Elogio de la vanidad: Cristiano Ronaldo, el perfecto arrogante
En el periodismo está muy extendida la idea de que “nadie resiste un archivo”. Es una trampa: resulta fácil marcarles las contradicciones a hombres y mujeres públicos, esos de los que se conoce hasta qué jugo desayunan. Si hoy ponderan las propiedades de la naranja y mañana toman el de melón, lo sabremos. Y será noticia. ¿Qué pasaría si posáramos esa misma lupa examinadora sobre nuestras vidas anónimas? ¿Superaríamos el exigente escáner que señala en altavoz cualquier cambio de conducta? Seguro que no, pero apelaríamos a la indulgencia que no tenemos con los otros. Vaya esta digresión a cuento de una definición de Cristiano Ronaldo que rebota en todos lados esta semana, justo cuando el extraordinario futbolista portugués cumple 40. En una entrevista con un medio español, evitó los rodeos cuando lo pincharon con la pregunta de si es el mejor futbolista de la historia. “Yo creo que sí, no vi a nadie mejor que yo. Te lo digo de corazón”, respondió. De corazón: honesto, sincero. Porque cree en lo que dice. Y lo dijo siempre. No hay espacio para la contradicción ahí. Menos para la falsa modestia.Ese manera de plantarse y la larga rivalidad que mantuvo con Messi en las canchas (algo de eso queda todavía) ayudó a que por estas latitudes se le haya tildado de arrogante. Porque Ronaldo, al revés de la mayoría de sus colegas, no le teme a esa calificación. Y entonces se asume como el mejor ante los micrófonos. Parte de su arrolladora personalidad, que lo ayudó a mantenerse a tope durante ya más de dos décadas de súper profesionalismo. Porque ese mensaje permanente sería una fanfarronería si no lo refrendara con su rendimiento estelar, un derivado de la combinación entre su talento y su férrea disciplina: ama el entrenamiento tanto como al fútbol. “No siendo zurdo, estoy en el ‘top 10′ de jugadores que más goles han marcado con la izquierda... y con la cabeza, penales, tiros libres... De la derecha ya ni hablamos”, abundó, con esa sonrisita vanidosa tan suya, elevando una parte de su labio superior.Sus estadísticas individuales dan una muestra del tamaño de su obra. Desde su debut en Sporting Lisboa el 14 de agosto de 2002, cuando tenía 17 años, hasta hoy disputó 1038 partidos oficiales y anotó 782 goles, repartidos entre su club de origen, Manchester United -dos períodos-, Real Madrid, Juventus y Al Nassr, el destino saudí que eligió para sus últimos arrestos. A ello hay que sumarle su aporte a la selección portuguesa: jugó 215 y marcó 135 goles entre todas las competiciones, incluidos cinco mundiales -es el único jugador en la historia que anotó al menos un gol en cada uno de ellos-. Competidor serial, Ronaldo mira esos números, no juega el papel de que no le importan: a su alrededor dejan saber que llegar al numerito mágico de los mil goles oficiales -los que le inventaron a Pelé, aunque no haya sido real- es una zanahoria que lo empuja a seguir: la suma de clubes y selección arroja un promisorio 917, según consigna el portal especializado Transfermarkt... También lo espolea el incentivo de transformarse en el único en jugar seis mundiales y dejar atrás en la lista a los otros siete futbolistas que suman cinco. Aunque en esa carrera anda a la par uno que lo ayudó a construir semejante carrera. Si lo que no pasó no existe, permita el lector esta licencia: Cristiano Ronaldo no hubiera llegado tan lejos sin el estímulo permanente que significó para él competir contra Messi.“Nunca he tenido una mala relación con Messi. Compartimos 15 años de premios, y siempre nos llevamos bien. Recuerdo que yo le traducía el inglés, fue muy gracioso”, matizó sobre un vínculo que lo marcó. Entrelíneas, la parte final de su mención puede leerse como una manera sutil de expresar superioridad: él me necesitaba, yo hablo portugués, inglés, español, italiano… Cada elección significa ponderar algo por encima de otro elemento: ahí están las fotos del hijo mayor de Ronaldo, extasiado ante la presencia de Messi en esas mismas entregas de premios, un recuerdo que el portugués dejó a un lado en la entrevista que dispara este artículo. Detalles, como ese curioso que señala que la diferencia de edad entre ambos es exactamente la misma que separa a sus hijos mayores, Cris Jr. y Thiago: 869 días.¿Y qué opina Messi sobre esos títulos honoríficos que tantos gustan al periodismo y alimentan los debates entre hinchas? El archivo tiene la respuesta: “No sé si soy el mejor de la historia o no y tampoco es algo que me lo pregunte o me interese. El hecho de que se diga que estoy entre los mejores, para mí ya es un regalo”, respondió la noche de octubre de 2023 en la que recibió su octavo Balón de Oro, en París. Buscar una declaración grandilocuente del máximo ganador de ese premio es una tarea sin recompensa. Lo suyo no son los títulos catástrofe para la prensa, menos en ocasiones así. Ahí está el ejemplo del prestigioso periodista británico John Carlin, que decidió cortar una entrevista con Messi a los 15 minutos después de chocar una y otra vez con respues
En el periodismo está muy extendida la idea de que “nadie resiste un archivo”. Es una trampa: resulta fácil marcarles las contradicciones a hombres y mujeres públicos, esos de los que se conoce hasta qué jugo desayunan. Si hoy ponderan las propiedades de la naranja y mañana toman el de melón, lo sabremos. Y será noticia. ¿Qué pasaría si posáramos esa misma lupa examinadora sobre nuestras vidas anónimas? ¿Superaríamos el exigente escáner que señala en altavoz cualquier cambio de conducta? Seguro que no, pero apelaríamos a la indulgencia que no tenemos con los otros. Vaya esta digresión a cuento de una definición de Cristiano Ronaldo que rebota en todos lados esta semana, justo cuando el extraordinario futbolista portugués cumple 40. En una entrevista con un medio español, evitó los rodeos cuando lo pincharon con la pregunta de si es el mejor futbolista de la historia. “Yo creo que sí, no vi a nadie mejor que yo. Te lo digo de corazón”, respondió. De corazón: honesto, sincero. Porque cree en lo que dice. Y lo dijo siempre. No hay espacio para la contradicción ahí. Menos para la falsa modestia.
