David Lynch se ha llevado el significado de sus películas a la tumba. Adiós al autor que no quiso que le entendieran en la era del “final explicado”

La noticia de la muerte de David Lynch ha caído como un jarro de agua fría entre la cinefilia, por inesperada y súbita, aunque se sabía que tenía un problema pulmonar complicado que ya había roto cualquier ilusión de que continuara dirigiendo. Su nombre ahora seguirá siendo sinónimo de enigma cinematográfico y, entre muchas ideas que no verán la luz en forma de obra acabada, también se ha llevado a la tumba todos sus secretos, ya que nunca sabremos el significado real de muchas de las películas que han dejado perplejo al público durante décadas. Su influyente estilo cinematográfico, que abarca desde su inquietante debut 'Cabeza borradora' (1977) hasta el complejo laberinto de 'Twin Peaks: El regreso' (2017), se caracterizó por el dominio de la imagen surrealista, las narraciones no lineales y un omnipresente sentido de lo inquietante. Esta cualidad inimitable ha ido calando en la cultura popular con el calificativo de “lynchiano”, un término engloba un enfoque estético y temático propio que sigue inspirando debates análisis entre críticos y cinéfilos, para unos significa una idea de lo sublime, para otros solamente se traduce en “cine raro” o “películas que no se entienden nada”. Alfa y omega de un genio americano Sobre el eterno debate de si sus películas tienen o no significado, si tan solo es un señor volcando ideas sin sentido o si bien puede encontrarse una codificación válida para traducirlas, el propio director se pronunció en muchas ocasiones, pero siempre con una idea clara: la pelota está en el espectador. En una entrevista posterior a ‘El regreso’, Lynch habló sobre el final de la serie y nos dio la pista de que ya pensaba llevarse sus secretos con él: “Lo que importa es lo que tú crees que pasó. En la vida ocurren muchas cosas y tenemos que sacar nuestras propias conclusiones. Por ejemplo, puedes leer un libro que plantea una serie de preguntas y quieres hablar con el autor, pero murió hace cien años. Por eso todo depende de ti”. En Espinof David Lynch lo cambió todo. 3 obras maestras que ver en streaming de un artista que nos hizo ver el cine y el mundo de otra manera También hay en la postura de entender y no entender una película bastante desconocimiento de otros movimientos cinematográficos no regidos por narración convencional, que renuncian a representaciones figurativas del arte audiovisual. Y es que Lynch no fue el primero en experimentar con el lenguaje fílmico, tan solo aplicó otras tendencias artísticas en el largometraje para crear algo nuevo, pero ya había sido precedido por autores como Damon Packard, Zulawski, Robert Altman, Dario Argento, Wim Wenders, Polanski, Arrabal, Jodorowski, Ken Russell, o el Sydney Pollack de ‘El nadador’ entre otros muchos que supieron introducir estados mentales en una historia para provocar sensaciones que no están supeditadas a un argumento. Lo lynchiano Pero lo cierto es que Lynch es la piedra roseta para el público más generalista gracias a “lo lynchiano”, un itsmo que ha marcado y definido a muchos autores que le siguieron, con incontables obras que han recibido reseñas con la frase “quiere ser Lynch y no le sale” o “es una mala copia de Lynch”. A menudo también para concretar señas de identidad del autor llevadas a muy distintas sensibilidades, con nombres como Adrian Lyne, Shinya Tsukamoto, Darren Aronofsky, el Denis Villeneuve de ‘Enemy’ (2013), el David Robert Mitchell de ‘Under the Silver Lake’ (2018), o el Donald Glover de ‘Atlanta’. Nick Antosca, Lars Von Trier, Lorcan Finnegan, Damon Lindelof, Richard Kelly, Brad Anderson, Jonathan Glazer, Lucile Hadzihalilovic, Julia Ducournau… la lista es interminable. El autor que no quiso esclarecer Lo cierto es las películas de Lynch no son fáciles de deconstruir, y a menudo es necesario verlas varias veces para captar su lógica interna, quizá su persistencia en evitar intencionadamente dar explicaciones explícitas sobre su obra es precisamente la clave para entenderlas, o al menos entenderle a él, que al final es la clave para saber qué trata de contarnos. En una muy citada entrevista de 2007 en los BAFTA, el director afirmó que 'Cabeza borradora' (1977) es su película “más espiritual”. Cuando se le pidió que lo argumentara, se limitó a responder: “No”. Sus trabajos no dan respuestas fáciles, son semillas para que cada espectador se lleve su percepción e interpretación personal de lo que ha visto, ese es su reto, según amplió: “Después de que surjan las ideas trabajas muy duro para conseguir que se construyan. Todos los elementos deben encajar, el conjunto debe parecer correcto en este bello lenguaje llamado cine. En cuanto está terminado, la gente quiere que lo conviertas en palabras. Es muy, muy triste. Es una tortura. Cuando las cosas son concretas hay muy pocas variaciones en la interpretación. Pero cuanto más abstracta se vuelve una c

