Cómo definir el sexo de las personas: las claves científicas de la orden ejecutiva de Trump sobre la "ideología de género"
El presidente norteamericano ha firmado una orden ejecutiva que no reconoce la identidad de género de las personas, reduciendo el ser hombre o mujer al tamaño de las células reproductivas.
El presidente reelecto de los Estados Unidos, Donald Trump, ha entrado pisando fuerte en la casa blanca con la firma de un gran número de órdenes ejecutivas. Una de las más controvertidas es la pertinente a la "ideología de género" y a la "restauración de la verdad biológica", por citar los términos que el propio documento emplea.
En realidad, el texto aborda una cuestión jurídicamente muy compleja, como son las definiciones de 'hombre' y 'mujer' o la distinción entre el sexo biológico y el género. No debemos olvidar, además, que se trata de un documento legislativo, por lo que la forma en la que se manejan estos términos puede tener consecuencias legales muy importantes para la vida de millones de personas en el país norteamericano.
¿Qué dice la orden ejecutiva?
En esencia, esta orden ejecutiva (cuyo título completo es Defending women from gender ideology extremism and restoring biological truth to the federal Government; en castellano, Defendiendo a las mujeres del extremismo de la ideología de género y restaurando la verdad biológica en el Gobierno federal) hace varias cosas:
- Reconoce legalmente (dentro del ámbito institucional al que se aplica el texto) únicamente dos sexos: hombre y mujer, y niega que puedan cambiarse.
- Define el sexo como una clasificación de base biológica de los individuos como masculinos o femeninos. Especifica que el término no es sinónimo de identidad de género ni incluye este concepto.
- Equipara legalmente los términos mujer, chica, hombre y chico con masculino y femenino, definiendo estos últimos en base al tipo de células reproductivas (gametos) que produce un organismo.
- Afirma que la "ideología de género reemplaza la categoría biológica del sexo" con "un concepto siempre cambiante de identidad de género autoevaluada", y que "incluye la idea de que hay un vasto espectro de géneros desconectados del propio sexo". También mantiene que la "identidad de género" refleja "un sentido del ser plenamente interno y subjetivo, desconectado de la realidad biológica y el sexo". Sobre todo, declara que esta identidad "no provee una base para la identificación [de las personas] y no puede reconocerse como alternativa al sexo".
- Ordena a las agencias y empleados federales a aplicar las leyes de forma consistente con las definiciones previamente establecidas, empleando el término sexo en lugar de género. También dicta la implementación de cambios en todos los documentos de identificación oficiales (incluyendo por ejemplo pasaportes y visados) para adaptarse a esta orden ejecutiva.
- Exige la eliminación de todas las comunicaciones, políticas, regulaciones, formularios, etc. de las agencias federales que "promuevan o inculquen" la "ideología de género".
- Establece provisiones para que las definiciones de este texto sean la base para la separación de las personas en ciertos espacios segregados.
- Sienta plazos para la codificación legal de estas definiciones.
Así, el documento aborda varias cuestiones muy interesantes y relevantes desde el punto de vista médico y científico, como la definición del sexo y su relación con el género. También, invita a preguntarse por el traslado de estas realidades a la legislación y las consecuencias sociosanitarias que tiene para el conjunto de la población.
La complejidad de definir el sexo
Con lo que respecta a la definición del término sexo, tenemos que entender que en el marco de la biología hace referencia (según recogen, sin ir más lejos, los propios Institutos Nacionales de Salud de los Estados Unidos) no a una única característica de un organismo, sino varias diferentes que contribuyen a que sea posible la reproducción con diversificación genética. Esto incluye, por ejemplo, el genotipo sexual (las características del par 23 de cromosomas: si son XX, XY o diferentes) o el el fenotipo sexual (caracteres sexuales primarios y secundarios). Algunos son modificables (como el fenotipo, mediante cirugías o tratamientos hormonales) y otros no (como el genotipo).
En general, este grupo de características sirve para diferenciar a los individuos en dos grandes categorías: masculino y femenino. No obstante, no siempre es así; existen casos en los que algunos rasgos no están en la concordancia típica (por ejemplo, personas con genotipo XY y gónadas de aspecto femenino). Estos constituyen lo que llamamos intersexualidad, y existen instancias muy variadas y diferentes.
