Esto de ser árbitro de
Primera División se ha convertido en todo un chollo. De los tiempos no tan lejanos del pluriempleo al que se sometían aquellos orondos hombres de negro de correr al ritmo de "trote cochinero", tal como catalogó
José María García al aragonés
Pes Pérez, hemos pasado a una casta arbitral profesionalizada y con dedicación plena. Según establece el convenio con la
Liga Futbol Profesional, un colegiado de la máxima categoría, tiene asegurado un salario mínimo de 145.000 euros anuales, a los que se han de sumar los bonus pertinentes: 4.200 euros más por partido pitado, con un mínimo de veinte encuentros por temporada. A los que se deben de añadir, además, los 2.100 euros que se percibe por hacer de árbitro de
VAR. Lo que, entre una cosa y otra, vienen a resultar unos 300.000 euros de ingresos por temporada, cifra que ya les gustaría ingresar a muchos altos ejecutivos de multinacionales.
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