Jan 18, 2025 - 14:30
David Lynch se ha llevado el significado de sus películas a la tumba. Adiós al autor que no quiso que le entendieran en la era del “final explicado”

David Lynch se ha llevado el significado de sus películas a la tumba. Adiós al autor que no quiso que le entendieran en la era del “final explicado”

La noticia de la muerte de David Lynch ha caído como un jarro de agua fría entre la cinefilia, por inesperada y súbita, aunque se sabía que tenía un problema pulmonar complicado que ya había roto cualquier ilusión de que continuara dirigiendo. Su nombre ahora seguirá siendo sinónimo de enigma cinematográfico y, entre muchas ideas que no verán la luz en forma de obra acabada, también se ha llevado a la tumba todos sus secretos, ya que nunca sabremos el significado real de muchas de las películas que han dejado perplejo al público durante décadas.

Su influyente estilo cinematográfico, que abarca desde su inquietante debut 'Cabeza borradora' (1977) hasta el complejo laberinto de 'Twin Peaks: El regreso' (2017), se caracterizó por el dominio de la imagen surrealista, las narraciones no lineales y un omnipresente sentido de lo inquietante. Esta cualidad inimitable ha ido calando en la cultura popular con el calificativo de “lynchiano”, un término engloba un enfoque estético y temático propio que sigue inspirando debates análisis entre críticos y cinéfilos, para unos significa una idea de lo sublime, para otros solamente se traduce en “cine raro” o “películas que no se entienden nada”.

Alfa y omega de un genio americano

Sobre el eterno debate de si sus películas tienen o no significado, si tan solo es un señor volcando ideas sin sentido o si bien puede encontrarse una codificación válida para traducirlas, el propio director se pronunció en muchas ocasiones, pero siempre con una idea clara: la pelota está en el espectador. En una entrevista posterior a ‘El regreso’, Lynch habló sobre el final de la serie y nos dio la pista de que ya pensaba llevarse sus secretos con él:

“Lo que importa es lo que tú crees que pasó. En la vida ocurren muchas cosas y tenemos que sacar nuestras propias conclusiones. Por ejemplo, puedes leer un libro que plantea una serie de preguntas y quieres hablar con el autor, pero murió hace cien años. Por eso todo depende de ti”.

También hay en la postura de entender y no entender una película bastante desconocimiento de otros movimientos cinematográficos no regidos por narración convencional, que renuncian a representaciones figurativas del arte audiovisual. Y es que Lynch no fue el primero en experimentar con el lenguaje fílmico, tan solo aplicó otras tendencias artísticas en el largometraje para crear algo nuevo, pero ya había sido precedido por autores como Damon Packard, Zulawski, Robert Altman, Dario Argento, Wim Wenders, Polanski, Arrabal, Jodorowski, Ken Russell, o el Sydney Pollack de ‘El nadador’ entre otros muchos que supieron introducir estados mentales en una historia para provocar sensaciones que no están supeditadas a un argumento.

