Cuando se pensaba que el cuerpo de una víctima sangraría en presencia de su asesino

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Jan 20, 2025 - 01:00
Cuando se pensaba que el cuerpo de una víctima sangraría en presencia de su asesino

«La prueba del féretro», cuadro de 1881 del artista húngaro Jenő Gyárfás (Fuente).

Los procesos judiciales han evolucionado enormemente desde la Edad Media hasta nuestros días, pasando de sistemas basados en la superstición y la fe divina a procedimientos regidos por la razón, la evidencia y el derecho. En ese contexto medieval, la ordalía era una práctica judicial que consistía en someter a una persona acusada de un delito a una prueba física o de resistencia para determinar su culpabilidad o inocencia. Se creía que la intervención divina garantizaría un resultado justo: si el acusado superaba la prueba, se consideraba inocente, mientras que el fracaso se interpretaba como una señal de culpa. Ejemplos comunes de ordalías supersticiosas y arbitrarias incluían caminar sobre brasas, sumergir las manos en agua hirviendo o ser arrojado a un río.

Uno de esos curiosos sistemas jurídicos, existente en Alemania, Polonia, Bohemia o Escocia, era la cruentación, basada en la creencia de que el cuerpo de la víctima sangraría de forma espontánea en presencia de su asesino. El método consistía en llevar al acusado ante el cadáver de la víctima de asesinato y obligarlo a poner sus manos sobre él. Si las heridas del cadáver comenzaban a sangrar o aparecían otros signos visuales inusuales, se interpretaba como un veredicto de Dios que anunciaba que el acusado era culpable. Normalmente la cruentación hacía que el sospechoso confesara.

Esta practicada, mencionada en el poeta épico germánico Nibelungenlied, escrito alrededor de 1200, continuó utilizándose como método para determinar la culpabilidad de los asesinatos en Alemania hasta mediados del siglo XVIII. Aparece en muchos de los textos relacionados con el procedimiento penal más célebres, como el Malleus Maleficarum o la Daemonologie. El primer cuestionamiento de la fiabilidad de la cruentación lo encontramos en 1545 por parte de Antonius Blancus. Sin embargo, la primera refutación no apareció hasta 1669, más de un siglo después. El Systema jurisprudentiae medicae de Michael Alberti, publicado casi un siglo después, todavía alienta a los investigadores a confiar en la cruentación.

Después de la reforma luterana, la práctica de la cruentación dejó de estar justificada desde un punto de vista legal en Dinamarca y Noruega, y durante los siglos XVI y XVII los principales teólogos de la Iglesia danesa la condenaron en numerosas ocasiones. No obstante, continuó utilizándose hasta bien entrado el siglo XVIII, y sus resultados siguieron siendo aceptados como prueba por algunos tribunales de justicia. A medida que la práctica de la disección se fue haciendo más frecuente, los médicos se dieron cuenta cada vez más de las circunstancias en las que los cadáveres podían emitir fluidos de forma espontánea. A medida que un cuerpo comienza a descomponerse, comienza a acumularse líquido en los pulmones. Este líquido, de color marrón rojizo, podría salir por la boca o por la nariz de un cadáver al ser movido en un juicio.

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