Es una forma de intersexualidad el síndrome de Swyer, en el que un individuo con genotipo XY presenta fenotipo sexual femenino con vulva, vagina, útero, trompas y gónadas (los órganos encargados de producir células no sexuales) no funcionales. También el de De la Chapelle, en el que el fenotipo sexual es masculino (existen pene y testículos) pero el genotipo es femenino (cromosomas XX); o el de Klinefelter, en el que el genotipo es XXY.
Por tanto, el sexo como conjunto de características resulta problemático en aquellos ámbitos en los que necesitamos dividir a los individuos en sólo dos categorías en base al sexo y nos encontramos con alguno de estos casos. Una opción es escoger uno de los rasgos del sexo biológico en sentido amplio y usarlo como único criterio determinante, al margen de que las demás características estén en concordancia con lo que esperaríamos típicamente o no. De este modo, generamos una definición operacional del sexo.
Como detalla la bióloga evolutiva Joan Roughgarden, en el campo de la biología la más empleada se basa en el tipo de gametos (células sexuales) que produce un organismo. Es esta misma por la que opta la orden ejecutiva.
Entra en juego el género
Resumiendo, estas disquisiciones tan necesarias en campos como la medicina o la investigación científica permiten dividir a los animales sexuales (incluyendo los humanos) en individuos masculinos y femeninos.
El asunto se complica cuando introducimos los conceptos de género y hombre y mujer, que aunque el documento equipara explícitamente con masculino y femenino hacen referencia a realidades bastante diferentes.
Aunque frecuentemente lo asociemos con el sexo biológico, todos experimentamos que la clasificación como hombres o mujeres tiene una dimensión más allá de lo puramente fisiológico. Pertenecer a una u otra categoría tiene muchas consecuencias psicológicas, sociales, legales y culturales diferentes que van desde el acceso a espacios reservados a tener probabilidades inmensamente diferentes de sufrir violencia sexual, pasando por la aplicación de ciertas políticas orientadas a reducir desigualdades económicas. A estas dimensiones de la identidad de las personas es a lo que llamamos género.
Una vez más citando a los Institutos Nacionales de Salud de los Estados Unidos, el género puede definirse como "un constructo multidimensional que contiene la identidad y la expresión de género, junto a las expectativas sociales de estatus, características y conducta asociadas a ciertos rasgos del sexo".
Determinar el género, un asunto espinoso
De la misma manera que veíamos en el caso del sexo biológico en su sentido amplio, el género de una persona hace referencia a un conjunto de fenómenos variados que aunque en la mayoría de los casos puedan coincidir en uno y otro sentido pueden otras veces resultar 'contradictorios' internamente. Por ejemplo, una persona que por su fisiología está sometida a las expectativas sociales asociadas a un género puede identificarse a sí misma como el otro; en este caso, diríamos que experimenta una identidad de género diferente a su género asignado.
No debemos perder de vista que la discordancia entre la identidad de género y el género asignado puede provocar un gran sufrimiento a quienes viven esta situación, en lo que se conoce como disforia de género. A ello hay que sumar que las personas que expresan disconformidad con su género asignado a menudo enfrentan, como sucede con otros miembros del colectivo LGTBIQ+, diversas formas de violencia y discriminación.
En la actualidad, la evidencia científica ha llevado al consenso (ratificado por organismos como la OMS) de que la incongruencia entre el género asignado socialmente al nacer y la identidad de género no constituye un trastorno de salud mental y por tanto no debe abordarse como tal; la forma de reducir ese sufrimiento pasa más bien por intervenciones sociosanitarias e incluso legales que ayuden a adecuar el género asignado y hasta los aspectos modificables del sexo biológico a la identidad de género experimentada por los individuos.
"Ideología de género", un hombre de paja
Al hablar de estas cuestiones, el documento emplea frecuentemente el término "ideología de género", que sin embargo no define claramente. Y lo cierto es que este concepto con connotaciones eminentemente negativas se usa principalmente en círculos conservadores y de extrema derecha para referirse a una supuesta corriente ideológica que, como bien apunta la orden ejecutiva, "reemplaza el sexo con la identidad de género autoevaluada".