Blue Velvet Lynchian Lo lynchiano

Pero lo cierto es que Lynch es la piedra roseta para el público más generalista gracias a “lo lynchiano”, un itsmo que ha marcado y definido a muchos autores que le siguieron, con incontables obras que han recibido reseñas con la frase “quiere ser Lynch y no le sale” o “es una mala copia de Lynch”. A menudo también para concretar señas de identidad del autor llevadas a muy distintas sensibilidades, con nombres como Adrian Lyne, Shinya Tsukamoto, Darren Aronofsky, el Denis Villeneuve de ‘Enemy’ (2013), el David Robert Mitchell de ‘Under the Silver Lake’ (2018), o el Donald Glover de ‘Atlanta’. Nick Antosca, Lars Von Trier, Lorcan Finnegan, Damon Lindelof, Richard Kelly, Brad Anderson, Jonathan Glazer, Lucile Hadzihalilovic, Julia Ducournau… la lista es interminable.

El autor que no quiso esclarecer

Lo cierto es las películas de Lynch no son fáciles de deconstruir, y a menudo es necesario verlas varias veces para captar su lógica interna, quizá su persistencia en evitar intencionadamente dar explicaciones explícitas sobre su obra es precisamente la clave para entenderlas, o al menos entenderle a él, que al final es la clave para saber qué trata de contarnos. En una muy citada entrevista de 2007 en los BAFTA, el director afirmó que 'Cabeza borradora' (1977) es su película “más espiritual”. Cuando se le pidió que lo argumentara, se limitó a responder: “No”. Sus trabajos no dan respuestas fáciles, son semillas para que cada espectador se lleve su percepción e interpretación personal de lo que ha visto, ese es su reto, según amplió:

“Después de que surjan las ideas trabajas muy duro para conseguir que se construyan. Todos los elementos deben encajar, el conjunto debe parecer correcto en este bello lenguaje llamado cine. En cuanto está terminado, la gente quiere que lo conviertas en palabras. Es muy, muy triste. Es una tortura. Cuando las cosas son concretas hay muy pocas variaciones en la interpretación. Pero cuanto más abstracta se vuelve una cosa, más variadas son las interpretaciones. Pero la gente sigue sabiendo en su interior lo que es para ellos. No sé por qué la gente espera que el arte tenga sentido, cuando aceptan que la vida no lo tiene”.

Esta filosofía anima a los espectadores a comprometerse activamente con sus películas, fomentando una conexión personal que trasciende los límites tradicionales de la sintaxis cinematográfica, lo que al final sugiere que el significado de sus películas es el verdadero sentimiento, para entenderlas hay que sentirlas, rendirse a ellas, dejar que entren en nuestra conciencia compuesta por experiencias, nuestra ética, nuestros miedos, anhelos e ilusiones, una configuración diferente en cada persona, por lo que sí, el cliché de que su cine es un lienzo en blanco es en parte real, solo que el lienzo somos nosotros y sus imágenes pintan encima.

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Su postura es clara, y sigue la idea de que las películas de Lynch son como sueños, quien los tiene puede interpretarlos de una manera, pero la misma combinación exacta de imágenes, sonido y emociones puede provocar una respuesta completamente distinta en otra persona, lo que es el primer escalón para entender qué es realmente lo “lynchiano”. El mismo director, entrevistado en el programa de Charlie Rose en 1997, fue claro al respecto cuando fue preguntado qué quiere decir ese término. “No tengo ni idea. Creo que cuando estás dentro de ello no puedes verlo. Así que no lo sé”.

Taxonomía de "lo lynchiano"

Lo cierto es que, se entienda su cine o no, haya una solución satisfactoria para definir lo Lynchiano o no, existen varios temas y motivos recurrentes que impregnan su obra, y para encontrar cierto orden en ellos hay que retraerse a las influencias más claras que se esconden entre sus fotogramas. Desde todo Jean Cocteau, Deren, Clouzot y Buñuel, a ‘El mago de Oz’ (1939), 'Recuerda' (1945) y ‘Vertigo’ (1954) de Hitchcock, o el cine negro con destacadas como ‘Laura’ de Otto Preminger, ‘Retorno al pasado’ (1947) de Jacques Tourneur o ‘Kiss Me Deadly’ (1955) y su final, sin olvidar las ‘El año pasado en Marienbad’ (1961) de Resnais o ‘La hora del lobo’ (1968) de Bergman, todas las piezas son claves para desentrañar el puzzle.

