Desokupa Gaza
Los palestinos pueden tener la tranquilidad de que el mundo impedirá su expulsión con la misma contundencia con que ha impedido su matanza durante más de un año: con palabras. Y nada más que palabras, salvo que la ciudadanía nos movilicemos en su defensa mucho más que hasta ahora Por veinticinco pesetas la respuesta, díganme qué se puede hacer con Gaza una vez arrasada por Israel. Un, dos, tres, responda otra vez: Convertirla en la Riviera de Oriente Medio… Convertirla en Las Vegas de Oriente Medio… Convertirla en el Benidorm de Oriente Medio… Ocuparla con colonos israelíes… Usarla como campo de detención para migrantes expulsados de Estados Unidos… Desviar el asteroide 2024 YR4 para que caiga allí… Amontonar los 120.00 coches destrozados por la DANA de Valencia… Recalificar suelo para construir vivienda barata para los jóvenes españoles… Todas las respuestas tienen premio, todas son igual de disparatadas que la que lanzó Trump, no sabemos si improvisando o siguiendo el plan de su socio israelí que previamente ha despejado el terreno. El problema es que, una vez contestada la primera pregunta, viene la segunda, que es un poco peor: Por veinticinco pesetas la respuesta, díganme qué hacemos con los palestinos para vaciar la Franja de Gaza. Un, dos, tres, responda otra vez: Bombardearlos durante año y medio para aterrorizarlos y volver inhabitable su tierra… Seguir bombardeando y arrasando todo tras la tregua, para que se mueran de hambre… “Invitarlos” a dejar “voluntariamente” Gaza y que se instalen en Egipto, Jordania y cualquier otro país… Repartirlos por todo el planeta entre países dispuestos y países “dispuestos” (“si tanto os gustan los palestinos, metedlos en vuestras casas”)… Exterminarlos de una vez y fin del problema… Todas las respuestas tienen premio, todas son igual de criminales, y por desgracia todas encontrarán la misma contestación en Europa, las democracias occidentales, los países árabes, y medio planeta, pues unos son aliados de Estados Unidos, otros no quieren enemistarse con Trump, y los hay que tienen sus propios problemas: mirar para otro lado. Entre unos y otros, los palestinos de Gaza pueden tener la tranquilidad de que el mundo impedirá su expulsión con la misma contundencia con que ha impedido su matanza durante más de un año: con palabras. Y nada más que palabras, salvo que la ciudadanía nos movilicemos en defensa de los palestinos mucho más que hasta ahora. Esta película ya la hemos visto muchas veces en el tablero internacional, se llama “política de hechos consumados”. Los hechos van por delante, las palabras por detrás. Hoy nos llevamos las manos a la cabeza con la “Riviera de Gaza”, pero el punto de partida para la discusión ya fue desplazado por los hechos consumados: Gaza está arrasada, algo habrá que hacer con ella. Hoy rechazamos la limpieza étnica, pero cuando esta comience, los hechos consumados nos llevarán a discutir si es mejor expulsarlos a lo bestia o de manera “humanitaria”. Y si al final es a lo bestia, los hechos consumados nos llevarán un poco más allá y discutiremos si es aceptable pasarlos a cuchillo o mejor una muerte indolora. Y así todo. La perversión de los hechos consumados no tiene fin: una vez que se consume la política de “desokupa Gaza”, vendrá la siguiente pregunta de este siniestro “Un, dos, tres”, muy previsible: por veinticinco pesetas la respuesta, díganme qué hacemos con Cisjordania. Y la respuesta de los matones también la sabemos. Un, dos, tres, responda otra vez.
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Los palestinos pueden tener la tranquilidad de que el mundo impedirá su expulsión con la misma contundencia con que ha impedido su matanza durante más de un año: con palabras. Y nada más que palabras, salvo que la ciudadanía nos movilicemos en su defensa mucho más que hasta ahora
Por veinticinco pesetas la respuesta, díganme qué se puede hacer con Gaza una vez arrasada por Israel. Un, dos, tres, responda otra vez: Convertirla en la Riviera de Oriente Medio… Convertirla en Las Vegas de Oriente Medio… Convertirla en el Benidorm de Oriente Medio… Ocuparla con colonos israelíes… Usarla como campo de detención para migrantes expulsados de Estados Unidos… Desviar el asteroide 2024 YR4 para que caiga allí… Amontonar los 120.00 coches destrozados por la DANA de Valencia… Recalificar suelo para construir vivienda barata para los jóvenes españoles…
Todas las respuestas tienen premio, todas son igual de disparatadas que la que lanzó Trump, no sabemos si improvisando o siguiendo el plan de su socio israelí que previamente ha despejado el terreno. El problema es que, una vez contestada la primera pregunta, viene la segunda, que es un poco peor:
Por veinticinco pesetas la respuesta, díganme qué hacemos con los palestinos para vaciar la Franja de Gaza. Un, dos, tres, responda otra vez: Bombardearlos durante año y medio para aterrorizarlos y volver inhabitable su tierra… Seguir bombardeando y arrasando todo tras la tregua, para que se mueran de hambre… “Invitarlos” a dejar “voluntariamente” Gaza y que se instalen en Egipto, Jordania y cualquier otro país… Repartirlos por todo el planeta entre países dispuestos y países “dispuestos” (“si tanto os gustan los palestinos, metedlos en vuestras casas”)… Exterminarlos de una vez y fin del problema…
Todas las respuestas tienen premio, todas son igual de criminales, y por desgracia todas encontrarán la misma contestación en Europa, las democracias occidentales, los países árabes, y medio planeta, pues unos son aliados de Estados Unidos, otros no quieren enemistarse con Trump, y los hay que tienen sus propios problemas: mirar para otro lado. Entre unos y otros, los palestinos de Gaza pueden tener la tranquilidad de que el mundo impedirá su expulsión con la misma contundencia con que ha impedido su matanza durante más de un año: con palabras. Y nada más que palabras, salvo que la ciudadanía nos movilicemos en defensa de los palestinos mucho más que hasta ahora.
Esta película ya la hemos visto muchas veces en el tablero internacional, se llama “política de hechos consumados”. Los hechos van por delante, las palabras por detrás. Hoy nos llevamos las manos a la cabeza con la “Riviera de Gaza”, pero el punto de partida para la discusión ya fue desplazado por los hechos consumados: Gaza está arrasada, algo habrá que hacer con ella. Hoy rechazamos la limpieza étnica, pero cuando esta comience, los hechos consumados nos llevarán a discutir si es mejor expulsarlos a lo bestia o de manera “humanitaria”. Y si al final es a lo bestia, los hechos consumados nos llevarán un poco más allá y discutiremos si es aceptable pasarlos a cuchillo o mejor una muerte indolora. Y así todo.
La perversión de los hechos consumados no tiene fin: una vez que se consume la política de “desokupa Gaza”, vendrá la siguiente pregunta de este siniestro “Un, dos, tres”, muy previsible: por veinticinco pesetas la respuesta, díganme qué hacemos con Cisjordania. Y la respuesta de los matones también la sabemos. Un, dos, tres, responda otra vez.