Si tenemos en cuenta que estas voces rara vez señalan a los proponentes de esta supuesta ideología de género (y cuando lo hacen suele ser con una base factual escasa, desvirtuando sus postulados e ideas), el empleo de esta terminología empieza a parecerse mucho a una falacia del hombre de paja.
Por el contrario, lo que se conoce como 'enfoque de género' o 'perspectiva de género' es, en palabras de la Organización de las Naciones Unidas, una estrategia orientada a que "las preocupaciones de hombres y mujeres sean un elemento integrante de la elaboración y la aplicación de las políticas a fin de que hombres y mujeres se beneficien por igual y se impida que se perpetúe la desigualdad". Esta filosofía suele tener en cuenta también la discriminación que sufren las personas LGTBI+, y pasa precisamente por reconocer la complejidad del género de las personas y la naturaleza de su interrelación con el sexo biológico, asumiendo que uno no es reemplazable por otro.
Definiciones médicas, consecuencias políticas
Llegados a este punto es cuando empezamos a vislumbrar claramente las implicaciones éticas, políticas y sociales de la orden de Trump. Como pasaba en ciencia al definir el sexo biológico, para evitar ambigüedades a la hora de aplicar legislación que afecta de forma diferente a los diferentes géneros corresponde al poder político decidir un criterio para determinarlos.
Diferentes estados, en diversos momentos de la historia, han encontrado soluciones diferentes. Por ejemplo, en España el factor que determina en último término el género legal de las personas no es ningún elemento del sexo biológico (modificable o no) sino la identidad de género declarada de las personas.
Esta solución permite que las personas con una identidad de género que no coincide con el que se les ha asignado al nacer puedan modificar muchos aspectos de este condicionante de su existencia social y hacerlos más acordes a su sentir, e incluso que puedan recibir asistencia en materia de salud mental o fisiológica que les ayude a aumentar su bienestar y a lograr una mayor satisfacción corporal y de género. También sirve de base para establecer legislación específica orientada a combatir la violencia y discriminación contra estas personas.
Como podemos ver, la orden ejecutiva de Donald Trump va en sentido contrario: persigue el uso del sexo biológico, definido únicamente en base al tipo de gametos que producen los individuos (un criterio no modificable), como base para la determinación del género (esferas política, social y legal) en lo que atañe a la administración federal, llegando a suprimir este último término.
La modificación, viniendo de una situación en la que se reconoce legalmente la identidad de género, amenaza con dificultar a las personas transgénero el acceso a la atención sociosanitaria apropiada y la relación con la administración en términos que se ajusten a la realidad que viven. En último término, es sintomática de una línea política que abandona el compromiso contra el estigma, la violencia y la desigualdad que siguen enfrentando todas las realidades que se salen de la norma cultural tradicional de género.
Referencias
The White House. Defending women from gender ideology extremism and restoring biological truth to the federal Government. Consultado online en https://www.whitehouse.gov/presidential-actions/2025/01/defending-women-from-gender-ideology-extremism-and-restoring-biological-truth-to-the-federal-government/ el 22 de enero de 2025.
NIH. Sex & Gender. Consultado online en https://orwh.od.nih.gov/sex-gender el 22 de enero de 2025.
Joan Roughgarden. El arcoíris de la Evolución. Capitán Swing (2021). ISBN-10: 8412390229
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George R. Brown. Incongruencia y disforia de género. Manual MSD. Versión para profesionales (2023). Consultado online en https://www.msdmanuals.com/es/professional/trastornos-psiqui%C3%A1tricos/incongruencia-y-disforia-de-g%C3%A9nero/incongruencia-y-disforia-de-g%C3%A9nero el 22 de enero de 2025.
OMS (2018). ICD-11. International Classification of Diseases 11th Revision. Consultado online en https://icd.who.int/en el 22 de enero de 2026.
ONU MUJERES. Incorporación de la perspectiva de género. Consultado online en https://www.unwomen.org/es/how-we-work/un-system-coordination/gender-mainstreaming
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