Una de sus mayores obsesiones es la exploración de los entresijos más turbios bajo el sueño americano. Casi siempre, en sus historias las apariencias idílicas ocultan oscuridad y corrupción, como se retrata en la escena inicial de 'Terciopelo azul' (1986), donde la vida de la suburbia americana, que Spielberg estaba ya idealizando en sus éxitos de taquilla, el escenario aparentemente perfecto, se yuxtapone a horrendos descubrimientos bajo la superficie, casi un ensayo general para lo que mostrabaTwin Peaks’ (1990-1991), que planteaba el asesinato de una estudiante de instituto perfecta para sacar a la luz los secretos y las vidas ocultas de una comunidad aparentemente tranquila.

Dalebob

El contraste indisoluble entre la luz más pura y la oscuridad más profunda se resumía en que por cada Dale Cooper hay un doppelganger chungo con chupa de cuero, por cada Laura Palmer hay un Bob, lo que nos lleva a otro motivo recurrente, como la presencia de mujeres con papeles dobles, encarnaciones simétricas de aspectos opuestos de la feminidad. Una dualidad que vertebra toda la idea de 'Mulholland Drive' (2001), complejidad psicológica que se extrapola a todo su cine, con una visión de la mujer que también ha tenido sus críticas por apoyarse en arquetipos de femme fatale antiguos, que se ha argumentado como una misoginia subcutánea que tampoco coincide con el protagonismo de la mujer tanto en aquella como en ‘'Inland Empire' (2006).

Pautas recurrentes y pistas en el enigma

Lo que está claro es que ninguna de sus fijaciones se quedan en quistes temáticos, sino que aparecen como motivos visuales, e incluso auditivos, específicos y recurrentes, como accidentes de coche, paletas de colores particulares o el significado de la electricidad, que ocupa un lugar especialmente significativo en su lenguaje cinematográfico. La energía aparece en diversas formas, como luces que no funcionan bien y dan lugar a efectos estroboscópicos y chispas eléctricas, presente en proyectos como ‘Cabeza borradora’, ‘Mulholland Drive’ y ‘Twin Peaks’, donde coinciden con momentos de angustia, rupturas entre la realidad y otro reino.

Lynch ha comentado su fascinación por la electricidad, describiéndola como una fuerza “poderosa, hermosa y a veces peligrosa que nos controla”. Siempre ha tenido una especial predilección por la representación de la electricidad en los años 30 y 40. En ‘David Lynch por David Lynch’ (2001) relacionaba la electricidad con lo inextricable, reconociendo que ni siquiera los científicos comprenden del todo su naturaleza, comparando la presencia de los electrones con la sensación de estar bajo un tendido eléctrico, una metáfora de lo inexplicable, una fuerza bella e inquietante que se reserva para momentos clave, como la aparición del doppelgänger de Laura Palmer en el episodio 29 de la temporada 2 de ‘Twin Peaks’.

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Otro elemento “Lynchiano” distingible es su paleta de colores, muchas veces limitada principalmente al azul, el rojo, el amarillo y el negro. Distintos estudios de su obra han ido concluyendo ciertos códigos cromáticos, como que el azul simboliza a menudo el misterio, la cortina azul de ‘Terciopelo azul’, la rosa de ‘Twin Peaks: Fuego camina conmigo’ (1992) o la caja y la llave de Mulholland Drive son ejemplos al azar. Mientras, el rojo casi siempre tiene que ver con peligro, como la habitación roja de ‘Twin Peaks’, aunque no pocas veces también se relaciona con la sexualidad, mientras el amarillo puede conectarse con la locura pero, como siempre, la interpretación del color es un asunto un tanto esotérico.

