Estamos viendo cómo el sector tecnológico redefine las reglas del juego político”, señala Thiel en su artículo. Estas decisiones, lejos de ser puramente técnicas, evidencian un acercamiento estratégico al enfoque político de Trump.

Estos planes no solo representan una reestructuración radical del aparato estatal, sino que también pueden interpretarse como una victoria de las tesis aceleracionistas. Este enfoque, que propone utilizar las propias dinámicas del capitalismo para alcanzar un punto de colapso o transformación total, se refleja en la estrategia del Departamento de Eficiencia Gubernamental. Al desmantelar parte de la burocracia tradicional y fomentar la desregulación, las figuras clave detrás de este proyecto, como Musk y Ramaswamy, están implementando un modelo que busca acelerar los procesos tecnológicos y económicos, aunque esto implique un debilitamiento de las estructuras públicas tradicionales. El desarme de las instituciones clásicas se ampara bajo el mantra de que solamente el progreso tecnológico nos hará libres. Aunque la realidad, al menos la inmediata, es otra de bien distinta: vuelven los señores feudales.

Ni estrictamente neoliberales

El distanciamiento de la Administración Trump del neoliberalismo es particularmente evidente en su política económica y comercial. A diferencia de sus predecesores, Trump no ha defendido los principios clásicos de libre comercio, sino que ha adoptado una postura proteccionista, imponiendo aranceles a productos de países como China. Stephen Miran, miembro del Consejo de Asesores Económicos de Trump, ha respaldado estas medidas, argumentando que protegen los intereses nacionales frente a una globalización descontrolada. También Jan Hatzius, jefe de Inversiones de Goldman Sachs, ha señalado que las promesas de Trump de reducir déficits presupuestarios no se han cumplido, lo que también se aparta de los ideales neoliberales de disciplina fiscal.

Pero si pudieran parecer sospechas las declaraciones de dos personajes claramente vinculadas con la derecha económica, léanse las del premio nobel Joseph Stigliz en la entrevista en ELPAÍS en la que explica porque Trump rompe con las bases del neoliberalismo clásico: “Trump, por ejemplo, no es exactamente un neoliberal, sino un nacionalista que ha establecido una coalición entre quienes sienten desafecto y un grupo importante de empresarios.”

Ni estrictamente neoconservadores

La Administración Trump, además, ha mostrado una relación ambivalente con el neoconservadurismo. Aunque figuras relevantes como J.D. Vance, futuro vicepresidente de los Estados Unidos, representa como anillo al dedo los valores conservadores morales clásicos (contrario al derecho al aborto, al matrimonio homosexual, etc), Trump ha dejado claro su desprecio hacia los neoconservadores. Concretamente, el rechazo de Trump se dirige hacia aquellos “halcones” que han formado parte de la administración y que forman parte de las agencias de inteligencia que han moldeado la política militar del país en las últimas décadas. En una entrevista a Robert F. Kennedy Jr., futuro jefe del Departamento de Salud (y famoso por sus declaraciones contrarias a la vacunación contra el COVID), mencionó explícitamente en una conversación con Jordan Peterson el fuerte rechazo de Trump y de su círculo más próximo hacia aquellos neoconservadores relacionados con la industria armamentística y su agenda internacional intervencionista.

Esto no significa ni mucho menos que Trump sea un liberal en aspectos morales, sino que su posicionamiento en política internacional se presenta como algo menos imperialista y algo más aislacionista de lo que cabría esperar en el líder del Partido Republicano. Y aquí yace la clave de bóveda: este realineamiento de posiciones no hubiera sido posible si el Partido Demócrata no hubiera dejado de lado a sus bases.

El olvido demócrata hacia su electorado

En la convención demócrata que confirmó a Kamala Harris como candidata vicepresidencial, figuras tradicionales del neoconservadurismo como John Bolton, antiguo jefe de Seguridad Nacional bajo un año del primer mandato de Trump, o Dick Cheney, vicepresidente bajo la administración de George Busch, expresaron apoyo hacia la fórmula demócrata. Este hecho subraya cómo los cambios internos de los dos partidos han generado movimientos ideológicos inesperados y alianzas inusuales, en un escenario político cada vez más polarizado.

Parte de este giro en el Partido Republicano liderado por Donald Trump, quien recientemente lo describió como “el partido de los trabajadores”, se debe también al olvido del Partido Demócrata hacia sus bases tradicionales. Durante las últimas décadas, los demócratas han ido alejándose de las preocupaciones económicas y sociales de las clases trabajadoras, particularmente en los estados industriales del “Blue Belt”, que históricamente eran bastiones del partido. Este cambio se ha visto agravado por el silenciamiento de voces críticas dentro del propio partido, como la de Bernie Sanders, quien ha sido un defensor constante de los derechos laborales, la redistribución económica y el fortalecimiento del estado del bienestar.

A pesar de su popularidad entre las bases progresistas y los jóvenes votantes, Sanders ha enfrentado un boicot institucional por parte de la dirección del Partido Demócrata, especialmente durante las primarias presidenciales de 2016 y 2020. Este desprecio hacia propuestas más radicales y alineadas con las necesidades de las clases trabajadoras ha generado una desconexión entre el partido y sus electores históricos. En su lugar, los demócratas han priorizado alianzas con sectores urbanos, cosmopolitas y corporativos, lo que ha dejado un vacío que el Partido Republicano, bajo el liderazgo de Trump, ha sabido capitalizar.

En definitiva, la Administración Trump, junto con figuras clave del sector tecnológico, ha consolidado un nuevo ciclo político que trasciende las tradicionales categorías de neoconservadurismo y neoliberalismo. Este cambio, guiado en parte por el poder emergente de las plataformas tecnológicas y un rechazo estratégico a las políticas intervencionistas tradicionales, define la nueva era política del tecnofeudalismo. En este contexto, no solo se redefine la política estadounidense, sino también las formas de ejercer el poder en el siglo XXI.

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