Ese manera de plantarse y la larga rivalidad que mantuvo con Messi en las canchas (algo de eso queda todavía) ayudó a que por estas latitudes se le haya tildado de arrogante. Porque Ronaldo, al revés de la mayoría de sus colegas, no le teme a esa calificación. Y entonces se asume como el mejor ante los micrófonos. Parte de su arrolladora personalidad, que lo ayudó a mantenerse a tope durante ya más de dos décadas de súper profesionalismo. Porque ese mensaje permanente sería una fanfarronería si no lo refrendara con su rendimiento estelar, un derivado de la combinación entre su talento y su férrea disciplina: ama el entrenamiento tanto como al fútbol. “No siendo zurdo, estoy en el ‘top 10′ de jugadores que más goles han marcado con la izquierda... y con la cabeza, penales, tiros libres... De la derecha ya ni hablamos”, abundó, con esa sonrisita vanidosa tan suya, elevando una parte de su labio superior.
Sus estadísticas individuales dan una muestra del tamaño de su obra. Desde su debut en Sporting Lisboa el 14 de agosto de 2002, cuando tenía 17 años, hasta hoy disputó 1038 partidos oficiales y anotó 782 goles, repartidos entre su club de origen, Manchester United -dos períodos-, Real Madrid, Juventus y Al Nassr, el destino saudí que eligió para sus últimos arrestos. A ello hay que sumarle su aporte a la selección portuguesa: jugó 215 y marcó 135 goles entre todas las competiciones, incluidos cinco mundiales -es el único jugador en la historia que anotó al menos un gol en cada uno de ellos-. Competidor serial, Ronaldo mira esos números, no juega el papel de que no le importan: a su alrededor dejan saber que llegar al numerito mágico de los mil goles oficiales -los que le inventaron a Pelé, aunque no haya sido real- es una zanahoria que lo empuja a seguir: la suma de clubes y selección arroja un promisorio 917, según consigna el portal especializado Transfermarkt... También lo espolea el incentivo de transformarse en el único en jugar seis mundiales y dejar atrás en la lista a los otros siete futbolistas que suman cinco. Aunque en esa carrera anda a la par uno que lo ayudó a construir semejante carrera. Si lo que no pasó no existe, permita el lector esta licencia: Cristiano Ronaldo no hubiera llegado tan lejos sin el estímulo permanente que significó para él competir contra Messi.
“Nunca he tenido una mala relación con Messi. Compartimos 15 años de premios, y siempre nos llevamos bien. Recuerdo que yo le traducía el inglés, fue muy gracioso”, matizó sobre un vínculo que lo marcó. Entrelíneas, la parte final de su mención puede leerse como una manera sutil de expresar superioridad: él me necesitaba, yo hablo portugués, inglés, español, italiano… Cada elección significa ponderar algo por encima de otro elemento: ahí están las fotos del hijo mayor de Ronaldo, extasiado ante la presencia de Messi en esas mismas entregas de premios, un recuerdo que el portugués dejó a un lado en la entrevista que dispara este artículo. Detalles, como ese curioso que señala que la diferencia de edad entre ambos es exactamente la misma que separa a sus hijos mayores, Cris Jr. y Thiago: 869 días.
¿Y qué opina Messi sobre esos títulos honoríficos que tantos gustan al periodismo y alimentan los debates entre hinchas? El archivo tiene la respuesta: “No sé si soy el mejor de la historia o no y tampoco es algo que me lo pregunte o me interese. El hecho de que se diga que estoy entre los mejores, para mí ya es un regalo”, respondió la noche de octubre de 2023 en la que recibió su octavo Balón de Oro, en París. Buscar una declaración grandilocuente del máximo ganador de ese premio es una tarea sin recompensa. Lo suyo no son los títulos catástrofe para la prensa, menos en ocasiones así. Ahí está el ejemplo del prestigioso periodista británico John Carlin, que decidió cortar una entrevista con Messi a los 15 minutos después de chocar una y otra vez con respuestas monosilábicas: “Nunca más quiero entrevistarlo”, aceptó, entre desanimado y ofuscado.
La dinamita de Messi siempre explotó en la cancha, no en los sets de TV. Al cabo, él también aceptó que Ronaldo lo hizo mejor en tantos años de pelear por lo mismo: ser el mejor. En palabras del portugués: “Él defendía a su club y yo al mío, y a su selección y yo a la mía. Creo que nos retroalimentamos. Fue una pelea sana”. Pero cada cosa en su lugar… Porque en el fondo, al hombre lo impulsa la certeza de lo que afirma. Él no opina, él SABE que es el mejor de todos los tiempos: “Una cosa son gustos, decir que prefieren a Messi, Maradona o Pelé, yo entiendo eso y lo respeto”. CR7 marca registrada.
posdata: pero el mejor es messi