Los códigos de lo indefinido

Lo que sí podemos asegurar es que Lynch se zambulle de lleno en las retóricas del cine de terror, y siempre se apoya en una fotografía y diseño de producción que no tiene miedo a crear atmósferas inquietantes, con iluminación escasa y ominosa, fuentes que apenas iluminan los rostros de los personajes y claroscuros más clasicistas de lo que se aprecia a simple vista. El diseño de producción enfatiza la yuxtaposición de dos mundos, captado por una cámara que aumenta la tensión y prepara para acontecimientos incómodos, su uso de cámaras digitales de baja fidelidad en su última etapa crea imágenes granuladas que amplifican la naturaleza áspera.

Otro elemento central de la experiencia “lynchiana” es la sensación de lo extraño, la inquietud o incomodidad causada por algo que resulta familiar pero perturbadoramente ajeno. Sus películas plantean escenarios familiares en contextos amenazantes, muchas veces sencillamente a través del diseño de sonido, eliminando ruido ambiente para subvertir la realidad. Otras veces lo logra con actuaciones, exageradas, teatrales como en ‘Corazón salvaje’ (1990) o de excentricidad asumida, como el hombre misterioso de ‘Carretera perdida’ (1997), cuyo aspecto malsano, con piel pálida y sonrisa de arlequín que le hace parecer una caricatura que no minimiza lo más mínimo la sensación de desasosiego al sonreír al protagonista.

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Otra clave es que Lynch fue un artista polifacético entrando en la pintura, la música, la fotografía, el diseño de interiores y la escritura, actividades creativas que polinizan su visión cinematográfica, contribuyendo a la riqueza de su cine. En su libro, ‘Atrapa al pez dorado’, hablaba de la importancia de la meditación, la ensoñación y el subconsciente en el proceso creativo, explicando conceptos como la “interpretación sintomática”, poniendo, de nuevo, los sentimientos y sensaciones que evocan las imágenes por delante del esclarecimiento verbal:

“El cine se parece mucho a la música. Puede ser muy abstracto. Pero la gente anhela darle un sentido intelectual, expresarlo con palabras, y cuando no puede hacerlo se siente frustrada. Pero pueden encontrar una explicación desde dentro si se lo permiten. Cuando empiezan a hablar con sus amigos, pronto se dan cuenta de lo que es y lo que no es. 
Y puede que estén de acuerdo con sus amigos o que discutan con ellos. Pero, ¿cómo podrían estar de acuerdo o discutir si aún no lo saben? Lo interesante es que saben más de lo que creen. Y al expresar lo que saben, se aclara, y cuando ven algo, podrían intentar aclararlo un poco más y de nuevo, vuelta y vuelta, con un amigo, y llegarían a alguna conclusión que sería válida”.

Pesadillas en 35 mm

Y es que característica definitoria de la obra de Lynch es su ambigüedad, la falta de respuestas claras y el espacio para múltiples interpretaciones, que es exactamente lo que crea la dualidad entre fascinación y frustración, atracción y rechazo, amor y odio entre los que se acercan a su obra, un conflicto sintomático cuando los despachos de los estudios cada vez exigen más explicaciones y resoluciones empíricas, rechazando la confusión o el significado personal de las experiencias, vivimos en la era del vídeo de “final explicado” incluso para conclusiones que puede comprender un mono.

Esto se relaciona también con la eterna relación de Lynch con el mainstream y los grandes estudios, siendo sintomático que su lente deformante de la realidad de ‘Cabeza borradora’, con sus imágenes de pesadilla y su bebé deforme, represente una libertad creativa que nunca perdió en sus aventuras más aperturistas como ‘El hombre elefante’ (1980), en la que su narrativa más tradicional no se pega con el enfoque de proyectos posteriores como ‘Terciopelo azul’, ‘Twin Peaks’, ‘Carretera perdida’, ‘Mulholland Drive’ e ‘Inland Empire’, donde reinan las secuencias oníricas, los paisajes sonoros y personajes estrafalarios.

