El sentido común según Trump
Donald Trump ha dado inicio oficialmente a la 47º presidencia de los Estados Unidos con un discurso titulado 'La revolución del sentido común' en el que proclamó que «la edad de oro de Estados Unidos comienza ahora mismo» y aseguró que utilizará todo su poder para hacer avanzar la agenda del nacionalismo en su país, centrándose en la inmigración, la energía fósil y la reforma de la Administración para hacerla más eficiente y barata. En una ceremonia más íntima, forzada por unas temperaturas gélidas, Trump juró su cargo ante una colección de multimillonarios encabezados por Elon Musk. Y en unas circunstancias que son muy distintas a las de enero de 2017, cuando abrió su anterior mandato tras ganar por estrecho margen y ser recibido como un advenedizo en Washington DC. Hoy se puede decir que muy pocos de sus predecesores han llegado a la Casa Blanca con tanto poder: los republicanos dominan la Cámara de Representantes y el Senado, 27 de los 50 gobiernos estatales, y en la Corte Suprema de Justicia la mayoría de los magistrados han sido designados por los conservadores. También hay arañazos: es el primer condenado que llega a la Presidencia y ha sobrevivido a un doble intento de asesinarlo, un signo de la Providencia, según recordó ayer. Trump 2.0 arranca, entonces, con un índice de aprobación personal cercano al 50 por ciento y un nuevo capital político. El presidente tiene un gran margen de maniobra. La tregua alcanzada en Gaza entre Israel y Hamás es una prueba de su influencia y de que las cosas no serán como en 2017, cuando los seis primeros meses fueron una sorda pelea entre el nuevo mandatario y lo que bautizó como el 'estado profundo', esa burocracia que dirige el país. Pero su poder no es ilimitado. A la mitad del país Trump le desagrada y podría encontrarse rápidamente en problemas si con su promesa de alterar el 'statu quo' excede el mandato que le dieron los votantes. A nivel interno, parece que la primera prueba será con la inmigración. Trump ha recibido el mandato de detener el flujo ilegal y por eso ayer declaró el estado de emergencia en la frontera sur , lo que supone el refuerzo de la vigilancia y procedimientos más estrictos para el asilo y para deportar a criminales. Pero es dudoso que pueda llevar a cabo las deportaciones masivas o redadas indiscriminadas como la que se está anunciando en Chicago y otras ciudades. Si esto supone expulsar a trabajadores honrados o a separar a madres de sus hijos, la situación política se puede descomponer rápidamente. En política exterior, Trump reiteró los conceptos que vertió en la conferencia de Mar-a-Lago, donde anunció su deseo de recuperar el control del canal de Panamá, de sumar a Canadá como 51º estado de la Unión o de anexionarse Groenlandia. Se dice que ha cambiado el aislacionismo por el expansionismo, dos conceptos que en la historia del país no han sido excluyentes. Pero si un aprendizaje dejó su primera presidencia es que a Trump hay que juzgarlo por lo que hace y no por lo que dice, siempre con estruendo. Los destinatarios de su mensaje no eran los formales presidentes europeos, sino rudos líderes autoritarios como Putin, Xi o Kim. El recado es sencillo: si ustedes quieren jugar a un mundo sin reglas, él también podría hacerlo. Más dudas deja, en cambio, qué economía global surgirá de su acendrado nacionalismo económico, de su aprecio por los aranceles (que no son más que impuestos) y de sus políticas, muchas de ellas inflacionistas. Trump tomó ayer el concepto del sentido común del famoso libelo independentista de Tom Paine, pero cabe la duda de si esta apropiación intelectual es legítima o un simple recurso retórico.
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