Mulholland Drive Diner Scene El miedo

La escena de Winkie's Diner en ‘Mulholland Drive’, por ejemplo, es una secuencia aparentemente desconectada con el resto de la historia, pero tan espeluznante que ejemplifica la capacidad de Lynch para ofrecer terremotos de intensidad sin un contexto narrativo claro, es más importante la creación de un sentimiento que con la transmisión de un argumento específico, lo que separa la película de la vetusta idea de un rompecabezas que hay que resolver; elabora meticulosamente atmósferas etéreas para sumergirse en ellas, el objetivo no es saber quién mató Laura Palmer o ponerle cara a Diane Selwyn, aunque eventualmente lo lleguemos a saber.

El antídoto frente a la nitidez

Otro ángulo de lo “lynchiano” es la yuxtaposición de horror y belleza, cómo algo hermoso puede tener un trasfondo perturbador, una dualidad en la misma frecuencia que su contrapunto entre lo ideal y el mal subterráneo. Un ángulo que incluso tiene que ver en cómo utiliza el diseño de sonido, cambios bruscos de frecuencia, distorsiones antinaturales o la ausencia repentina de ruido ambiente, con frecuencia son pistas para provocar sensaciones inesperadas, puede que su último experimento con los que se atreven a abrirse a su obra de pleno. En una entrevista para Sky Movies, Lynch confesó lo que esperaba que sitiera el público tras pasar por la butaca:

“Cuando las cosas son concretas hay muy pocas variaciones e interpretaciones... pero cuanto más abstracto es todo, más variadas son las respuestas, pero la gente sigue sabiendo, por dentro, lo que es para ellos. E incluso si no confían en su intuición, siempre digo que si una chica llamada Sally sale del cine diciendo: ‘No tengo ni idea de lo que significa’, se va con Bob y Jim a tomar un café.
Bob empieza a hablar de lo que cree que es porque sabe exactamente lo que es. Empieza a hablar. Cinco segundos después, Sally dice: ‘No, no, no, no. No es eso’, y entonces todas estas cosas salen de Sally. Así que Sally realmente lo sabía, por sí misma. Eso es lo bonito. Es como la vida. Ves las mismas cosas, pero se te ocurren muchas, muchas cosas diferentes a medida que avanzas como detective”.

Al final, sus elementos más reconocibles conforman la visión artística de David Lynch y de nadie más, una que no se parece a ninguna otra, sea descifrable o no. Su huella es indeleble y el surrealismo o la ambigüedad son tan solo herramientas para dejar hablar a una personalidad intransferible; por mucho que uses a Nicolas Cage, Laura Dern o Dennis Hooper en otras películas, no puedes replicar lo lynchiano, que existe en su propio contexto. La sensación que te transmite el episodio 8 de ‘El regreso’ no se parece a nada que hayas visto en televisión jamás, más allá de que busques conexiones con la mitología de la serie, los easter eggs, los paralelismos con su obra o con la de otros.

Blacklodge

Lo lynchiano es, esencialmente desconfiar de los vídeos de “final explicado” y quedarte con el sabor que te deje esa desorientación, obviar la pauta y abrazar el caos, disfrutar de ‘Megalópolis’ aunque te digan que es terrible, ver la belleza en el error académico, pasar de las estrellitas de letterboxd, desconfiar de las palabras “truño” y “obra maestra”, prestar atención a “lo menos visto de la semana”, confiar en tu instinto y no en el criterio rancio de un “experto” de las redes sociales, en definitiva, lo lynchiano es entrar en una película de David Lynch sin necesidad de tomar notas en un cuaderno, ni acicalarte la punta del mostacho o sacar el monóculo de la autoimportancia para demostrar a los amigos cinéfilos que has entendido mejor sus películas que los demás.

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La noticia David Lynch se ha llevado el significado de sus películas a la tumba. Adiós al autor que no quiso que le entendieran en la era del “final explicado” fue publicada originalmente en Espinof por Jorge Loser .